martes, 27 de diciembre de 2011

El cantar de los cantares

Por: Federico Zertuche


La frase no es redundante, alude más bien a un valor superlativo, similar a expresiones como “rey de reyes” o “libro de los libros”; reputa, por tanto, un cantar por excelencia, superior a los demás, singular y excelso entre los de su mismo género.

El poema o canto sublime que lleva tal título y se atribuye a Salomón, constituye un libro tanto de la Biblia hebrea como de la cristiana, ubicado en ésta última entre el Eclesiastés y Rut, pero sorprendente no sólo por el arte poético empleado sino, sobre todo, por su temática y contenido erótico amoroso, insertos en el “Libro de libros” religioso por antonomasia.

Literal y literariamente, el Cantar de los Cantares trata de dos amantes separados, que se buscan ávidamente, claman su amor común, se reúnen y se ven de nuevo separados, esperando llegar, después de una prueba en que triunfa la amada, a poseerse definitivamente.

Por lo mismo, no es extraño que durante siglos, tanto en la tradición judía como en la cristiana, se han propuesto diversas interpretaciones y exégesis más allá del sentido literal, abogando por una alegórica. La concepción esencial que se formaron del Cantar los judíos fue que la obra canta las bodas místicas del Señor con su pueblo escogido. El cristianismo actualizó la metáfora: el Cantar trata del matrimonio místico de Cristo con su Iglesia. Y aunque las correspondencias de la esposa hayan variado (la humanidad, el alma fiel, la Virgen María) la interpretación simbólica ha primado.

No obstante, prevalece la interpretación que la obra debe leerse en el sentido literal, es decir, no es más que una colección de cantos eróticos que celebran el amor humano protagonizado por un hombre y una mujer (cosa que también mandaría la Biblia). Según algunos analistas, el libro evitaría cuidadosamente la profanación de este amor, ya que el casamiento del hombre y la mujer estaría bendecido y deseado por Dios.

A primera vista, el Cantar de los Cantares se estructura como un poema de amor conyugal a voces o cantos alternos, ajeno a todo plan organizado y que escapa a cualquier categorización rigurosa. Es muy probable que por lo menos en nuestra tradición judeo-cristiana y Occidental en general, se trate del más antiguo poema erótico amoroso conocido y publicado.

 

Trata de dos amantes, Salomón y Sulamita, que han sido obligados a separarse, que se buscan con desesperación, declaman su amor en una forma poética altamente sofisticada, se reúnen y vuelven a separarse, siempre con la profunda esperanza de volver a estar juntos para siempre, apoyándose en la antigua premisa según la cual el amor siempre triunfa.

La atribución de la autoría del poema a Salomón es errónea, pues la cultura hebreo-bíblica no surge sino hasta el cautiverio judío en Babilonia, es decir, después de Salomón. El hebreo empleado en el texto es, además, evidentemente tardío y contiene algunos arameísmos e incluso influencias del griego, lo que sugiere que cuando se compuso ya estaba escrita la Septuaginta. Por todos esos motivos filológicos y por la simbología de la obra, los expertos sitúan la redacción en el siglo IV a.C.

Textos bíblicos en griego sobre papiro.
La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta, fue traducida de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o Biblia hebrea. La Biblia Septuaginta fue el texto utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griega. Junto con la Biblia hebrea, constituye la base y la fuente del Antiguo Testamento de la gran mayoría de las Biblias cristianas.


En todo caso, el Cantar de los Cantares ha gozado de una enorme celebridad a lo largo de los siglos y ha sido objeto de múltiples estudios y traducciones, entre las que destaca, sin duda, la atribuida con alta probabilidad de certeza a Fray Luis de León, (Belmonte, Cuenca, 1527 o 1528– Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 23 de agosto de 1591) poeta, humanista y religioso agustino español de la Escuela salmantina. Es muy probable que el propio fray Luis haya ocultado su autoría si tomamos en cuenta los siguientes episodios de su biografía:

