domingo, 23 de mayo de 2010

Los media

Poder político y medios de comunicación
Por: Federico Zertuche


¿Cuarto poder?
Si nos referimos al poder como capacidad de influir en las actitudes y conductas de los hombres, en sus creencias, opiniones y valores, es posible afirmar que los medios de comunicación –los media- ocupan en la actualidad y en el futuro previsible no el cuarto sino el primer poder.

Aquel eufemismo acerca del cuarto poder tendrá que ser revalorado, de manera similar a los rankings que periódicamente elabora la revista Forbes sobre las más grandes empresas, corporaciones y fortunas personales de los hombres más ricos del planeta.

En efecto, a partir del tremendo auge de la televisión que la ha situado en el primer lugar en tiempo y forma en la globalidad dada su influencia y efectividad, los media han adquirido, para bien y para mal, un inmenso poder de persuasión sobre millones y millones de personas-espectadores de todas las clases sociales sin distinciones económicas, ideológicas, raciales, nacionales, religiosas y culturales.

Es el fenómeno global por excelencia o por deficiencia, según sea visto: Desde las más humildes viviendas en barrios marginales donde campea la pobreza absoluta pero no faltan antenas y el aparato televisor, en aldeas remotas de indios amazónicos o lacandones, en el Himalaya, en Burundi o Camboya, en el Polo Norte o en el Sur, en Manhattan o en El Cairo, en Sao Paulo, Calcuta o Barcelona, la gente está prendida al televisor durante varias horas al día, viendo telenovelas, reality shows, caricaturas, las guerras del Golfo, la caída del Muro de Berlín, noticias, concursos, o el juicio de O. J. Simpson, y forzosamente, multitud de comerciales y propaganda.

Las audiencias masivas que concitan los media, en primer lugar los audiovisuales (televisión), seguida por los auditivos (radio) y finalmente, por los escritos (prensa), desplazan, con mucho, a la convocatoria de políticos, iglesias, gobiernos y artistas del show business, quienes, dicho sea de paso, están inexorablemente involucrados o son parte de los media mismos. ¿Continente y contenido? ¿El medio es el mensaje?

Política y media
En tal sentido, política y media están indisolublemente relacionados, ya sea por amasiato o por matrimonio, pero siempre por conveniencia mutua; turbulento en muchas ocasiones dadas las infidelidades de ambos o por conflictos de intereses que con frecuencia se suscitan por invasión de territorios considerados coto exclusivo. Pero, en todo caso, prevalece tal unión (quizá incestuosa), sin llegar a un no deseado, inconveniente y probablemente desastroso divorcio.

Podrán cambiar los actores de turno, ya sean partidos políticos o líderes individuales; algunos medios desaparecen o mudan de propietarios, lo que no cambia es la relación orgánica e institucional, la ligazón estructural, social y política que une a medios y actores políticos permanece intacta; lo que a fin de cuentas los mantiene unidos y al mismo tiempo separados. Juntos pero no revueltos, como se dice coloquialmente. ¡Bonita, provechosa y hasta odiosa unión dialéctica!

Los unos no quieren ser mal exhibidos ni criticados por los otros, y éstos no quieren ser maniatados o censurados por aquellos. Sin embargo los primeros no pueden promoverse ni difundir sus programas y propaganda sin los segundos, y éstos lo que venden, entre otras cosas, son los chismes, dimes y diretes, acciones y omisiones de los primeros.

De tal manera viven, medran y se aprovechan los unos de los otros. Materia prima (primordial) para los medios son los políticos y la política; vehículo imprescindible para éstos son los media. Y venga de ahí el maridaje, amasiato, concubinato o amistad mal avenida. Relaciones peligrosas, si las hay, devienen de esa indisoluble trabazón.

Los gobiernos han querido librarse de esa incómoda dependencia inventando su propia media: periódicos, televisoras y/o radiodifusoras oficiales, pero ya sabemos la suerte que han corrido: amén de una credibilidad nula frente al público, han sido mediocres, ineficientes e improductivos; por su parte, los media que apuestan abierta y cínicamente a un proyecto, candidato o partido político, pierden también credibilidad, veracidad, independencia y autonomía, por consiguiente, el favor del público; y por añadidura, utilidades, eficacia económica y comercial que les da vida y sustento.

De tal manera que zapatero a tus zapatos: unos confeccionándolos y otros usándolos, calzándolos, pues tan difícil como penoso es andar descalzo e igual no saber leer.

