sábado, 26 de junio de 2010

El imperio azteca

  
Códice Mendocino o Mendoza, circa 1540.
Los doce tlatoanis mexicas
Por: Federico Zertuche

Como sabemos, antes del arribo de los españoles, los aztecas fueron el último pueblo en asentarse en el valle de México, a orillas del Lago de Texcoco en un sitio pantanoso entre plantas acuáticas y carrizos, ahí donde, según la profecía mítica, se posaría el águila sobre un nopal desplegando sus alas al tiempo de desgarrar
una serpiente, como señal para edificar su ansiada patria. Eso ocurrió en el año ome actl, 2 Caña, 1325 de nuestra era.

Desde entonces, hasta la caída de México-Tenochtitlán a manos de los españoles y sus aliados comandados por Hernán Cortés en 1521, es decir, poco menos de dos siglos, transcurre el vertiginoso ascenso y colapso de esa entidad política mexica que en términos occidentales denominamos ciudad-estado.

Cuando arribaron al Anáhuac, varias ciudades-estado prósperas y vigorosas convivían en la región: Colhuacán, Azcapotzalco, Texcoco, Tlatelolco, Xochimilco, Cuauhtitlán, Chalco, Iztapalapan,Tetepan y Tlacopan (hoy Tacuba), así que los recién llegados tuvieron que conformarse con los terrenos más inhóspitos y someterse al poder establecido. Cincuenta años después, los mexica eligen al primer rey; a partir de entonces conforman propiamente su estructura de poder político “estatal” monárquico, del que surgirían los siguientes doce tlatoanis:


- Tenoch, (Tuna de piedra), se reconoce como el fundador de México-Tenochtitlan, llamada así en su honor. Cuenta la leyenda que los mexica peregrinaron y erraron por cerca de 200 años. Al llegar al valle del Anáhuac y establecerse en Chapultepec, un joven sacerdote llamado Tenoch comenzó a dirigirlos. Bajo su mando los mexica empezaron a prosperar, lo que no agradó a los pueblos vecinos, quienes les hicieron la guerra obligándolos a dejar Chapultepec. Los aztecas se conviertieron en tributarios de los culhuacanos, quienes los mandaron a Tizapán, un lugar terriblemente malo para vivir. Sin embargo, los aztecas resistieron las pruebas y sobrevivieron. Una vez más fueron expulsados de su territorio debido a los sacrificios humanos que practicaban, obligados a penetrar por las aguas del lago de Texcoco hasta llegar a un islote rocoso donde observaron con asombro y alegría cómo en un nopal se encontraba un águila devorando una serpiente. ¡La profesía se había cumplido! Era el sitio donde levantarían la ciudad en honor del dios Huitzilopochtli.

- Acamapitzin o Acamapichtli, (El que empuña la vara de caña, en náuhatl) , el rey tepaneca Acolnahácatl acepta su nombramiento por los más encumbrados señores y casta sacerdotal, con el fin de asegurarse la fidelidad de los aztecas, iniciándose así el linaje mexica en 1375. Contrajo nupcias con Ilancueitl, hija de Acolmiztli, señor de Coatlichan, pero debido a que resultó estéril, se casó por segunda vez sin repudiar a la primera, con una hija del señor de Tepepanco, llamada Tezcatlamiahuatl, con la cual tuvo muchos hijos, entre ellos Huitzilihuitl y Chimalpopoca, que le sucedieron. Gobernó pacíficamente su ciudad, edificando las primeras casas de piedra y acequias. Reinó hasta 1391;

- Huitzilíhuitl, (Pluma de colibrí), cuarto hijo de Acamapitzin. Se casó con Ayauhcihuatl, hija de Tezozómoc, tlatoani tepaneca de Azcapotzalco, con quien se alió para dominar a Chalco y Cuautitlán, logrando ventajas para su pueblo, aunque siguió siendo su vasallo. Deseando ennoblecer más a su nación con nuevas afinidades, obtuvo del señor de Cuauhnahuac una de sus hijas, Miahuaxóchitl, con la que tuvo a Moctezuma Ilhuicamina, “el rey más célebre que tuvieron los mexicanos” a decir de Francisco Javier Clavijero. Durante su reinado sufrió el desprecio y enemistad de Maxtaton, señor de Coyohuacan, hijo del rey Tezozomoc y hermano de su primera esposa. Durante su reinado ocurrió una larga y desastrosa guerra protagonizada por Tezozomoc, rey de Azcapotzalco, con sus aliados y vasallos de Tencohtitlán y Tlatelolco, y por otra parte Ixtlixóchitl, rey de Acolhuacán, (Texcoco), también con aliados y vasallos de Iztapalapan, Huexotla, Coatlichan y otros reinos, sin que ninguno de ellos lograse ganarla, hasta que pactaron la paz por extenuación de ambos bandos. Gobernó de 1391 hasta 1417;

- Chimalpopoca, (Escudo que humea), hermano de Huitzilíhuit. Dice
Codex Borbonicus
Clavijero que a partir de esta elección se sentó el precedente para elegir a un hermano del difunto rey, y a falta de hermano, a uno de sus sobrinos. La historia de este rey es francamente conmovedora y digna de una novela trágica llena de intrigas, traiciones y sucesos extraordinarios, por ello extenderé su relato, además de reflejar con peculiar plasticidad el mundo político, militar, religioso y el sentido del honor de la época.

La paz entre los señores de Azcapotzalco y Texcoco, fue pactada por necesidad, sin embrago las hostilidades y rencores continuaron. Así, Tezozomoc urdió una charada y emboscada contra Ixtlixóchitl, rey de Texcoco, para lo cual utilizó a sus vasallos y aliados los señores de Otumba y Chalco, quienes con engaño y traición convocaron al rey con el pretexto de revelarle un gran secreto, una vez que Ixtlixóchitl estuvo en terreno enemigo, sin dilación le quitaron la vida. Al darse cuenta del atentado, el ejército del rey acudió en su auxilio pero fue derrotado por tropas emboscadas que lo asaltaron por sorpresa. Entre tanto, Nezahualcóyotl, hijo de Ixtlixóchitl, debería ocupar el trono heredado de su padre, pero no fue así, ya que Tezozomoc había previsto que al momento del asesinato del rey sus tropas asaltaran las principales ciudades enemigas y aliadas, así tomó a sangre y fuego Texcoco, Huexotla, Coatlichan, Coatepec e Iztapalapan, matando a muchos de sus habitantes, mientras otros huyeron a los cerros a refugiarse de la matanza.

De esta cruel manera Tezozomoc se hizo proclamar rey de Acolhuacan, dio en feudo la ciudad de Texcoco a Chimalpopoca, y la de Huexotla, al rey de Tlatelolco, en premio por los servicios prestados en la guerra, convirtiéndose en tirano y usurpador durante ocho años hasta su muerte. Aunque el trono correspondía a Tayatzin, como sucesor nombrado, otro hijo de Tezozomoc, Maxlaton, desplegó desde un principio toda suerte de protagonismo e iniciativas para dar a entender su disposición y ambición para hacerse del poder.

Poco después, en una escena digna de César Borgia, Maxlaton convoca a los reyes de México y Tlatelolco y a su hermano, a un convite en una casa real. Chimalpopoca, que sospechaba alguna conjura, se excusó cortesmente de asistir. Llegado el día, relata Clavijero, “concurrieron los convidados y cuando estaban más divertidos, entró gente armada a la sala y dio con tal violencia sobre el desventurado Tayatzin, que apenas abrió los ojos para ver a los que le acometían, cuando se los cerró la muerte”.