La Universidad de Salamanca donde se licenció y doctoró en teología,  se ordenara como dominico, constituyó el centro de su vida intelectual luego como profesor emérito, impartió clases -por cierto- a quien luego llamaran San Juan de la Cruz. Las envidias y rencillas entre órdenes y las denuncias del catedrático de griego, León de Castro, entre otros profesores, le llevaron a las cárceles de la Inquisición bajo la acusación de preferir el texto hebreo del Antiguo Testamento a la versión latina (la traducción Vulgata de San Jerónimo) adoptada por el Concilio de Trento, lo cual era cierto, y de haber traducido partes de la Biblia, en concreto el Cantar de los Cantares, a la lengua vulgar, cosa expresamente prohibida también por el reciente concilio y que sólo se permitía en forma de paráfrasis. Por lo primero fueron perseguidos y encarcelados también sus amigos los hebraístas Gaspar de Grajal y Martín Martínez de Cantalapiedra. Aunque era inocente de tales acusaciones, su prolija defensa alargó el proceso, que se demoró cinco largos años, tras los cuales fue finalmente absuelto.

San Juan de la Cruz, óleo del s. XVII
No es casual tampoco la enorme influencia ejercida por el Cantar de Cantares en San Juan de la Cruz, cumbre de la poesía mística, particularmente visible y notoria en su Cántico espiritual –Canciones entre el Alma y el Esposo-, cuyos simbolismos, personajes e imágenes empleadas abrevan del Cantar de cantares, como el lector podrá apreciar:


Esposa

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huíste,
habiéndome herido,
salí tras ti clamando, y ya eras ido.

Pastores los que fuerdes
allá por las majadas al otero:
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas,
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras.

Pregunta a las criaturas

¡Oh bosques y espesuras,
Plantadas por la mano del Amado,
oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!

Respuesta de las criaturas

Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura.

(…) Luego, más adelante, la Esposa clama al Esposo hallado, los siguientes versos:

Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte o al collado
do mana el agua pura,
entremos más adentro en la espesura.


Dicho lo anterior, pasemos ahora a disfrutar el inigualado poema del Cantar de cantares en la versión aludida, intercalado con varias reproducciones de hermosas ilustraciones, que a la manera altomedieval, fuesen elaboradas ex profeso por Javier Alcaíns para la edición de lujo producida por el prestigioso editor Manuel Moleiro.




"El Cantar de Cantares, en octava rima"


Atribuido a Fray Luis de León

ESPOSA

Bésame con su boca á mí el mi amado,
son mas dulces, quel vino, tus amores:
tu nombre es suave olor bien derramado,
y no hay olor, que iguale tus olores:
por eso las doncellas te han amado,
conosciendo tus gracias, y dulzores:
llévame en pos de ti, y correremos,
no temas, que jamas nos cansaremos.
Mi Rey en su retrete me ha metido,
donde juntos los dos nos holgaremos:
no habrá allí descuido, no habrá olvido,
los tus dulces amores cantaremos:
en ti se ocupará todo sentido,
de ti, por ti, en ti nos gozaremos:
que siendo sin igual tu hermosura,
á ti solo amará toda dulzura.
Morena soy, mas bella en lo escondido,
ó hijas de Sion, y muy hermosa:
porque allí en lo interior no ha podido
hacerme daño el sol, ni empecer cosa:
á tiendas de Cedar he parescido:
que lo que dentro está, es cosa preciosa,
velo de Salomón, que dentro encierra
la hermosura, y belleza de la tierra.
Mi color natural bien blanco ha sido:
que aquesta tez morena me causára
el sol, que andando al campo me ha herido:
fuerza de mis hermanos me forzára,
de aquellos, que la mi madre ha parido,
que unas viñas suyas yo guardára:
guardé sus viñas con mucho cuidado,
y la mi propria viña no he guardado.
Dime, amor de mi alma, ¿dó apascientas
el tu hermoso ganado, y tu manada?
¿adónde haces tu siesta, dónde asientas?
¿dónde tienes tu albergue, y tu majada?
que no es justo, mi Esposo, que consientas,
qu'entre pastores tantos yo ande errada:
qu'en tierra, dó apascientan mil pastores,
¿cómo podré yo hallar los mis amores?

ESPOSO


Si no sabes, bellísima pastora,
el valle, dó apasciento el mi ganado,
toma tus cabritos, y á la hora
seguirán el camino mas hollado;
caminando por él vernás dó mora
el tu dulce pastor, y desposado;
allí podrán pascer los tus cabritos
entre los de los otros pastorcitos.
A la yegua de mi carro presciada
paresces en el brio, Esposa mia,
bella, gentil, lozana, bien tallada,
y lleno ese tu rostro de alegría,
tu mexilla es de perlas arreada,
y el cuello con collar de pedrería:
zarcillos de oro fino te daremos,
y un esmalte de plata les pondremos.

