Cuadriga, Puerta de Brandemburgo, atrás, Columna de la Victoria |
Todo mundo los conoce, muchos los aman y disfrutan enormemente. De antaño son parte obligada y fundamental en los repertorios de música barroca de cámara. Se han producido y vendido multitud de grabaciones con los mejores intérpretes y directores. La figura de Bach es más que venerable: se considera el padre de la música occidental.
Sin embargo, el nombre mismo con que Bach los tituló, las anécdotas alrededor de su composición (1720), las vicisitudes de su primer y oscuro destino, así como otras desventuras ocurridas a la partitura original, sorprenden a quien conoce la obra y la escucha sin sospechar siquiera que bien pudo suceder que nunca fuesen escuchados por nadie.
J. S. Bach |
En época de Bach, los músicos –intérpretes y compositores- por lo general estaban a las órdenes de los grandes aristócratas que mantenían pequeñas orquestas en sus cortes para conciertos o amenizar reuniones de salón, banquetes y otras celebraciones. Otros músicos eran contratados por las iglesias para fungir como master chapelle u organista de las mismas, incluyendo al coro. En todo caso, eran empleados subordinados a los príncipes nobles o a los príncipes de la Iglesia.
Margrave de Brandemburgo, Christian Ludwig |
Hacia 1718 Johann Sebastian Bach trabajaba como maestro de capilla (Kapellmeister) en la corte del príncipe Lepold de Anhalt-Cöthen, cuando fue a Berlín con la encomienda de comprar un clavecín. Entonces conoció al margrave (marqués) de Brandenburgo, Christian Ludwig, quien, luego de escuchar tocar a Bach, comentó en tono casual que le gustaría contar con una serie de conciertos para la colección que poseía en su biblioteca.
Después de un tiempo, Bach envió al margrave una misiva acompañada de las partituras de los conciertos en la que entre otras cosas decía: “Hace dos años tuve la buena fortuna de tocar ante Vuestra Alteza Real por Vuestra Orden, y percibí en ese momento que Vuestra Alteza demostraba cierto placer ante el pequeño talento musical que el cielo me ha concedido. Cuando me despedí, Vuestra Alteza Real me hizo el gran honor de pedirme que le enviara algunas piezas de mi propia composición: por lo tanto, y de acuerdo con el gracioso pedido de Vuestra Alteza, me he tomado la libertad de cumplir con mi muy humilde deber ante Vuestra Alteza Real con estos conciertos, que he orquestado para varios instrumentos”.
Potsdam, Brandemburgo, Cecilienhof |
No es ocioso mencionar que gracias a Bach y a los conciertos de Brandemburgo es que en la actualidad se alude acaso al margrave Christian Ludwig.
Potsdam, Brandemburgo, Palacio Nuevo |
Relación de los conciertos de Brandemburgo
Concierto No. 1 en fa mayor (BWV 1046)
Puede decirse que el primero de la serie de conciertos se halla formalmente entre el concerto grosso y el concierto para solista. Escrito para violín píccolo que lleva el peso concertante de la obra, 3 oboes, 2 trompas naturales, fagot, 2 violines, viola, violonchelo y bajo continuo, es el único que consta de cuatro movimientos, los tres primeros según la estructura tradicional italiana (Allegro-Adagio-Allegro), más un extenso Menuetto de inspiración francesa, con tres tríos (una sección intermedia que constrasta en cuanto a carácter y orquestación, ésta confiada a un pequeño grupo de instrumentos), el segundo de los cuales es una polonesa o polacca. Es precisamente este movimiento el más sorprendente y original de la partitura, todo un dechado de invención instrumental, por ejemplo en el último trío, en el que parecen resonar en las trompas los ecos de una cacería.
Movimientos
1. Allegro
2. Adagio (en re menor)
3. Allegro
4. Menuetto; Trío I (2 oboes y fagot); Menuetto Polacca (violines y violas); Menuetto Trío II (2 cornos y 3 oboes); Menuetto.