Poder político
Si, por otro lado, entendemos por poder la facultad y jurisdicción para mandar ejecutar una cosa, entonces el Estado y sus órganos –ejecutivo, legislativo y judicial- siguen teniendo la primacía del poder político –el soberano-, entendido en su formulación clásica: aquel sobre el cual no existe ni se sobrepone ningún otro poder; el que está por encima de los demás, quien detenta el monopolio legal y legítimo de la violencia: el Estado y sus operadores de turno, los gobernantes.

En los Estados totalitarios, dictatoriales o abiertamente autoritarios, el poder político centralizado y excluyente ejerce un control monopólico sobre los media que se constituyen en un elemento fundamental para la transmisión y comunicación de propaganda y control político e ideológico sobre la población.

Los ejemplos abundan y hasta parecerían redundantes, aunque nunca está de más recordarlos: los regímenes nazi-fascistas, los comunistas, dictaduras como las de Franco, Pinochet o Castro, en todos los cuales existía una férrea censura y control sobre los media, amén de ser vehículos de manipulación propagandística. En todo caso, la libertad de prensa brillaba por su ausencia.

La prensa libre es uno de los pilares fundamentales de toda democracia. Esta se traduce de diversas maneras: pluralidad de los media, posibilidad real de propiedad privada sobre los mismos, diversidad política, ideológica o cultural, así como el ejercicio de un alto grado de libertad crítica, legalmente garantizada, sobre todo frente al poder público constituido.

En los regímenes democráticos el mayor enemigo de la libertad de prensa es el monopolio de los media. De tal manera que quienes están encargados de hacer cumplir y operar las leyes e instituciones liberales anti monopólicas deberán estar en permanente alerta para evitar y en su caso reprimir dicha tendencia.

El caso de Silvio Berlusconi en Italia ilustra tal peligro: aparte de ser dueño de las principales cadenas televisoras privadas y de tantos otros medios impresos y auditivos, como Primer Ministro controla también los media públicos. Tal concentración de poder político y mediático lo ha convertido en uno de los hombres más poderosos del mundo en un país democrático y capitalista. Por si ello fuera poco, Berlusconi es uno de los hombres más ricos del mundo.

En todo caso, y una vez establecidas las características y diferencias esenciales entre el papel que juegan los media en regímenes totalitarios o dictatoriales y en los democráticos, es necesario subrayar que en cualquier tipo de régimen aquellos ejercen por su naturaleza misma gran influencia sobre las opiniones, actitudes y conductas de la población, es decir, poseen un poder determinante y creciente sobre los seres humanos.

Poder persuasivo
Los medios de comunicación son a su vez medios de persuasión, y como señala Álvaro Rodríguez Carballeira: “Un paso más allá de la persuasión se encuentra el adoctrinamiento o persuasión coercitiva, también llamado de forma metafórica lavado de cerebro.” (1)

Los medios pueden y de hecho utilizan, formas de coerción social y psicológica para persuadir a la audiencia en un determinado sentido. Y no nos referimos a la publicidad, que de suyo busca persuadir, sino a diversas formas de presión grupal, colectivas o institucionales bien sean generadas por los propios media o sólo transmitidas por ellos. En la coerción psicológica de carácter más cognitivo figuran la distorsión de la realidad y de la información mediante la ocultación, la mentira y la desinformación.

“Tanto la ocultación como la alteración de los hechos o datos, nos dice Rodríguez Carballeira, al igual que la selección sesgada o unilateral de los mismos, y el planteamiento reduccionista (sobre todo en su forma de maniqueísmo, señalando al enemigo) son fórmulas de tergiversar la realidad que sirven al mismo sistema manipulador de suplantar la información verdadera por la interesada. Un instrumento clave para ese manejo interesado de la información es, cómo no, la manipulación del lenguaje a través de muy diversas tácticas, entre ellas: preguntas capciosas, generalizaciones infundadas, uso de estereotipos, valoraciones solapadas, énfasis selectivos, planteamientos de elecciones ficticias y reduccionismos diversos.” (2)

Los media: actores políticos
Los media, pues, han derivado en actores políticos de primer orden en tanto que buscan lucrar e influir cuando son independientes, o bien influir cuando dependen del Estado o de algún partido o facción política. Sin embargo, la independencia de algunos medios no es absoluta: depende estructuralmente de su empresa y de la lógica empresarial; en tanto que los otros –ya sean estatales, de iglesias, partidos o sindicatos-, dependen de la lógica estatal, eclesiástica, partidista o sindical. Así que la dependencia o independencia serán siempre relativas.