ESPOSA

Quando estaba el Rey mio en su reposo,
mi nardo dió su olor muy mas crescido:
manojuelo de mirra es el mi Esposo,
por eso entre mis pechos le he metido,
racimo de Copher muy oloroso,
qu'en viñas de Engaddi se ha cogido:
para mí quiero yo los sus olores,
pues sé que están en él los mis amores.

ESPOSO

¡O cómo eres hermosa, amiga mia!
¡ó cómo eres muy bella, y muy graciosa!
tus ojos de paloma en la alegría.

ESPOSA


O dulce Esposo mio, y que no hay cosa
que iguale á tu belleza, y gallardía:
no hay cosa acá en la tierra ansí olorosa:
nuestro lecho es florido, y la morada
de cedro, y de cipres está labrada.

Capítulo II

ESPOSA

Yo soy rosa del campo muy hermosa,
y azucena del valle muy preciada.

ESPOSO

Qual entre las espinas es la rosa,
tal entre las doncellas es mi amada.

ESPOSA

Como es ver un manzano, estraña cosa,
entre robles, y encinas estimada;
tal es á mí la vista de mi Esposo,
qu'entre todos los hijos es gracioso.
Debaxo de su sombra he deseado
sentarme, y me asenté, y ansí he cogido
la hermosa, y dulce fructa, que él me ha dado:
la cual por su dulzor bien me ha sabido.
A la casa del vino me ha llevado,
y el su divino amor allí he sentido:
cercadme de manzanas, y de olores,
que herida, y muy enferma estoy de amores.
La mano de mi amor izquierda quiero
para me reclinar, y esto me place:
presto, no se detenga, que me muero,
y con la su derecha que me abrace.

ESPOSO

¡O, hijas de Sion! de aquí os requiero
por cabra, y corzo, que en el monte pasce,
no desperteis mi amada, que ya duerme,
fasta que ella de suyo se recuerde.

ESPOSA

Voz de mi amado es esta; vedle, viene,
los montes, y el collado atravancando :
ninguna sierra, ó monte le detiene,
las cabras, y los corzos semejando;
vedle como se allega, y se detiene ,
detras de mi pared está acechando:
¿no veis como se asoma al agujero,
ya se quita, y se pone muy ligero?
Hablado me ha el mi amado, y mi querido:
Levántate del lecho, amiga mia,
vénte conmigo, qu' el invierno es ido,
y las flores nos muestran ya alegría:
el campo está muy bello, y muy florido,
y el tiempo del podar se descubria,
voz de la tortolilla ha ya sonado,
despierta con su voz nuestro cuidado.
La higuera muestra ya el fructo sabroso,
las viñas, que florescen, dán su olor:
levántate, quel tiempo es deleytoso,
y vén, paloma mia, vén, mi amor,
gocemos deste campo tan hermoso:
que en aquellas penas de mayor altor,
en unos agujeros abscondidos
haremos nuestro albergue, y nuestros nidos.
Descúbreme tu vista amable, y bella,
muéstrame tus facciones tan hermosas,
suene tu voz suave, hermosa estrella.

ESPOSA



Cazadme, dixe yo, aquellas raposas,
las raposas pequeñas, que gran mella
hacen en mi viña las rabiosas:
á todas las tomad, haced que huyan,
ántes que la mi viña me destruyan.
Mio es el Esposo, mio, y muy amado,
y yo soy toda suya, y él me quiere
de aquel, qu' entre las flores su ganado
apascienta, seré mientras viviere.
Quando las sombras huyan por el prado,
vendraste á mí, mi amor, si te pluguiere,
como la cabra, ó corzo bien ligero,
saltando por los montes, que te espero.

Capítulo III

ESPOSA

En mi lecho en las noches he buscado
al que mi alma adora, y no le hallando,
torné á buscarle con mayor cuidado,
y saltando del lecho sospirando,
entré por la ciudad, y he rodeado
las plazas y las calles caminando;
de tanto caminar cansada estaba,
mas nunca pude hallar al que buscaba.
Halláronme las guardas, que rondando
andaban la ciudad la noche escura;
y yo acerquéme á ellas preguntando,
¿habeis visto á mi amado por ventura?
y desque un poco dellos alejando
me voy, hallé el mi amor y mi hermosura:
túvelo yo abrazado, y bien asido,
y en casa de mi madre lo he metido.
O hijas de Sion, yo os ruego y pido
por la cabra, y el ciervo y el venado,
no hagais bullicio alguno, ni ruido,
porque no desperteis mi dulce amado,
que sobre el lecho mio se ha dormido;
esperad qu' el despierte de su grado:
juntaos aquí conmigo, y velaremos,
y este su sueño dulce guardaremos.