No contento con estos sucesos, Maxlaton se sintió indignado contra el rey de México y se ocupó de hacerle varias descortesías e injurias, hasta que un día urdió una ofensa gravísima que consistió en invitar con engaños a su palacio a una de las mujeres favoritas de Chimalpopoca, y una vez ahí la vejó y deshonró sexualmente. Al regresar a Tencohtitlán, la señora cubierta de ignominia y dolor, se quejó ante su señor de los hechos ocurridos. Éste, ante la impotencia de vengar la afrenta dada la disparidad de poder entre ambos reinos, decide inmolarse en sacrificio ritual para lo cual consulta con los sacerdotes quienes acceden a su petición y proceden a organizar la ceremonia sacrificial, precedida por danzas solemnes y otros sacrificios previos al del tlatoani, reservado para el final. Enterado de estos planes, Maxlaton decide anticiparse y dispuso con la mayor presteza a un buen número de tropas con órdenes de apresar al rey antes del sacrificio y que lo trasladasen a Azcapotzalco, como así ocurrió. Luego de permanecer por largo tiempo preso, sintiendo gran amargura y aflicción e impotente ante el destino, decidió quitarse la vida ahorcándose de uno de los palos de su celda, valiéndose de su ceñidor. Gobernó: 1417-1427;

- Itzcóatl, (Serpiente armada de pedernales), era hijo natural de Acamapitzin habido de una esclava. Antes de su investidura, dio amplias muestras de nobleza y celebridad por sus prendas personales que poseía en grado eminente, demostradas durante su servicio como “general” de las tropas mexicanas. Itzcóatl logra establecer una alianza con los reinos de Tlacopan y Texcoco (la famosa Tripe Alianza) para enfrentar al de Azcapotzalco de la que, como ha quedado dicho, salió triunfador fusionando a éste reino con el mexica, teniendo como vasallos a Chalco y Cuautitlán, y aliados a Texcoco (entonces gobernado por el célebre tlatoani Netzaualcóyotl, quien recuperó el trono usurpado desde Tezozomoc) y Tlacopan, lo que constituyó una sólida base para desplegar un poder imperial a partir de entonces. Gobernó: 1427-1440;

- Moctezuma I, Ilhuilcamina, (Su Señor el Airado, El que flecha al Cielo),

hijo de Huitzilihuitl, estuvo al mando del ejército azteca durante los reinados de su medio hermano Chimalpopoca y de su tío Itzcóaltl, siendo el principal estratega y artífice de la derrota militar contra la tiranía de Maxlaton.

Cuando este afamado príncipe y general asciende al trono, México-Tenochtitán ya es un reino poderoso y un imperio emergente, así que las ceremonias de coronación fueron suntuosas, elaboradas y muy concurridas por reyes y emisarios extranjeros.

Durante su reinado logró una vertiginosa expansión del imperio apoyado por sus tradicionales aliados consolidando el dominio absoluto del valle del Anáhuac y extendiéndolo hasta lo que ahora son zonas de los estados de Guerrero, Hidalgo, Puebla Oaxaca y Veracruz. Con el objeto de aplacar la ira de los dioses manifiesta en distintas catástrofes y desastres naturales y hambrunas acaecidos, se inician entonces las llamadas guerras floridas contra los reinos de Tlaxcala y Huejotzingo para capturar prisioneros que luego eran sacrificados como ofrenda. En todo caso, durante su reinado México-Tenochtitlán entró en una época de esplendor económico, cultural, social y político. Edificó el gran templo de Huitzilopochtli, publicó muchas leyes, incrementó el esplendor de su corte, instituyó nuevos ritos y acrecentó el número de sacerdotes. Sus exequias se celebraron con gran aparato debido a la magnificencia de la corte y el acrecentado poder mexica. Reinó de 1440 a 1469;

- Axayacátl, (Máscara de Agua), hijo de Moctezuma I y padre de Moctezuma
Códice Mendocino 1542
II, este monarca logró derrotar militar y definitivamente al hasta entonces reino autónomo de Tlatelolco, así como sofocar una revuelta de los matlatzincas que dominaban el hoy estado de México, extendiendo sus dominios hasta ahí. Luego quiso expandirse a costa del reino purépecha (tarasco) quienes en una gran batalla ocurrida en Charo (Michoacán), lograron contenerlos e infligir grandes pérdidas al ejército azteca que se vio obligado a retirarse en franca desventaja. Durante su reinado muere el gran rey de Acolhuacán (Texcoco), Nezahualcóyotl, quien a decir de Clavijero fue uno de los mayores héroes de la América antigua. Fue una pérdida muy sensible para los mexicas, amigos y aliados. Célebre por su valor, fortaleza y constancia ante la adversidad, por sus superiores luces de entendimiento, enorme cultura, afición por las artes y las ciencias, habilidad en la poesía. Axayácatl gobernó de 1469 a 1481;

- Tizoc, (Agujerado con esmeraldas), primogénito de Moctezuma Ilhuilcamina y hermano de Ahuítzotl y de Axayácatl. Evitó guerras y confrontaciones militares, y se dedicó, más bien a administrar lo conquistado. Inició la reconstrucción del Templo Mayor. Se dice que por su débil carácter y nulos éxitos militares fue víctima de una intriga palaciega que terminó con su muerte por envenenamiento. Gobernó: 1481-1486;



Lienzo de Tlaxcala

- Ahuízotl, (Espinas del Río), hijo de Moctezuma Ilhuilcamina, gran general

del ejército durante el reinado de su hermano Tizoc, es considerado uno de los más grandes tlatoanis aztecas por su extraordinario liderazgo político y militar, así como por su exitosa gestión administrativa y económica del imperio que trajo consigo una enorme prosperidad. El primer cuidado al que dedicó mayor empeño fue la construcción del magnífico Templo Mayor que su hermano había planeado e iniciado. La obra se emprendió con gran esfuerzo que requirió un extraordinario número de trabajadores, artesanos, artistas e ingenieros, y se concluyó en cuatro años.
En 1498 se produjo una inundación en la ciudad de México que causó graves trastornos y daños, debida a imprudencias cometidas en la construcción del acueducto de Coyohuacan a México, ordenado por Ahuízotl.

Hábil negociador, diplomático y conquistador excepcional, extendió los dominios en todo el centro de México, en el sur hasta Guatemala y del Golfo de México hasta el Océano Pacífico. Reinó entre 1486 y 150;

- Moctezuma II, Xocoyotzin, (Hombre grave, circunspecto), hijo de Axayáctl
Encuentro de Cortés y La Malinche con Moctezuma II,
Códice de Tlaxcala
y de Izelcoatzin, hija del rey Nezahualcóyotl. Tenía gran preparación y experiencia militar, a grado tal que fue jefe militar del ejército de Ahuítzotl durante sus campañas y guerras de conquista, anexión y las llamadas floridas. Cuando ascendió al trono luego de la muerte de Ahuízot en las inundaciones ocurridas durante la construcción del acueducto de Coyoacán a Tenochtitlán, la etiqueta azteca ya era muy sofisticada sobre todo a partir de las reformas instauradas por su antecesor, que hacían casi imposible para el pueblo lograr ver al monarca, y quienes podían visitarle o ser recibidos en audiencia tenían que llegar descalzos y sin ver a los ojos al gran tlatoani, más unas serie de reverencias y sumisiones.

Señala Clavijero que además de haberse distinguido Moctezuma por su calidad de general en varias acciones, era sacerdote, y por su gravedad, circunspección y religión era respetado y temido. Era hombre de pocas palabras y de mucha consideración, y cuando hablaba con el consejo real como miembro de él se hacia oír con respeto.