A su vez, los media son actores de conflictos, si tomamos en cuenta que toda vida social supone conflictos porque es dinámica, es decir, cambiante. No hay en la sociedad humana algo que sea eternamente estable, todo es cambio, y el cambio supone conflicto, pero al mismo tiempo oportunidad de regeneración y reto para resolver racionalmente y controlar los problemas sociales.

El conflicto es creado, mantenido y resuelto mediante el intercambio de mensajes. La comunicación y el conflicto están, por tanto, íntimamente relacionados. Los media son canales institucionalizados a través de los cuales se manifiestan y ventilan los conflictos y, en muchas ocasiones, los media mismos son partícipes interesados de y en conflictos, lo que les confiere un rol político preponderante y decisivo.

Los media son narradores, comentaristas y partícipes de conflictos. Héctor Borrat señala que “La centralidad del conflicto en la consideración del periódico como actor queda ampliamente confirmada. Ella se encuentra en los tres niveles: el periódico relata y comenta hechos noticiables que en su trama básica –A contra B- enfrentan dos o más actores sociales en función de relaciones de poder, participa en algunos conflictos sobre los que informa y experimenta conflictos –habitualmente omitidos en sus temarios- en su propio cuerpo institucional.” (3)

Siguiendo a Borrat y haciendo extensivas sus reflexiones para todos los media, “[…] el periódico tiene que:

- reunir informaciones que recibe de, o busca en, las fuentes;
- excluir, incluir y jerarquizar informaciones sobre hechos, actores, procesos, tendencias e idea de la actualidad;
- construir y jerarquizar los temas que, sobre las bases de las informaciones incluidas, compondrán el temario de la actualidad periodística;
- investigar esos temas mediante la búsqueda, en las misma u otras fuentes, de datos adicionales y mediante la aplicación de conceptos, modelos y teorías;
- narrar y comentar esos temas produciendo textos según los géneros y los estilos periodísticos que decida;
- excluir, incluir y jerarquizar los relatos informativos y los comentarios sobre la actualidad ya producidos para componer, con los incluidos, el temario de la superficie redaccional. (4)

Excluir, incluir y jerarquizar, he aquí uno de los instrumentos más preciados que junto a la periodicidad de los media constituyen y fortalecen sus estrategias como actores políticos. No eres nadie si no sales en la tele, y si sales, a ver cómo te sacan: parecen ser divisas de los políticos y las luminarias de nuestros tiempos. Es impresionante constatar cómo se desviven por una entrevista, un reportaje o para “salir en la foto”, y cómo se atormentan por una mala o adversa cobertura. Huelga mencionar la manera en que los políticos hacen política a través de los media.

Derivada de esa imperiosa necesidad de los políticos por los media, y aunado a los instrumentos que hemos referido en el párrafo anterior, los medios y sus representantes adquieren un papel protagónico de igual jerarquía que aquellos, se convierten en actores políticos también.

Pero sigamos con Borrat: “Al proceso de toma de decisiones por el periódico puede aplicársele analógicamente el concepto de cálculo estratégico, que ha ganado prestigio sobre todo en relaciones internacionales. Actor político, periódico considera a su manera los tres componentes del cálculo estratégico: objetivos, riesgos y recursos. Según los resultados a que se llegue, así serán sus decisiones básicas de excluir, incluir y jerarquizar; según los objetivos que se proponga y los riesgos que estime superables, así serán los recursos que invierta en el diseño y la realización de sus estrategias específicas.

Los objetivos

El periódico persigue dos clases de objetivos:

- los objetivos permanentes que, según su línea política, orientan su estrategia global, y
- los objetivos temporarios, que sirven al logro de los permanentes orientando las estrategias específicas que el periódico diseña ante determinadas situaciones de conflicto.” (5)

Deseo enfatizar que aunque el estudio de Borrat, del que hago largas citas, se refiere al periódico independiente de información general, muchos de sus análisis pueden perfectamente aplicarse al resto de los media. Al propio tiempo, ruego indulgencia al lector por apoyarme in extenso en dicho autor, y ofrecerle una disculpa en virtud del deslumbrante conocimiento, claridad analítica y expositora que sobre el tema exhibe en la obra referida, virtudes de las que adolezco.