COMPAÑERAS


¿Quién es esta, que sube del desierto
como coluna bella, y muy hermosa,
qu' el humo del encienso ha descubierto,
hasta dar en las nubes olorosa?
el cielo de su olor lleno está cierto:
¡ó cómo es la su vista hermosa cosa!
la mirra, y los perfumes olorosos
en ella muestran ser muy mas preciosos.
Cercad bien con los ojos aquel lecho
del gran Rey Salomon tan adornado;
sesenta fuertes hombres muy de hecho
le tienen todo en torno rodeado,
hombres de gran valor, y fuerte pecho,
y en armas cada qual bien enseñado:
todos tienen al lado sus espadas
por temor de la noche y empuñadas.
Una morada bella ha edificado
para sí Salomón de extraña hechura;
el su monte de líbano ha cortado,
para de cedro hacer la cobertura;
de plata las colunas ha labrado,
y el techo de oro fino, y la moldura,
y el estrado de púrpura adornado,
y en medio dél mi amor está asentado.

ESPOSA

Salid, hijas de Sion, salí á porfía,
vereis á Salomon Rey coronado
con la corona rica, que en el dia
de su gozo su madre le habia dado,
quando con regocijo, y alegría
conmigo desposó el mi lindo amado:
salid, vereis la cosa mas hermosa,
que' mundo tiene acá, y mas graciosa.

Capítulo IV

ESPOSO


¡O cómo eres hermosa, dulce amada!
y tus ojos son bellos y graciosos,
como de una paloma muy preciada,
entre esos tus copetes tan hermosos:
tu cabello paresce una manada
de cabras, y cabritos, que gozosos
del monte Galaad vienen baxando,
el pelo todo liso, y relumbrando.
Los tus hermosos dientes parescian
un rebaño de ovejas muy preciado,
las quales de lavarse ya venian
del rio, el vellon viejo trasquilado,
tan blancas, tan parejas, que se vian
pasciendo por el campo, y por el prado:
estéril entre todas no la habia,
dos cordericos cada qual trahia.
Hilo de carmesí bello, y polido
son los tus labios, y tu hablar gracioso:
tus mexillas á mí me han parescido
un casco de granada muy hermoso:
y aquese blanco cuello liso y erguido ,
castillo de David fuerte, y vistoso :
mil escudos en él están colgados,
las armas de los fuertes, y estimados.
Los tus pechos dos blancos cabritillos
parescen, y mellizos, que pasciendo
están entre violetas ternecillos,
en medio de las flores revolviendo:
mientras las sombras de aquellos cerrillos
huyen, y el dia viene reluciendo,
voy al monte de mirra, y al collado
del encienso á cogerle muy preciado.
Del todo eres hermosa, amiga mia,
no tiene falta alguna tu hermosura,
del Líbano desciende, mi alegría,
vente para mí, y esa espesura
de Hermon, y de Amana, que te tenia,
dexayla de seguir, qu' es muy obscura,
donde se crian onzas, y leones
en las obscuras cuevas, y rincones.
El corazon, Esposa, me has robado
en una sola vez, que me miraste,
con el sartal del cuello le has atado;
¡quán dulce es el amor, con que me amaste!
mas sabroso quel vino muy preciado:
¡ó quán suave olor, que derramaste!
panal están tus labios destilando,
y en leche, y miel tu lengua están nadando.
Tu vestido, y arreo tan presciado
en su olor al del Líbano paresce,
eres un huerto hermoso, y bien cerrado
que ninguno le daña, ni le empesce:
fuente sellada, qu' él que la ha gustado,
en el tu dulce amor luego enternesce:
jardin todo plantado de granados
de juncia, mirra, y nardos muy presciados.
Donde tambien el azafran se cria,
canela, y cinamomo muy gracioso,
y toda suavidad de especería,
linaloe con todo lo oloroso:
fuente eres de los huertos, alma mia,
pozo de vivas aguas muy sabroso,
que del líbano baxan sosegadas,
y en este pozo están muy reposadas.
Sus vuela, cierzo, ea, no parezcas
por mi hermoso huerto, que he temor,
que con tu dura fuerza me le empezcas,
llevándome mis fructos, y mi olor:
vén, ábrego, que ablandes, y enternezcas
mis plantas, y derrames el su olor:

ESPOSA

Venga á mi huerto, y coja sus manzanas,
mi amado, y comerá las muy tempranas.