Moctezuma extremó la magnificencia y fausto imperial, que se vieron reflejados en elaborados ceremonial y etiqueta cortesanos. A tales efectos, relata Clavijero, ningún plebeyo podía servir ni entrar a los palacios reales sino exclusivamente gente de la nobleza, que cada mañana hacían la corte en número de hasta 600 gentes. Nadie podía entrar a palacio a servir al rey o traer algún negocio, sin descalzarse antes en la puerta; ni era lícito comparecer ante el rey con vestidos ricos, porque se tenía por falta de respeto a la majestad. Todos al entrar en la sala de audiencia, sigue contando Clavijero, hacían antes de hablar tres reverencias; en la primera decían señor (tlatoani), en la segunda mi señor (notlatocaltzin) y en la tercera gran señor (hueli tlatocani); hablaban con voz baja y con la cabeza inclinada, y recibían con tanta atención y humildad la respuesta que el rey daba por medio de sus secretarios, como si fuese un oráculo. Al despedirse ninguno volvía las espaldas al trono.

Se ha especulado mucho sobre el carácter de este monarca por sus reacciones y comportamiento ante Cortés y la llegada de los españoles, pero esto es tema de otro espacio. En todo caso, muere en circunstancias confusas y trágicas para su pueblo. Gobernó de 1502 a 1520;

- Cuitláhuac, (El que ha sido encargado), señor de Iztapalapa y hermano de Moctezuma II, fue hecho prisionero por órdenes de Cortés acusado de tramar un levantamiento; luego es liberado a petición de Moctezuma con el objeto de restablecer el mercado y tranquilidad de la población. Sin embargo, una vez libre encabezó otra sublevación que atacara con fuerza y determinación el cuartel de los españoles quienes, temerosos del ataque, obligan a Moctezuma a salir a la azotea de su palacio para arengar a los sublevados para deponer las armas.

Fue ahí y en esas circunstancias cuando, según algunas versiones, Moctezuma recibió una pedrada en la cabeza que le ocasionó la muerte. Otros afirman que fueron los españoles quienes lo asesinaron. Muerto el emperador, los nobles mexica y los sacerdotes eligen a Cuitláhuac como su tlatoani, quien de inmediato se encarga de alistar tropas y buscar alianzas para enfrentar al enemigo, así, se convierte en el principal estratega de los combates que dieran la victoria a los mexicas en la llamada NocheTriste del 30 de junio de 1520. Sin embargo, muere una semana después de esos sucesos víctima de un embozado enemigo: la viruela. Gobernó sólo unos meses;

- Cuauhtémoc, Cuauhtemotzin, (Águila que desciende), sobrino de Moctezuma II y último tlatoani, a la muerte de Cuitláhuac es elegido para reorganizar el ejército, establecer alianzas, fortificar y defender la ciudad. Un año después regresaron los españoles con un enorme contingente de aliados sobre todo tlaxcaltecas, calculado en más de 150 mil efectivos, iniciando el sitio y asedio final de Tenochtitlán que duraría 90 días hasta su caída el 13 de agosto de 1521. Poco después Cuauhtémoc es apresado en Taltelolco. Gobernó alrededor de un año en tales circunstancias.

Como podemos apreciar, el poder imperial azteca surge a partir de Itzcóatl, quien enfrentó y derrotó al tlatoani de Azcapotzalco y a su propio tlatoani mexica Chimalpopoca que muere en la revuelta; pacta la Triple Alianza, someten como vasallos y tributarios a varios pueblos, así que a partir de 1427 hasta la muerte de Moctezuma II en 1520, el imperio duró poco menos que un siglo.

Notas: El sufijo “tzin” (pequeño en náhuatl), se agregaba a los nombres en señal de cortesía y respeto reverencial a personajes principales, algo semejante al don o doña: Cuauhtemotzin, Malintzin, etc. Por otra parte, Mexica es el plural de Mexicatl, un mexicano.





Bibliografía:

Clavijero, Francisco Javier, Historia Antigua de México, Editorial Porrúa, Cuatro tomos, México 1958.

Soustelle, Jacques, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, F.C.E., México 1977.

López de Gómara, Francisco, La conquista de México, Crónicas de América, Dastin, Madrid 2001.

Litterscheid, Claus, editor, Hablan los Aztecas, Prólogo de Juan Rulfo, Biblioteca del Nuevo Mundo 1492-1992, Tusquets/Círculo, Barcelona 1985.

lunes, 21 de junio de 2010

Martín Cortés

  
Códice de Tlaxcala 1552, donde aparecen Moctezuma,  Hernán
Cortés y doña Marina fungiendo como intérprete.
El primer mexicano
Por: Federico Zertuche


Para: don Francisco de Iturbe

Como entidad sociológica, la nación mexicana se empezó a gestar y consolidar a la par del proceso de mestizaje entre indígenas y españoles: a la postre, México devino país fundamentalmente mestizo, no sólo étnica sino culturalmente, de tal manera tengo para mí que, simbólica y paradigmáticamente, el primer mexicano ha sido don Martín Cortés, hijo del conquistador don Hernán y de doña Marina –la Malinche o Malintzin-.

Creo que luego de casi cinco siglos es oportuno, pertinente y hasta justo recordar, tanto en México como en España, a Martín Cortés –el primero, pues como sabemos hubo un segundo hijo Martín, éste legítimo, nacido en Cuernavaca en 1532 de la segunda esposa de Cortés, doña Juana de Zúñiga, sucesor y futuro marqués del Valle de Oaxaca. El historiador José Luis Martínez llama al primero “el Viejo”, y al segundo, Martín a secas a fin de distinguirlos. También sabemos que el padre del conquistador se llamaba Martín (Cortés de Monroy), en cuyo honor y recuerdo Hernán nombra así a sus hijos.

Martín el Viejo nace en Coyoacán a principios de 1523, muy poco después del arribo a dicho pueblo de doña Catalina Xuárez, primera esposa de Hernán Cortés, quien al parecer era presa de celos por el amor que Cortés profesaba a Martín; le reprochaba al Capitán General la bastardía y el mestizaje del hijo varón que ella no pudo darle. Como comenta Martínez (1), hay quien sostiene que en uno de esos trances de celos y reproches, en un momento de exasperación, Cortés la estranguló.

Al año siguiente, (1524), Cortés se llevó a doña Marina a la expedición de Las Hibueras como lengua, y apenas iniciado el viaje, cerca de Orizaba, Cortés decide casarla con Juan Jaramillo, con quien doña Marina tuvo una hija, llamada María. El conquistador les da por dote los pueblos de Oluta y Jáltipan; poseían además una casa en la ciudad de México, en la calle de las Medinas, según relata Martínez (2). Malintzin muere, aún joven, en 1527.

Cortés tomó a su cargo la educación de Martín, y en 1529 parte con él a España. El 16 de abril de ese mismo año el papa Clemente VII envió a Cortés dos bulas, luego de recibir de éste “un rico presente de piedras ricas y joyas de oro, y dos indios maestros de jugar el palo con los pies” (3). Por la primera de esas bulas el papa legitima a tres de los hijos bastardos de Hernán: a Martín, a Luis de Altamirano, el hijo que tuvo con la española Antonia o Elvira de Altamirano, y a Catalina Pizarro, hija de Leonor Pizarro. La segunda bula concede a Cortés el patronato del Hospital de Jesús –que edifica él en la ciudad de México y al que otorgó especial cuidado y esmero- aún en pie y funcionando hoy en día, y lo autorizaba a recibir diezmos y primicias de las tierras que le pertenecieran (a lo que la corona se opondría, prohibiéndole a Cortés el uso de dicha exención).

Poco después el propio Carlos V concede legitimidad a Martín, y en 1531 el
Códice de Tlaxcala 1552.
emperador hace “merced del hábito de Santiago” a padre e hijo. Ser miembro entonces de ésta orden religiosa y militar así como de la de Calatrava, constituía muy alto honor. Ese mismo año don Martín es nombrado paje del príncipe de Asturias futuro Felipe II, con quien al parecer siempre mantuvo una buena relación. Más tarde Felipe II lo haría su gentihombre. Don Martín recibió esmerada educación humanística y militar en la corte.