Así pues, continuemos con Borrat:

“Los objetivos permanentes y prioritarios del periódico independiente de información general son lucrar e influir. Traducen el tipo de intereses de la editora: intereses empresariales, privados, sectoriales, cualitativamente diferentes del interés ‘público’ o ‘general’ o ‘nacional’ cuya representación el propio periódico se arroga, abusivamente, en sus actuaciones públicas.”

“Estos objetivos le exigen al periódico independiente que acumule beneficios económicos y los acreciente, que influya sobre las autoridades y los miembros del sistema político dentro del cual actúa y, de ser posible, que extienda el lucro y la influencia también fronteras afuera. […] Tienen un nexo indisoluble con el prestigio de que goza el periódico: un periódico será tanto más prestigioso cuanto mayor sea su potencia económica y su capacidad de influencia.”

“Los objetivos temporarios necesitan, en cambio, de una definición expresa, caso por caso. Su duración varía. Algunos se cumplen en un temario único, otros duran lo que una coyuntura de crisis, otros son de larga duración. La referencia a los dos objetivos permanentes proporciona en cada caso el doble criterio para evaluar el logro o el fracaso de esta actuación estratégica específica. Pero es el lucro el que ofrece la medida más rápida y directa: a diferencia de la influencia, el lucro es cuantificable.” (6)

Los riesgos

“Asumir un riesgo, sigue Borrat, es un acto voluntario, una decisión del periódico inseparable de su determinación de los objetivos temporarios y de los recursos que conducen a su resolución.

Hay dos tipos de riesgo bien diferenciados:

- el riesgo positivo, que el periódico corre para ganar algo que no posee, y
- el riesgo negativo, que el periódico corre para conservar algo que su adversario pretende quitarle.

Hay asimismo tres niveles de riesgos:
- el del riesgo menor: perder parte de los recursos económicos o de la capacidad de influencia sin que esté en juego la propia independencia del periódico;
- el del riesgo mayor: perder la independencia o una cuota considerable de ella;
- el del riesgo absoluto: desaparecer.” (7)

Los recursos

“En tanto que instrumentos necesarios para el logro de los objetivos definidos por el periódico, los recursos estratégicos pueden considerarse de diversas maneras. […]

Las capabilities del periódico son básicamente:

- el uso de su influencia y la amenaza que esta influencia configura,
- sus recursos humanos,
- sus recursos económicos,
- sus recursos tecnológicos,
- sus recursos informativos,
- su capacidad productiva,
- su inventiva,
- su aptitud para generar relaciones con otros actores y controlarlas,
- la eficiencia y estabilidad de sus centros de poder empresarial y redaccional,
- el grado de cohesión existente entre los miembros de la empresa, de la dirección y de la redacción,
- la confianza que concita en quienes trabajan para él,
- el compromiso ideológico existente en la jefatura de la empresa, en la dirección del periódico y en la redacción.

Lograr, mantener e incrementar esas capacidades supone un amplísimo arco de actuaciones del periódico, que lo interrelacionan con múltiples sectores de la sociedad.” (8)

He querido extenderme sobre tales características del periódico independiente de información general, que, como he señalado, se pueden aplicar en sus términos a los demás medios, con el fin de esclarecer las relaciones que guardan con la política y los actores políticos. Al analizar el papel, los objetivos, la estructura y lo que en términos amplios se da en llamar la “naturaleza”, en este caso de los media, podremos identificar los vasos comunicantes que establecen las imbricaciones entre unos y otros.

Por último, y una vez esclarecido el papel de los media como actores políticos y sus implicaciones, salta a la vista la necesidad de reglamentar su actividad, como cualquier otra, incluida la de la política y los políticos mismos.

Así que ya es tiempo en México de hablar, discutir, legislar y actuar acerca de las obligaciones jurídicas y morales de los media, incluidos, desde luego, periodistas, locutores, editores, productores, directivos y propietarios. Naturalmente, los propios medios tienen la palabra en algo que les compete directamente, pero también la ciudadanía: los lectores y auditorio a quienes se deben los medios, tanto en su calidad de receptores como consumidores.

En nuestro país se ha formulado un falso dilema, entre otros muchos, que supone que al reglamentar a los medios se les coarta su libertad. Primero que todo, éste cae por su propio peso al suponer que aquellos no son sujetos de derechos y obligaciones como las demás personas físicas y morales, e implica, automáticamente, otorgarles patente de inmunidad e impunidad, libérrima condición por encima y al margen de la ley.