Capítulo V

ESPOSO


Vine yo al mi huerto, hermana Esposa,
y ya cogí mi mirra, y mis olores,
comí el panal, y la miel sabrosa,
bebí mi vino, y leche, y mis licores:
venid, mis compañeros, que no es cosa,
que dexeis de gustar tales dulzores:
bebed hasta embriagaros, que es suave
mi vino: el que mas bebe, mas le sabe.

ESPOSA

Yo duermo, al parescer, muy sin cuidado,
mas el mi corazon está velando:
la voz de mi querido me ha llamado.

ESPOSO

Abreme, amiga mia, que esperando
está la tu paloma este tu amado:
ábreme, que está el cielo lloviznando:
mi cabello, mi cabeza está mojada
de gotas de la noche, y rociada.

ESPOSA

Todas mis vestiduras me he quitado,
¿cómo me vestiré, que temo el frio?
y habiéndome tambien los pies lavado,
¿cómo me ensuciaré yo, amado mio?
Con su mano mi Esposo habia probado
abrirme la mi puerta con gran brio,
por entre los resquicios la ha metido,
el corazon en mí ha estremecido.
Levantéme yo á abrirle muy ligera,
de mis manos la mirra destilaba,
la mirra, que de mis manos cayera,
mojó la cerradura, y el aldaba:
abríle; mas mi amor ya ido era,
qu'el alma, quando abria, me lo daba:
busquéle, mas hallarle no he podido;
llaméle, mas jamas me ha respondido.
Halláronme las guardas, qu' en lo obscuro
de la noche velaban con cuidado:
hiriéronme tambien los que en el muro
velaban, y aun el manto me han quitado.
O hijas de Sion, aquí os conjuro,
digais, si acaso viéredes mi amado,
quán enferma me tienen sus amores,
quán triste, y quán amarga, y con dolores.

COMPAÑERAS



¿Qué tal es ese, que tú tanto amaste,
ó hermosa sobre todas las mugeres,
aquel por quien ansí nos conjuraste?
Dinos las señas dél, si las supieres,
que aquel que con tal pena tú buscaste,
hermoso debe ser, pues tú le quieres.

ESPOSA

Mi amado es blanco, hermoso, y colorado:
vandera entre millares ha llevado.
La su cabeza de oro es acendrado,
son crespos y muy negros sus cabellos,
los ojos de paloma á mi amado,
grandes, claros, graciosos, y muy bellos,
de paloma qu' en leche se ha bañado,
tan lindos que bast' á herir con ellos,
en lo lleno del rostro están fixados,
del todo son hermosos, y acabados.
Son como heras de plantas olorosas
de confeccion suave sus mexillas,
sus labios son violetas muy hermosas,
qu' estilan mirra, y otras maravillas,
reiletes de oro muy preciosas
sus manos, quando él quiere descubrillas:
su vientre blanco de marfil labrado,
de zafíros muy ricos adornado.
Colunas son de un mármol bien fundadas
en basas de oro fino muy polido,
sus piernas, fuertes, recias, y agraciadas;
y el su semblante grave, y muy erguido
como plantas de cedro, que plantadas
en el líbano están, me ha parescido;
su paladar manando está dulzura,
y todo él es deseo, y hermosura.
Tal es el mi querido, tal mi amado,
tales son sus riquezas, sus haberes,
por este tal os he yo conjurado,
porque en él solo están los mis placeres.

COMPAÑERAS

¿Dó fué ese amado tuyo tan presciado,
ó hermosa sobre todas las mugeres?
dinos, ¿dó fué? que todas nos iremos
juntas contigo, y te le buscaremos.