En 1541 se alista junto con su padre en la expedición de Argel organizada por el rey Carlos I y emperador Carlos V. Primero en saltar en el desembarco, comienza a pelear teniendo el agua por las rodillas. Como resultado de su acción aislada, el resto de la tripulación de la barcaza de desembarco lo siguió antes de que estuviera preparada la artillería, y así se pudo montar con rapidez una cabeza de playa. En reconocimiento a su intrépida acción, el emperador lo nombró ahí mismo comendador ad vacum (en espera de que hubiese una encomienda libre).

Sobre la malograda expedición de Argel, es oportuno transcribir algunos pasajes de las memorias del propio emperador Carlos V:

“La flota de España acudió a su hora, y cuando, tras algunas escaramuzas, las tropas habían conseguido ya situarse en un lugar adecuado para asaltar la ciudad de Argel y se encontraban en orden de batalla, con todo lo necesario para iniciar el fuego de sus baterías, se levantó súbitamente tal tempestad en el mar que un gran número de navíos zozobraron y el ejército, que se encontraba ya en tierra, sufrió también grandes daños.

No obstante todos se ayudaron mutuamente y se restableció lo mejor posible el orden, para resistir tanto al furor del mar como a las incursiones y los ataques, por tierra, de los enemigos. Pero la tormenta alcanzó tal magnitud que el emperador juzgó lo más prudente desistir de la expedición y hacerse de nuevo a la mar. Aunque esta decisión no pudo llevarse a efecto inmediatamente, ya que te tempestad no había aún cesado. El emperador se vio, pues, obligado a cubrir por tierra veinte millas, franqueando dos grandes ríos antes de llegar a Cabo Matifou, donde pudo reembarcar.” (4)

En 1547 Martín Cortés figura como alférez en la batalla de Mühlberg, librada el 20 de abril contra los príncipes protestantes (luteranos), aliados en la Liga de Esmalcalda, en la que sale victorioso Carlos V. A decir de Farnand Braudel, esa gran batalla:

“…fijó de golpe el destino de Alemania y de Europa, y, por consecuencia, el del Mediterráneo. Fue para el emperador un gran triunfo, mayor incluso que el de Pavía. Alemania pasaba a ser suya, mientras que, hasta ahora, Carlos V casi nunca había contado con el apoyo regular del mundo alemán.

¿Qué dio, exactamente, al emperador aquella victoria del 24 de abril de 1547, entre las nieblas del Elba? Ante todo, un indiscutible éxito de prestigio, tan inesperada fue y tan rápida, que sorprendió al mismo vencedor. Y no porque la guerra estuviese, ni mucho menos, admirablemente preparada y dirigida. (…) los protestantes, divididos entre ellos y desconcertados en el primer momento por la traición de Mauricio de Sajonia, dejaron en manos del enemigo a sus jefes y a millares de hombres. Su retirada condujo al desastre. Carlos V viose libre de pronto de “lo que desde hacía quince años era su mayor tormento”: la Liga Esmalcalda protestante, rebelde a Roma y hostil a la voluntad del emperador.” (5)

Martín Cortés participará después en la batalla de San Quintín, donde parece que se cubrió de gloria puesto que Felipe II lo asciende a Trece de la Orden de Santiago (uno de los más altos cargos). Sobre esa batalla relata Braudel lo siguiente:


Supuesto retrato de Martín Cortes


“Sabido es cómo Coligny se deslizó subrepticiamente en la plaza, al día siguiente de su cerco por los españoles. El ejército que, al mando del condestable, se presenta delante de la ciudad para levantar el bloqueo es dispersado por el grueso del enemigo, el 10 de agosto, a lo largo del Somma. Sobreviene una gran matanza y los españoles hacen una enorme masa de prisioneros, entre los que figura le propio condestable. Felipe II, en la retaguardia de sus tropas, recibe de hora en hora las noticias de la victoria.” (6)

En 1565 es ya capitán, y acude en auxilio de una Malta asediada por los turcos. Gracias a esta acción, dirigida personalmente por el propio Felipe II, quien nombra a García de Toledo como general de la mar, se pudo frustrar exitosamente un plan largamente añorado y planeado por Solimán “el Magnífico” para apoderarse de la estratégica isla, y de ahí dominar el sur de Italia y amenazar directamente al papa.

En efecto, el 20 de marzo 1565 la mayor escuadra que surcara el Mediterráneo en aquellos tiempos –doscientas naves, casi todas galeras, y cincuenta mil soldados para el desembarco- se disponía a conquistar Malta. El capitán de la mar García de Toledo había coordinado perfectamente todos los recursos y ayudas de defensa, y la sorpresa turca falló por completo. Cuando la escuadra española, que había incorporado naves aliadas, se acercó a la isla, el jefe de los turcos ordenó inmediatamente la retirada a la isla de Chipre. Se socorrió a los caballeros de Malta y el Mediterráneo occidental quedó libres de las grandes incursiones enemigas.

Al dejar Malta, Martín era ya capitán de mar y de guerra. Había pasado a las órdenes de don Luis de Requeséns, almirante de la flota del Mediterráneo. Parece que Martín Cortés intima ahí con don Juan de Austria, quizá la condición de bastardo de ambos debió unirlos. Don Juan, como es sabido, era hijo natural de Carlos V, comandó la flota española en Lepanto junto Requeséns, donde don Miguel de Cervantes Saavedra resultó herido perdiendo el movimiento de su mano izquierda.

En 1566, a las órdenes del duque de Alba, va con el ejército por el Camino de los Españoles, en Lombardía, donde tuvo que rechazar un ataque de hugonotes precipitado por Enrique II de Francia.

En 1568 regresa la Nueva España, donde, junto a su medio hermano y tocayo, se ve envuelto involuntariamente en una real o supuesta conspiración para “alzarse con la tierra”, y tras cuya denuncia fueron ambos apresados por orden de la Audiencia, que gobernaba tras la muerte del virrey don Luis de Velasco. Se cuenta que don Martín fue torturado, también por instrucción de la Real Audiencia, y que al no obtenerse confesión fue desterrado a perpetuidad de la Nueva España, junto con su medio hermano. Cabe mencionar que aunque la Audiencia no tenía facultades para torturar, sometió a Martín al potro y a tragar “un cuartillo de agua” conforme iba estirándose el instrumento. Cuando le quitaron el camisón a Martín notaron varias cicatrices de heridas, y al preguntársele por la causa de las mismas don Martín se limitó a contestar que habían sido inflingidas “al servicio de su majestad”.





Retrato del conquistador, don Hernán Cortés


De regreso a España se reincorporó a su vida militar. Ambos hermanos fueron recibidos en audiencia por Felipe II, quien mostró claras diferencias en el trato a favor de don Martín el Viejo. Para estas fechas éste ya ostenta el grado de cabo de tercio (segundo en el mando de un tercio, regimiento de infantería que agrupaba a tres mil soldados divididos según tres armas diferentes: pica, arcabuz y espada). Luego fue a Flandes, comisionado por don Juan de Austria, con el objeto de reclutar y mandar a quinientos hombres, entre soldados veteranos y oficiales bien bragados, para enfrentar una sublevación de moriscos en Granada.

Ahí, en diciembre de 1569, a escasos diez días de haber llegado para luchar al lado de don Juan de Austria, parte en una incursión no lejos de la ciudad, y en un desfiladero que se iba haciendo cada vez más estrecho, cae mal herido por disparos de artillería pequeña, cuando protegía la retirada de sus hombres ante una emboscada morisca. Sus veteranos, tras obedecer la retirada escalonada que había ordenado Cortés, y al ver que su líder estaba tendido, hacen una carga descubierta para recogerlo. Martín Cortés fallece dos días más tarde en Granada. Tras su muerte, Felipe II otorgó a su viuda doña Bernardina de Porres, perteneciente a la nobleza media de Rioja, una pensión de cuatrocientos ducados.