Por otro lado, el poder, tanto el político como el económico y en el caso que nos ocupa el mediático, requiere de manera urgente ser limitado y controlado por la única fórmula legítima y eficaz que es el Derecho, pues de otra manera deviene en despótico e ilimitado. El derecho es general, obligatorio e impersonal, para todos, sin excepciones, ello asegura el bien común al hacer justicia pareja, sin distingo alguno.

Reglamentar a los media
Los derechos de los medios están plenamente garantizados por la ley, no así sus obligaciones, de tal manera que toca ahora determinarlas y reglamentarlas claramente. ¿Cuáles serían? Como propuesta general propongo lo siguiente:

- Comprometerlos de manera expresa con el orden democrático y legal establecido por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos;
- Prohibir claramente cualquier tendencia o pronunciamiento ideológico o político a través de los medios que propugne el uso de la violencia para la consecución de sus fines;
- Esforzarse por presentar información veraz, lo más completa posible, actual y de calidad, de manera que ofrezca al público a entender, juzgar y evaluar la realidad y para formarse un criterio lo más objetivo posible;
- Diferenciar claramente entre información y opinión;
- Respeto escrupuloso a la vida privada de las personas;
- No difundir rumores, menos aún presentarlos como noticia;
- No imputar conductas delictivas a persona alguna hasta que no sean probadas judicialmente;
- Transmitir noticias comprobadas y cotejadas, absteniéndose de emitir juicios personales;
- En casos de conflictos, presentar y acudir siempre a las partes en litigio. Contrastar al menos dos fuentes divergentes e independientes entre sí;
- Prohibir expresiones vulgares, soeces, obscenas y blasfemas;
- Permitir el derecho de réplica a las personas aludidas en alguna información, oportunamente y en el mismo espacio en que se reprodujo la nota que ha causado inconformidad del aludido;
- Tipificar los delitos de difamación y calumnia cometidos a través de los medios. Señalar sanciones pecuniarias, privación de la libertad e inhabilitación de la profesión a quienes incurran en tales ilícitos; etc., etc.

Por otro lado, sería deseable que cada medio cuente con su propio código de ética que rija sus actividades y al que se sometan los miembros que integren su organización.

En todo caso, los anteriores criterios son sólo un esbozo que bien puede ampliarse o restringirse, acotarse o matizarse, perfeccionarse y, desde luego, discutirse democráticamente, con el fin de que eventualmente se legisle y reglamente sobre la materia, y sea cumplido, no para que quede como letra muerta o mero catálogo de buenas intenciones.

¿Tendrán los políticos el valor suficiente para dar tal paso que limite a sus amadas/odiadas y temidas contrapartes? Y, a su vez, ¿los media serán capaces de prescindir de su arrogancia y prepotencia para estar a la altura de los demás sujetos de derecho y por lo mismo asumir obligaciones y responsabilidades ante la sociedad de la que forman parte? Está por verse.


Notas bibliográficas

(1) Rodríguez Carballeira, Álvaro, Medios de comunicación y ‘lavado de cerebro’, Claves de la Razón Práctica, No. 71, abril 1997, Madrid.
(2) Rodríguez Carballeira, Álvaro, Ibidem.
(3) Borrat, Héctor, El periódico, actor político, Editorial Gustavo Pili, Barcelona 1989, pág. 36.
(4) Borrat, Héctor, Opus cit., págs. 38 y 39.
(5) Borrat, Héctor, Ibidem, pág. 42
(6) Borrat, Héctor, Ibidem, Págs. 42 y 43.
(7) Borrat, Hécto, Ibidem, Pág. 43.
(8) Borrat, Héctor, Opus cit. Págs. 44 y 45

1 comentario:

Unknown dijo...

Los media y el mensaje siempre me recordará a McLuhan. El día de hoy políticos como Berlusconi semejan a un Mussolini o un Pinochet con el poder que tiene sobre los media en Italia. Aquí en México con el contubernio que existe entre las dos grandes televisoras y el gobierno estamos expuestos a lo mismo. Son realmente pocos los que son capaces de leer entre líneas la lluvia de mensajes de las televisoras, enfatizo en ellas porque son las que les llega a la mayoría de los mexicanos.