Capítulo VI

ESPOSA


Mi amado al huerto suyo ha descendido,
á las heras de plantas olorosas:
su ganado en mi huerto le ha metido,
á apascentarlo allí, y coger rosas,
á solo aquel mi amado he yo querido,
y el tambien á mí sola entre sus cosas:
el mi querido es solo entre pastores,
qu' el ganado apascienta entre mil flores.

ESPOSO

Como Thirsa, mi amada, eres hermosa,
y como Hierusalem polida y bella,
como esquadron de gente eres vistosa,
y fuerte, mil vanderas hay en ella:
vuelve de mí tus ojos, dulce Esposa,
tu vista me hace fuerza solo en vella:
tu cabello paresce á las manadas
de cabras, que de Galaad salen pintadas.
Una manada, linda mia, de ovejas,
me han tus hermosos dientes parescido,
que trasquiladas ya las lanas viejas,
del rio de bañarse han subido,
tan blancas, tan lucientes, tan parejas,
cada qual dos corderos ha parido:
tus mexillas un casco de granada
entre esos tus copetes asentada.
Sesenta reynas todas coronadas,
y ochenta concubinas me servian,
las doncellas no pueden ser contadas,
que número, ni cuento no tenian;
mas una es mi paloma, y humilladas
todas á mí perfecta obedescian:
y única á su madre aquésta fuera,
esta es sola, que otra no pariera.
Las hijas que la vieron, la llamaron
la bienaventurada, yi la dichosa,
reynas, y concubinas la loaron
entre todas por bella, y graciosa:
todos los que la vieron, se admiraron,
diciendo, ¿quién es esta tan hermosa,
que como el alba muestra su frescura,
y como luna clara su hermosura?
Como el sol entre todas se ha escogido,
fuerte como esquadron muy bien armado.
Al huerto del nogal he descendido,
por ver sí daba el fructo muy preciado,
mirando si la viña ha florescido,
y el granado me daba el fructo amado.

ESPOSA

No sé cómo me pude ir tan ligera,
que mí alma allá en un punto me pusiera.
Carros de Aminadab muy presurosos
los mis ligeros pasos parescian,
y los que me miraban deseosos
de verme, ó Sunamita, me decian,
vuelve, vuelve esos ojos tan graciosos,
ten tus ligeros pies, que ansí corrian:
decian, Sunamita , que mirastes,
que como un esquadron os adornastes.

Capítulo VII

COMPAÑERAS

Quán bellos son tus pasos, y el de tu andar,
los tus graciosos píes, y ese calzado,
los muslos una aljorca por collar,
de mano de maestro bien labrado:
tu ombligo es una taza circular,
llena de un licor dulce muy preciado,
monton de trigo es tu vientre hermoso,
cercado de violetas, y oloroso.
Tus pechos son belleza, y ternura,
dos cabritos mellizos, y graciosos;
y torre de marfil de gran blancura
tu cuello, y los tus ojos tan hermosos
estanques de Esebon de agua pura,
qu' en puerta Batrabim están vistosos:
tu nariz una torre muy preciada,
del líbano á Damasco está encarada
Tu cabeza al carmelo, levantado
sobre todos los montes, parescia:
y el tu cabello roxo, y encrespado,
color de fina púrpura tenía:
el Rey en sus regueras está atado,
que desasirse de ahí ya no podía:
¡ó quán hermosa eres, y agraciada,
amiga, y en deleites muy preciada!
Una muy bella palma, y muy crecida
parece tu presencia tan preciada,
de unos racimos dulces muy ceñida,
que son tus lindos pechos, desposada.
Dixe, yo subiré en la palma erguida,
asiré los racimos de la amada,
racimos de la vid dulces, y hermosos
serán tus pechos lindos, y graciosos.
Un olor de manzanas parecía
el huelgo de tu boca tan graciosa,
y como el suave vino bien olia:
tu lindo paladar, ó linda Esposa,
qual vino que al amado bien sabia,
y á las derechas era dulce cosa,
que despierta los labios ya caidos,
y gobierna la lengua y los sentidos.

ESPOSA

Yo soy enteramente de mi Esposo,
y él en mí sus deseos ha empleado:
ven pues, amado dulce, y muy gracioso,
salgamos por el campo, y por el prado,
moremos en las granjas, qu' es sabroso
lugar para gozar muy sin cuidado,
muy de mañana nos levantarémos,
y juntos por las viñas nos irémos.
Verémos, si la vid ya florescia,
y al granado nos muestra ya sus flores,
si el dulce fructo ya se descubria:
allí te daré yo los mis amores,
la mandrágora allí su olor envia,
y allí las fructas tienen sus dulzores;
que yo todas las fructas, dulce amado,
allá en mi casa te las he guardado.