Tal es en apretada síntesis un recuento de la vida de nuestro don Martín Cortés, que ventilo no sólo con el ánimo de difundir y reivindicar su genio y figura, sino fundamentalmente para estimular un merecido, acucioso y profundo estudio sobre este singular personaje a quien considero el “primer mexicano”, y que por cierto ha recibido muy poca atención tanto en México como en España. Vale.
 

Imagen: Lienzo de Tlaxcala (circa 1552). En la escena aparecen conversando Moctezuma y Cortés, mientras La Malinche participa como intérprete (lengua).

Notas bibliográficas

(1) Martínez, José Luis, Hernán Cortés, UNAM-FCE, México 1990, p. 406.
(2) Ibidem, p. 167.
(3) Ibid., p. 515.
(4) Carlos V, Memorias, en Carlos V de Salvador de Madariaga, Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1981., pp. 193 y 194.
(5) Braudel, Fernand, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, FCE, México 1976, volumen II, pp. 348 y 350.
(6) Ibidem, p. 391.

sábado, 12 de junio de 2010

Historia de la guerra del Peloponeso

Tucídides: 2,400 años de vigencia
Por: Federico Zertuche


Un historiador que sigue leyéndose y estudiándose con entusiasmo, curiosidad e interés luego de casi dos milenios y medio de haber escrito su obra, cuyas agudas observaciones, análisis y peculiar enfoque historiográfico sorprenden al lector contemporáneo, sin duda se antoja como una proeza intelectual de alcances y efectos imperecederos que bordean la eternidad.

Tal es el caso de Tucídides y su Historia de la guerra del Peloponeso, obra magistral que continúa publicándose, es comentada, discutida y analizada por multitud de lectores y estudiosos en toda la geografía, a lo largo y ancho del paisaje cultural, como paradigma de la historia, no obstante que los acontecimientos que narra hayan ocurrido hace la friolera de veinticuatro siglos en aquella lejana península de la Grecia clásica.

¿En qué consiste el genio de Tucídides para que siga subyugando a miles de lectores a lo largo del tiempo y de las culturas más dispares? ¿Porqué su Guerra del Peloponeso sigue despertando incógnitas, interpretaciones, lecturas diversas, porqué sigue inquietando, porqué deslumbra aún hoy? ¿Cuál es el significado y las consecuencias profundas de aquella guerra, que siguen concerniéndonos y cuyos efectos nos tocan tan cercanamente? ¿Porqué los estudios históricos tienen a Tucídides como esencial referencia, como su piedra Rosetta?

Tucídides (460-398 a.C.) hijo de Oloros quien poseía ricas minas de oro en la región costera de Tracia, tuvo la fortuna de ser ciudadano ateniense durante el llamado Siglo de Pericles, -con quien por cierto rivalizó políticamente en un momento dado, y luego fuera su amigo y uno de sus mayores apologistas (como veremos más adelante)-, recibió una esmerada educación en la que pueden establecerse influencias del filósofo Anaxágoras, del célebre orador ático Antifón y del sofista Georgias cuyo nombre lleva uno de los Diálogos de Platón.

Buena parte de su vida la dedicó a la política, su mayor pasión, fuente de inspiración y motivo que le impulsó justamente a escribir su célebre Historia. La política le llevó incluso a comandar una flota durante la guerra del Peloponeso y en una desafortunada acción en la que Atenas perdió una importante plaza, fue acusado de negligencia, cayó en desgracia y fue desterrado.

Durante su exilio de casi veinte años, Tucidídes documentó y siguió muy de cerca los acontecimientos de la guerra, a raíz de lo cual escribió su magna obra que dejó inconclusa cuando lo sorprendió la muerte en Atenas, a donde había regresado poco antes de la capitulación de la ciudad en manos de Lisando, el general espartano, en virtud de un decreto especial obtenido de Enobio que le permitió regresar y presenciar con dolor la caída de su amada patria.

Como es obvio, el destierro lo privó de la política activa, en cambio, le permitió dedicarse a escribir la historia de los acontecimientos recientes y que estaban ocurriendo, desde una perspectiva y una posición más alejada e imparcial, que asumió con plena y deliberada conciencia, no ya como una forma de hacer política partidista sino de hacerla inteligible, de analizarla racionalmente, con suficiente distancia y perspectiva crítica. La guerra y el destierro lo hicieron historiador. En tal sentido, aunque a Heródoto no se le puede escatimar la paternidad de la historia, sin embargo Tucídides es el primero en hacer historia política.




Uno de los rasgos característicos y originales de Tucídides devino del hecho de haberse apartado de la tradición griega fuertemente enraizada hasta entonces de mezclar sin ningún tipo de discriminación, historia y mito, hechos reales con leyendas. Acontecimientos y sucesos acaecidos a los hombres eran explicados y justificados en última instancia por la intervención de poderes mágicos o religiosos, amén de exagerarlos o aderezarlos con intenciones poéticas y épicas con el fin de agradar a lectores y oyentes.


Al rechazar tal tradición y abocarse al estudio, investigación y explicación objetiva, racional y crítica de los actos y hechos de los hombres acaecidos en el tiempo, en su entorno social y político –la polis-, Tucídides aporta a la historia plena autonomía e independencia como disciplina de carácter científico que a partir de entonces goza, no obstante que a menudo se olvide o pase por alto.


Siendo político, como efectivamente fue, al momento de hacer historia adquirió la suficiente disciplina y auto contención a fin de observar, analizar y relatar los hechos lo más apartado posible de sus inclinaciones partidistas, ideológicas o políticas, como lo confirman los relatos de las distintas argumentaciones y discursos que las partes antagónicas enderezan ante los senados y asambleas ya espartanos, ya atenienses o de las confederaciones, que se ajustan en el espíritu a lo que cada una de ellas creía que en justicia y en razón amparaba y justificaba sus respectivas causas y decisiones para emprender o rechazar la guerra. Hay ponderación y equilibrio en las argumentaciones que Tucídides pone en boca de las partes involucradas.


En su célebre Paideia Werner Jaeger ha enfatizado lo siguiente: “La asombrosa concentración de pensamiento y voluntad políticos que revela Atenas… haya en la obra de Tucídides su expresión espiritual más adecuada.” Y añade: “Pero Atenas, orientada y concentrada en el presente, se vio de pronto sumida en un recodo del destino en que el pensamiento político despierto se vio precisado a completarse con el conocimiento histórico, aunque en un sentido y con otro contenido: era preciso llegar al conocimiento de la necesidad histórica que había conducido la evolución de la ciudad de Atenas a su gran crisis. No es que la historia se haga política, sino que el pensamiento político se hace histórico. Tal es la esencia del fenómeno espiritual que halla su realización en la obra de Tucídides.” (1)


De tal manera que Tucídides va más allá de la mera exposición y análisis de los argumentos y pretextos esgrimidos por las partes, ya a favor o en contra de emprender la guerra, a los que en todo caso considera superfluos o meras excusas que esconden los motivos ocultos que habrá que desentrañar y a ello se empeña.


Para Tucídides el trasfondo que motivó el inevitable enfrentamiento entre las dos potencias rivales de la Hélade, no fue otro más que la contradicción irreductible e irremediable por vías pacíficas entre dos proyectos de vida y de organización política y social, de dos concepciones civilizatorias, que no tenían más remedio que resolverse a través de la guerra, es decir, mediante la aniquilación de uno u otro.