Concierto No. 2 en fa mayor (BWV 1047)
Para flauta de pico, oboe, trompeta, violín concertante, 2 violines, viola, violonchelo y bajo
Movimientos
1. Allegro
2. Andante (en re menor)
3. Allegro assai
Los conciertos 2º y 5º evocan una especie de pirámide de tres picos que tiene como fundamento los instrumentos de cuerda, por encima los solistas (concertino) y, en vértice - tomado entre los precedentes - un único solista todavía más importante y ágil (trompeta en el n.º. 2, y clave en el 5º). En los Conciertos de Brandemburgo, Bach se impone igualmente como un maestro del contrapunto fuga de los cuatro solistas en el final del Concierto No. 2 en fa mayor BWV 1047. Para cuerda y continuo, violín, oboe, flauta y trompeta solista. La trompeta es utilizada con un extremado virtuosismo hasta en su registro más agudo. No aparece, sin embargo, el andante en re menor, invención monotemática para flauta, oboe, violín y bajo. Enmarcado en este movimiento, una página viva oponiendo tutti y solistas, y un allegro, donde - contrariamente al uso - los episodios fugados están confiados a los cuatro solistas.
Concierto No. 3 en sol mayor (BWV 1048)
Para 3 violines, 3 violas, 3 violonchelos y bajo continuo.
Movimientos
1. Allegro
2. Adagio
3. Allegro
El tercer Concierto de Brandemburgo es quizá el más popular de toda la serie. Esta obra, escrita originalmente para 4 violines, 3 violas y 3 cellos fue arreglada a solo 3 violines, 3 violas, 3 cellos (más bajo continuo). La influencia italiana del segundo concierto se mantiene en el tercero, aunque con un cambio importante en el dipositivo orquestal, pues Bach prescinde en esta ocasión de los instrumentos de viento para dar todo el protagonismo a las cuerdas. Todo aquí se construye a partir de unas células rítmicas mínimas que constituyen la base de los distintos temas melódicos, trabajados contrapuntísticamente, con los dos distintos grupos de instrumentos ora separándose, ora oponiéndose, ora uniéndose en un tutti. Toda una lección, pues, de cómo puede componerse una obra partiendo de los elementos más simples y mínimos. Y para mínimo, el segundo movimiento, indicado Adagio en la partitura, pero que únicamente consta de dos acordes, uno inicial y otro final, por lo que se cree que Bach dejaba este espacio libre a la improvisación del intérprete, en especial del primer violín o del clavecinista encargado del bajo continuo. En el tercer y último movimiento, la danza parece adueñarse de la partitura, casi como si se tratara de un tiempo de suite.
Concierto No. 4 en sol mayor (BWV 1049)
El cuarto concierto está escrito para 2 flautas de pico y violín solistas, cuerda y bajo continuo. Es uno de los más luminosos en cuanto expresión y de los más modernos en cuanto a concepción, pues anuncia claramente el modelo de concierto que florecerá en el estilo galante y más tarde en el clasicismo.
Movimientos
1. Allegro
2. Andante (en mi menor)
3. Presto
Concierto No. 5 en re mayor (BWV 1050)
En este quinto concierto, para violín, flauta traversa y clavecín solistas, más cuerdas y bajo continuo, de nuevo Bach consigue sorprender al oyente, en este caso haciendo que el clave, que hasta entonces había ocupado un papel de acompañante, alcance un protagonismo inusitado, al mismo nivel que el resto de los instrumentos. O más aún si cabe, pues suya es la larga cadencia a solo del primer movimiento, quizás escrita por el compositor para su propio lucimiento en alguna de las veladas de Köthen, posiblemente en el mismo clave que comprara en Berlín en 1718.
Movimientos
1. Allegro
2. Affettuoso (en si menor)
3. Allegro
El tema del tercer movimiento está tomado de una giga de Buxtehude.
Concierto No. 6 en si bemol mayor (BWV 1051)
Viola da gamba |
El sexto y último de los conciertos reclama una instrumentación que podría parecer arcaica: 2 violas, 2 violas de gamba, violonchelo y bajo continuo. Sin violines, Bach explora aquí las sonoridades graves, confiando la parte solista a violas y violonchelo, y dejando el acompañamiento a las violas de gamba, un instrumento por cuya calidez de timbre (el más cercano a la voz humana) Bach sentía gran predilección.
Movimientos
1. Moderato
2. Adagio ma non tanto (en mi bemol mayor)
3. Allegro
1 comentario:
gracias por la información, me encantó
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