Capítulo VIII

ESPOSA


¿Quién como hermano mio te me diese,
qu' el pecho de mi madre hayas mamado?
dó quiera que yo hallarte pudiese,
mil besos, mil abrazos te habria dado,
sin que me despreciase el que me viese,
sabiendo que en un vientre hemos andado:
en casa de mi madre te entraria,
y allá tu dulce amor me enseñaria.
Del vino que adobado yo tenia,
haria que bebieses que es preciado,
y el mosto de granadas te daria;
la su mano siniestra del mi amado
bazo la mi cabeza la ponia,
y con la su derecha me ha abrazado.
O hijas de Sion, no hagais ruido,
porque mi dulce amor está dormido.

COMPAÑERAS

¿Quién es esta, que sube recostada
del desierto, y echada la su mano
sobre su amado tiene, y delicada?

ESPOSA

Allí te desperté só aquel manzano,
adonde te parió tu madre amada;
allí sintió el dolor, que no fué vano.

ESPOSO

Sobre tu corazon me pon por sello,
amada, y sobre el brazo, y en tu cuello.
Ansí como la muerte es el amor,
duros como el infierno son los zelos,
las sus brasas son fuego abrasador,
que son brasas de Dios, y de sus cielos,
muchas aguas no pueden tal ardor
apagar los ríos con sus hielos;
el qu'este amor alcanza, ha despreciado
quanto haber este mundo le ha enviado.

ESPOSA

Pequeña es nuestra hermana, aún no tenia
pechos; mientras le nascen ¿que haremos,
quando se hablare della, vida mia?

ESPOSO

Una pared muy fuerte labrarémos,
y un palacio de plata yo le haria;
y las puertas de cedro le pondremos;
y dentro del palacio ella encerrada,
estará muy segura, y muy guardada.

ESPOSA

Yo soy bien fuerte muro, Esposo amado,
y mis pechos son torre bien fundada.

ESPOSO

Bien segura estará puesta á mi lado.

ESPOSA

No hay donde pueda estar mejor guardada:
que luego que á tus ojos he agradado,
quedé yo en paz, temida, y aceptada;
y ansí con tal Esposo estoy segura,
que no me enojará de hoy mas criatura.
En Bal-hamon su gran viña tenia
Salomon, entregada á los renteros,
cada qual por los fructos que cogia,
de plata le trahia mil dineros;
mas me rentará á mí la viña mia,
que me la labraré con mis obreros:
mil dan á Salomon, y ellos ganaban
docientos, de los fructos que sacaban.

ESPOSO

Estando tú en el huerto, amada Esposa
y nuestros compañeros escuchando,
haz que oya yo tu voz graciosa,
que al tu querido Esposo está llamando.

ESPOSA

Vén presto, amigo mio, que tu Esposa
te espera, vén corriendo, vén saltando,
como cabras, ó corzos corredores,
sobre los montes altos, y de olores.

Finis hujus operis


Cantar de Cantares / Ed. de lujo (negro)


M. Moleiro- El Arte de la Perfección

Ocho capítulos forman este libro: dos enamorados entrelazando requiebros, un desierto de pastores y lugares de nombres sonoros, palmeras y torres, ciervos y palomas. Poco más que esto, pero la poesía –tan leve, tan intensa– de cada frase nos hace pensar que fueron las primeras palabras de amor que se dijeron sobre la tierra.

No hay acción en el libro. Pretendí, al ilustrarlo, que los dibujos recogieran la belleza de las palabras y la reflejaran en colores, en líneas, en amantes felices –ella, morena porque el sol la miró.

Entre las traducciones que existen al castellano, sin duda la de fray Luis de León es la que mejor transmite la gracia arcaica de estos diálogos. Esta fue la elegida. Estas páginas no quieren otra cosa que cantar el amor, vistiéndolo de gala.

Javier Alcaíns

56 páginas Formato: 250 x 400 mm
47 ilustraciones
Caligrafiado a mano
Encuadernado en piel de cabra negra y presentado en un estuche a juego
Edición de bibliófilo limitada 477 ejemplares numerados y firmados por el autor.

http://www.moleiro.com/es