“Es esta tensión entre civilizaciones lo que la aguda intuición, el elevado raciocinio y el genio político de Tucídides logran captar y expresar como el eje del drama sobriamente expuesto, sin adornos poéticos ni épicos, sin asideros míticos, mágicos o religiosos –la historia desacralizada-, sino como el enfrentamiento entre seres humanos y las sociedades políticas que conforman, sus ideas, ideales, temores y miedos, intereses y ambiciones, así como el resorte supremo y determinante… el anhelo de dominio, la codicia y el poder". (2)


“(…) tengo para mí –ha escrito Tucídides al final del Libro I, capítulo II- que la causa principal y más verdadera, aunque no se dice de palabra, fue el temor que los lacedemonios tuvieron de los atenienses, viéndoles tan pujantes y poderosos en tan breve tiempo.” (3)


Para enfatizar el carácter objetivo que le motivó a escribir su historia, alejado de las pasiones políticas y alentado por las ventajas que ofrece el conocimiento racional, expone el objeto de su obra: “Acaso mi obra parezca poco divertida por falta de bellas historias. Será útil, sin embrago, para todo aquel que quiera formarse un juicio adecuado y examinar de un modo objetivo lo que ha acaecido y lo que, de acuerdo con la naturaleza humana, ocurrirá ciertamente en el futuro, del mismo modo o de un modo análogo. Ha sido concebido como posesión de valor permanente, no como un alarde propio para satisfacción momentánea.” (4)


Esta última afirmación, nos remite a la aspiración del conocimiento de leyes universales y permanentes; si la naturaleza humana es igual y la misma en todo tiempo y circunstancia, será pues posible y previsible determinar su curso. Esta aspiración que inaugura Tucídides para el conocimiento histórico, quizá sea la que le da carácter de imperecedera actualidad a su Historia.


Al respecto, Edmundo O’Gorman ha señalado que: “La novedad y grandeza del esfuerzo de Tucídides por reconstruir la historia de un pasado para el cual ya no había testigos oculares –se refiere a la prehistoria griega del Libro I-, consiste en que, en el fondo, no sólo se trata de ofrecer una serie de sucesos cronológicos y casuísticamente encadenados, sino de presentar una imagen del devenir histórico como un proceso significativo.” (Las cursivas son mías).


Y añade O’Gorman: “Para Tucídides, pues, lo importante no es recordar y registrar lo acontecido, sino captar su sentido mediante la interpretación de unos cuantos indicios que le parezcan dignos de fe, una vez despojados por él de la hojarasca de las tradiciones míticas y de las ficciones de la epopeya. Se trata, por consiguiente, en primer lugar, de una hipótesis sobre el acontecer histórico, pero, en segundo lugar, de una hipótesis cuya finalidad es poner de manifiesto la verdad subyacente a ese acontecer.” (5)


En política, “sólo es posible una acción previsora y sujeta a plan, si en la vida humana, en determinadas condiciones, las mismas causas producen los mismos efectos.” (6) “Con esta comprobación de Solón, añade Jaeger, empieza el pensamiento político de los griegos. Desde entonces se ha añadido a la esfera del interior del Estado (política interna) un nuevo y gigantesco campo de experiencia política, desde que Atenas se ha convertido en un gran poder: el de las relaciones entre Estado y Estado que en la actualidad llamamos política exterior. Entre sus características juegan un papel esencial la previsión y la claridad de juicio, que según propia confesión, son las cualidades que Tucídides quiere legar a la posteridad. (7)


La verdadera grandeza de su espíritu, ha señalado Jaeger refiriéndose a la obra histórica de Tudídides, consiste en el esfuerzo para llegar al conocimiento político. “La política es un mundo regido por leyes inmanentes peculiares, que sólo es posible alcanzar si no consideramos los acaecimientos aisladamente, sino en la conexión de su curso total.”(8)


El genio de Tucídides radica no sólo en la mera exposición fáctica de los acontecimientos que relata, de por sí importantes y original la manera en que los expone, sino por la indagación y la dilucidación de las causas que los han producido, pues ello servirá para predecir o evitar, en circunstancias similares, los acontecimientos del futuro. En ello radica a mi juicio la grandeza del conocimiento histórico: explicar el pasado para entender el presente y prever el futuro: la historia del hombre en el tiempo, en el devenir.


En su célebre obra La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper sitúa los albores de la “sociedad abierta” precisamente en la Atenas de Pericles y Tucídides y, en contraposición, como prototipo de la “sociedad cerrada” destaca a Esparta; la lucha entre ambas como tensión dialéctica por antonomasia que necesariamente se da entre esos dos tipos de sociedad: las abiertas y las cerradas. En tal sentido, la guerra del Peleponeso no es para Popper otra cosa más que una representación de esa pugna y su resolución –temporal y transitoria- por la vía armada.


Trátase de la tensión entre sociedades cerradas, movidas por un afán de preservar una rígida estructura de poder por lo general oligárquica, así como por una cosmovisión mágica y colectivista que le son propias, sostenidas por el mito y el tabú, que no desean cambiar ni trastocar el orden impuesto, y por el otro lado las sociedades abiertas motivadas por un ímpetu liberador, renovador, individualista, de apertura a lo ajeno y nuevo, de cara al futuro, cuyo asidero es el pensamiento racional y crítico. Es la guerra entre el detenido tribalismo oligárquico espartano y la pujante democracia ateniense.


Como político, historiador y filósofo, Tucídides fue plenamente consciente y actor partícipe del extraordinario movimiento civilizador fundacional que se gestaba en la Atenas de su época. Por ello considera la guerra del Peleponeso como el suceso clave y eje de Grecia, de cuyo desenlace dependería la suerte de esa magna empresa civilizatoria.


En su Libro I, capítulo I, hace una recapitulación de las anteriores guerras empezando por Troya, incluidas las Guerras Médicas con el fin de destacar su menor importancia y significación ante la del Peleponeso, tanto por el número de combatientes que emplearon, así como por los pertrechos, naves y duración, pero sobre todo, por lo que estaba en juego. Cuenta, asimismo, la manera en que se formó la idea de lo que actualmente llamamos conciencia nacional de Gracia, lo que significaba e implicaba ser griego entonces, así como las causas del progreso y engrandecimiento de Atenas.


Ésta ciudad debió en gran medida su expansión, grandeza material y espiritual, al extraordinario desarrollo marítimo que experimentó, gracias al cual pudo formar una gran armada, la más grande y poderosa de su tiempo, así como –no menos importante- por el establecimiento de una flota mercante que se extendía a lo largo y ancho del Mediterráneo y que propició una intensa y enorme actividad comercial que trajo consigo no sólo grandes riquezas y la formación de capital, sino el contacto, conocimiento y diálogo con otras culturas, lenguas y civilizaciones.


Armada y flota mercante edificaron el imperio y el poder imperial de Atenas, al tiempo de fomentar en los atenienses una disposición de apertura al mundo que forzó la ruptura con su ensimismamiento, propiciando una nueva vocación de arrojo y disposición para crear y realizar un nuevo proyecto de vida que en efecto crearon y realizaron, y cuyos paradigmas siguen siendo perfectamente válidos en nuestros días.


No obstante su superioridad naval, política y económica, luego de veintisiete años de guerra Atenas sucumbe ante Esparta por una serie de acontecimientos adversos que se conjugaron. Durante la guerra, emprendieron una desastrosa expedición punitiva a Sicilia (la Magna Grecia), luego muere inesperadamente el excepcional líder Perícles quien “gobernaba a la multitud en mayor medida que era gobernado por ellos” y que “gracias a su sentido del honor, llegaba a oponérsele”, y quien había advertido: “temo más a nuestros propios errores que a la estrategia del enemigo”. Le suceden una serie de políticos que a decir de Tucídides acabaron por “entregar el gobierno al pueblo, siguiendo sus caprichos”, con lo que se incurrió en todos los errores caucionados por Perícles y que, a la larga, acarrearon el desastre y la derrota.


En la célebre Oración fúnebre de Perícles, que Tucídides, coetáneo del gran líder e inmejorable orador, recoge con la mayor fidelidad, están condensados los ideales, paradigmas, aspiraciones, vocación política y filosófica que la Atenas de la generación de Perícles estaba resuelta a emprender y servir de ejemplo para todos los pueblos que aspiran a un estadio superior de civilización. Recojamos algunos párrafos que bien merecen recordar:


- Nuestras leyes ofrecen una justicia equitativa a todos los hombres por igual, en sus querellas privadas, pero eso no significa que sean pasados por alto los derechos del mérito. Cuando un ciudadano se distingue por su valía, entonces se lo prefiere para las tareas públicas, no a manera de privilegio, sino de reconocimiento de sus virtudes, y en ningún caso constituye obstáculo la pobreza.
- Nuestra administración favorece a la mayoría y no a la minoría: es por ello que la llamamos democracia.
- La libertad de que gozamos abarca también la vida corriente; no recelamos los unos de los otros, y no nos entrometemos en los actos de nuestro vecino, dejándolo que siga su propia senda.
- Pero esta libertad no significa que quedemos al margen de las leyes. A todos se nos ha enseñado a respetar a los magistrados y a las leyes y a no olvidar nunca que debemos proteger a los débiles. Y también se nos enseña a observar aquellas leyes no escritas cuya sanción sólo reside en el sentimiento universal de lo que es justo.
- Nuestra ciudad tiene las puertas abiertas al mundo; jamás expulsemos a un extranjero.
- Somos libres de vivir a nuestro antojo y, no obstante, siempre estamos dispuestos a enfrentar cualquier peligro.
- Amamos la belleza sin dejarnos llevar de las fantasías, y si bien tratamos de perfeccionar nuestro intelecto, esto no debilita nuestra voluntad.
- Admitir la propia pobreza no tiene entre nosotros nada de vergonzoso; lo que sí consideramos vergonzoso es no hacer ningún esfuerzo para evitarla.
- El ciudadano ateniense no descuida los negocios públicos por atender sus asuntos privados.
- No consideramos inofensivos, sino inútiles a aquellos que no se interesan por el Estado; y si bien sólo unos pocos pueden dar origen a una política, todos nosotros somos capaces de juzgarla.
- No consideramos la discusión como un obstáculo colocado en el camino de la acción política, sino como un preliminar indispensable para actuar prudentemente.
- Creemos que le felicidad es el fruto de la libertad, y la libertad del valor, y no nos amedrentamos ante el peligro de la guerra.
- Resumiendo: sostengo que Atenas es la Escuela de la Hélade y que todo individuo ateniense alcanza en su madurez una feliz versatilidad, una excelente disposición para las emergencias y una gran confianza en sí mismo. (9)


He aquí, parte del imperecedero legado que la Atenas de la Gran Generación ha brindado a la humanidad y que Tucídides supo plasmar en su única pero inmortal obra escrita para dejar constancia y testimonio de ello como ejemplo para todas las generaciones que desde entonces –hace veinticuatro siglos- han querido y sabido aprovecharse de ella.


En nuestro atribulado país que todavía se debate en feroz tensión y pugnas irresolutas para transitar o no hacia un mejor estadio civilizatorio que ofrece la sociedad abierta, y dejar atrás, de una vez por todas, la sociedad cerrada que se resiste a morir y que en tal afán impide la plena realización y cristalización de la sociedad abierta y democrática que nos merecemos, sería muy provechoso estudiar, aprender, recordar y valorar el imperecedero legado dejado por Tucídides y la Atenas de Perícles.



Notas bibliográficas
(1) Jaeger, Werner, Paideia: los ideales de la cultura griega, Fondo de Cultura Económica, México 1971, pp. 346 y 347.

(2) O’Gorman, Edmundo, Introducción a la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, Sepan Cuantos, núm. 290, Editorial Porrúa, México 1989, p. LVIII.
(3) Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, Sepan Cuantos, núm. 290, Editorial Porrúa, México 1989, página 11.
(4) Tucídides citado por Jaeger, Opus cit.
(5) O’Gorman, Opus cit., p. XXVIII.
(6) Jaeger, Opus cit., p. 351.
(7) Jaeger, Opus cit., p. 351.
(8) Ibidem
(9) Popper, Karl, La sociedad abierta y sus enemigos, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona 1994, pp.101 y 182.

domingo, 6 de junio de 2010

Le Roman de la Rose

El arte de amar medieval
Por: Federico Zertuche



Muy probablemente Le Roman de la Rose ha sido el libro más leído, comentado, editado e influyente en y de la dilatada Edad Media, en ello coinciden varios especialistas: historiadores, filólogos, poetas, medievalistas, bibliófilos, et al. En todo caso, es una auténtica joya bibliográfica de todos los tiempos, una cumbre cultural.



Eso se confirma si tomamos en cuenta que se han preservado más de tres centenares de ejemplares únicos del Roman anteriores a la imprenta, elaborados a mano, escritos con sofisticadas caligrafías -góticas, carolingias, itálicas-, ricamente ilustrados sobre pergaminos y encuadernados con finas pieles repujadas, no hay comparación con ningún otro título, además de numerosos testimonios de época que dan cuenta del enorme suceso editorial que representó durante siglos, en particular del XIII al XV.


El Roman de la Rose es un elaborado relato alegórico de amor, escrito en forma de poesía en versos octosílabos, cuya primera parte (1225-1240) es autoría de Guillaume de Lorris y la segunda de Jean de Meun, quien lo completó entre 1275 y 1289 tras la muerte del primero que lo dejara inconcluso.



El jardín del placer
Escribe Johan Huizinga en su maravilloso y monumental fresco El otoño de la Edad Media que el Roman de la Rose “no sólo ha dominado por completo las formas del amor aristocrático, sino que, con su enciclopédica riqueza en digresiones sobre todos los asuntos posibles, ha sido además el teatro adonde iban a buscar los profanos cultivados lo más vivo de su desarrollo espiritual. No puede apreciarse bastante el hecho de que la clase dominante de todo un período concentre de este modo su conocimiento de la vida y su erudición en el marco de una ars amandi.” (1)


Dice Octavio Paz en La llama doble que “a veces la reflexión sobre el amor se convierte en la ideología de una sociedad: entonces estamos frente a un modo de vida, un arte de vivir y morir. Ante una ética, una estética y una etiqueta: una cortesía, para emplear el término medieval. La cortesía no está al alcance de todos: es un saber y una práctica. Es el privilegio de lo que podría llamarse aristocracia del corazón.” (2)



Pero volvamos con Huizinga: “No ha habido ninguna otra época en que el ideal de la cultura temporal haya estado tan íntimamente unido con el amor a la mujer como desde el siglo XII al XV. Todas las virtudes cristianas y todas las virtudes sociales, el desarrollo entero de las formas de la vida, encontrábanse insertas en el marco de un amor fiel, por obra del sistema del amor cortés. La concepción erótica de la vida, ya sea en su más antigua forma puramente cortés, ya en la forma en que se encarna en el Roman de la Rose, puede ponerse en el mismo plano que la Escolástica de la misma época. Ambas representan la misma grandiosa aspiración del espíritu medieval: abarcar desde un solo punto de vista todo lo que entra en la vida. (3)



“En la policromía de las formas del amor concentróse la aspiración entera a la belleza de la vida. Quien veía la belleza en el honor y en el rango; quien quería adornar su vida en la pompa y el esplendor; en suma, quien buscaba la belleza de la vida en la soberbia, acababa siempre por tener la evidencia de la vanidad de estas cosas. En el amor, por el contrario, es fin y esencia el goce mismo de la belleza para todo aquel que no se haya despedido de toda dicha terrena.” (4)



El recurso de la figura retórica de la alegoría, tan apreciado en la Edad Media, venía de la Antigüedad latina, y es una figura literaria que consiste en exponer, por medio de metáforas consecutivas, un sentido recto y otro figurado a fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente. El Roman es un poema eminentemente alegórico y hasta hermético. He aquí el ameno plan y amable fantasía que anima el conjunto, descrito por Huizinga:



“El tema es el tan frecuente de un sueño. El poeta ve cómo parte él mismo en las primeras horas de una mañana de mayo, para ir a escuchar al ruiseñor y a la alondra. El camino lo conduce a lo largo de un río hasta los muros del misterioso jardín del amor. En los muros ve reproducidas las imágenes del odio, la traición, la necedad, la codicia, la avaricia, la melancolía, la mojigatería, la pobreza, la envidia y la vejez: las cualidades anticortesanas. Dame Oiseuse (la Ociosidad), la amiga de Déduit (el Recreo), le abre la puerta. Dentro dirige Liesse (la Alegría) la danza. El dios del Amor danza con la Belleza en un corro en que toman parte la Riqueza, la Dulzura, la Franqueza, la Courtoisie y la Juventud. Mientras el poeta se ha puesto a admirar los capullos de rosa que ve junto al pozo de Narciso, el dios del Amor lo hiere con sus flechas: Beauté, Simpless, Courtoisie, Compagnie y Beau-Semblant. El poeta se declara servidor del amor (homme lige). Amour le cierra el corazón con una llave y le revela los mandamientos, los males y los bienes del amor. Espérance, Doux-Penser, Doux-Parler, Doux-Regard son los nombres de estos útlimos.



Hortus conclusus (Jardín cerrado)
Bel-Accueil (Acogida Amable), el hijo de Courtoisie, le invita a acercarse a las rosas; pero entonces llegan los guardianes de la rosa, Danger, Male-Bouche, Peur, Honte y le expulsan. Con esto empieza la complicación. Raison desciende de su alta torre para conjurar al amante; Ami le consuela; Venus despliega sus artes contra Chasteté; Franchise y Pitié lo devuelven a Bel-Accueil,que le permite besar la rosa. Pero Male-Bouche lo cuenta de nuevo. Jalousie llega corriendo y se levanta un fuerte muro en torno de las rosas. Bel-Accueil es encerrado en una torre. Danger y sus compañeros guardan la puerta. Con una lamentación del amante termina la obra de Guillaume de Lorris.” (5)



Tal es la trama general de la primera parte del Roman, años después apareció Jean de Meun que la hizo mucho más extensa y le confirió su particular cosmovisión poética, de la mujer, del amor y de las cosas en general, enriqueciéndola, dotándola de diversidad de enfoque y expresividad.



Destaca Huizinga que Jean de Meun “llevó a fin la obra en una continuación mucho más extensa. El curso ulterior de la acción, el ataque y la conquista del castillo de la Rosa por Amour, con todos sus aliados, las virtudes cortesanas, y también Bien Celer y Faux-Semblant, es casi anegada en un mar de digresiones, consideraciones y narraciones, con las cuales ha hecho el segundo poeta una verdadera enciclopedia de la obra.” (6)



Para finalizar he querido reproducir dos pasajes tomados de la traducción del erudito medievalista y filólogo español Carlos Alvar Ezquerra y de Julián Muela, de El Libro de la Rosa, publicado por Ediciones Siruela, Madrid 1986:

"Sin tardanza ni demora me uní a la rueda, contento de que Cortesía me hubiera suplicado y pedido que bailase, pues estaba deseoso y con ganas de bailar, aunque no me atrevía a hacerlo. Contemplé los cuerpos, las formas, los rostros, el aspecto y las maneras de los que estaban bailando, y os lo voy a describir."

“Narciso fue un muchacho al que Amor atrapó en sus redes: lo atormentó tanto y tanto hizo que llorara y se lamentara, que al fin entregó su alma, pues Eco, dama de elevada posición, lo amaba más que a ningún ser vivo y fue tan mal tratada por él, que acabó diciendo que obtendría su amor o que moriría.”

Y este último pasaje de Narciso pero traducido por Juan Victorio, Le Roman de la Rose, Editorial Cátedra, Madrid 1987, que vale la pena comparar:

"Era este Narciso un joven doncel/ que Amor atrapó dentro de sus redes,/ el cual lo trató tan sañudamente,/ lo obligó a llorar y a dolerse tanto,/ que el pobre acabó su alma expulsando./ Y esto fue porque Eco, una noble dama,/ a Narciso amaba como a nadie amó: mas tan duramente por él fue tratada,/ que llegó a decirle que, o su amor le daba,/ o que perdería la vida por él."

Es conveniente destacar aquí que, si ya de por sí es muy difícil traducir poesía al tratar de trasvasar de una lengua a otra estructuras lingüísticas métricas, estílisticas, poéticas y figuras como la metáfora o la alegoría, más problemático se torna el trabajo cuando el traductor tiene que encarar códigos culturales y de civilización de hace siete siglos, estructuras mentales, de cosmovisión, valores y principios, gustos y patrones de una época tan lejana, que dicha labor resulta titánica.

Así pues, tenemos que el libro más famoso de la Edad Media un “best seller” de entonces, es un poema alegórico de amor, del amor cortés que sirviera de modelo durante siglos en la Europa medieval.



Notas bibliográficas

(1) Huizinga, Johan, El otoño de la Edad Media –Estudios sobre la forma de la vida y del espíritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Países Bajos-, Alianza Editorial, España 1984. Página 154.
(2) Paz, Octavio, La llama doble –Amor y erotismo-, Seix Barral, México 1994. Págs. 34 y 35.
(3) Huizinga, Opus Cit., pág. 154.
(4) Ibidem, Pág. 155.
(5) Ibidem, págs. 161-162.

(6) Ibidem, pág. 162.


Recomiendo ampliamente este link http://romandelarose.org/ Aquí entramos a la Roman de la Rose Digital Library, donde sugiero hacer click en Morgan 948 en el apartado Rose Summary, y podrán apreciar un bellísimo ejemplar del año 1520, hoja por hoja hasta más de 400, hermosamente ilustradas y escritas con una finísima caligrafía.


Notas iconográficas

Las ilustraciones exhibidas, forman parte de antiguos ejemplares del Roman de la Rose. En la primera -de arriba a abajo-, aparecen al fondo tres músicos, uno de ellos tañendo una flauta, el del medio una gaita y el de la derecha que casi no se ve, tal vez tocando un laúd. Luego, en primer plano, dos parejas tomadas de las manos bailando; cada personaje lleva impreso un nombre que muy probablemente designa la virtud alegórica que representa. La escena ocurre en un salón señorial, quizá de un castillo, y todos ellos están finamente ataviados como corresponde a la alta nobleza.
La segunda, ilustra El Jardín del Placer, afuera aparecen El Amante y la Dama Ociosa (Oiseuse). Esta bella representación pertenece a un ejemplar de Le Roman de la Rose, elaborado en Brujas, Países Bajos, entre 1490 y 1550 para Engelbert II, conde de Nassau y Vianden, por pintores no identificados, en la que se usó caligrafía gótica cursiva. Este ejemplar obra en el Catálogo de Manuscritos Iluminados de la British Library. El resto de ilustraciones son para apreciarse únicamente.



Para ampliar las ilustraciones haz clik en la superficie.

(http://www.bl.uk/catalogues/illuminatedmanuscripts/).