jueves, 15 de abril de 2010

Francisco Javier Clavijero



Clavijero y la Ilustración
Por: Federico Zertuche


Sin duda podemos destacar al jesuita Francisco Javier Clavijero entre los mexicanos más ilustrados de la Nueva España, justo en el sentido que el siglo XVIII imprimiera a esa categoría como peculiar cosmovisión y actitud intelectual.

Menciono tal gentilicio no obstante que el México independiente todavía no cobraba vida pero ya el término y sus implicaciones nacionales, como entidad sociológica, eran muy claros en la conciencia de buena parte de la sociedad novohispana y ciertamente en el propio Clavijero.

Francisco Javier Mariano Clavijero Echegaray, nació en Veracruz el 9 de septiembre de 1731, hijo de don Blas Clavijero, natural de las montañas de León, España, y de doña María Isabel Echegaray, criolla de familia oriunda de Vizcaya. Don Blas, educado en la Francia de Luis XIV, protegido del poderoso duque de Medinaceli, pasó a la Nueva España con altas recomendaciones y pronto funge como Alcalde Mayor de Tezuitlán y luego en Xicayán de la Mixteca.

Desde temprana edad, Francisco Javier tuvo contacto con los indígenas súbditos de su padre, con quienes se aficionó afectuosamente y cuya cultura despertara genuina curiosidad, a grado tal de aprender sus lenguas, en particular el náhuatl, la otomí y la mixteca, que tanto le valieran luego en la gran obra de su vida, señaladamente a favor de los indios y de su historia.

Efectuó sus primeros estudios en Puebla, en los colegios de San Jerónimo
Templo y Colegio de la Compañía de Jesús, Tepoztlán, Morelos.
donde estudió gramática y San Ignacio, a cargo de jesuitas, donde se inició en filosofía, latín y teología; al terminar, sintió vocación por el sacerdocio e ingresó al seminario de esa ciudad, donde estuvo poco tiempo pues decidió convertirse jesuita por lo que en 1748 se trasladó al colegio que la orden tenía en Tepoztlán, allí perfeccionó sus conocimientos de latín, aprendió griego antiguo y los idiomas francés, portugués, italiano, alemán e inglés, que sumados a las tres lenguas indígenas y al español materno, le hicieran consumado políglota.

A decir del padre Mariano Cuevas, a quien debemos la primera publicación en su texto original de la Historia Antigua de México, cuyo manuscrito y hológrafo conservara durante 18 años, señalaba que éste poseía “una notable capacidad intelectual y prodigiosa retentiva” que le valieron pronto, luego de sus estudios, las importantes cátedras de letras y filosofía en la misma Prefectura de Estudios del Real Colegio de San Ildefonso, donde concluyera aquellos. (1)

Atento lector de Aristóteles, Clavijero también estudió, con pleno conocimiento y anuencia de sus superiores, a filósofos entonces modernos como Descartes, Gassendi, Leibniz, o Newton, que como hombre ilustrado se sentía obligado estar al corriente de los progresos de dicha ciencia. Ya como maestro se empeñó en implementar una serie de reformas en el método de enseñanza de la filosofía en seminarios y colegios donde impartió cátedra.

Luego fue enviado a la Ciudad de México para completar su formación

Antiguo Colegio de San Ildefonso, México, D.F.
teológica y filosófica en el Colegio de San Pedro y San Pablo, allí convivió con estudiantes de la talla de José Rafael Campoy, Andrés Cavo, Francisco Javier Alegre, Juan Luis Maneiro, Pedro José Márquez y otros más que han sido llamados "los humanistas mexicanos del siglo XVIII". En ese tiempo, cuando aún no había concluido sus estudios, se dedicó a la docencia y fue prefecto del Colegio de San Ildefonso. Después como un hecho excepcional ya que aún no había sido ungido con las órdenes sacerdotales, le encomendaron la cátedra de retórica en el Seminario Mayor de los jesuitas.

Hacia 1755 fue consagrado sacerdote y a partir de entonces se dedicó por completo a actividades ligadas a la docencia e investigación; estuvo enseñando en el Colegio de San Gregorio, creado al inicio de la Colonia para impartir educación y formación cristiana a jóvenes indígenas, allí pasó cinco años durante los cuales siguió cultivándose.

Dice su primer biógrafo, colega y amigo, el padre Juan Luis Maneiro: ''En esos cinco años, examinó con ojos curiosísimos todos los documentos referentes a esta nación mexicana, los que, como dijimos antes, se conservaban en gran número en el contiguo Colegio de San Pedro y San Pablo, y con enorme esfuerzo sacó de allí preciosos tesoros que más tarde dio a conocer para el bien público en la historia que dejó a la posteridad.” (2)

Su paso por el Colegio de San Gregorio no estuvo exento de percances, en una carta el padre Pedro Reales provisor de la Orden de la Compañía de Jesús le reclama: ''de haber sacudido enteramente el yugo de la obediencia, respondiendo con un no quiero a lo que se le encarga, como ayer sucedió, o por lo menos esa respuesta se le dio al superior, que a la verdad no sé qué camino tomar para que Vuestra Reverencia se componga y contenga en su deber. Mudanza de lugar es poco remedio, y ninguna satisfacción a la vida y ejemplo que Vuestra Reverencia ha dado, abstrayéndose casi todo del fin único de los que viven en ese Colegio, y entregándose a otros cuidados y estudios que le embargan.” (3)

Cabe aclarar que esos "otros cuidados y estudios que le embargan", no eran otros que los códices aztecas y libros de la época de la conquista que se guardaban en el colegio vecino, como apreciada herencia de don Carlos de Sigüenza y Góngora al Colegio de San Pedro y San Pablo. ''Clavijero —dice Maneiro en su biografía— siguió a Sigüenza como ejemplo en sus investigaciones y, viendo aquellos volúmenes, se llenó de sumo placer por razón de la sincera benevolencia con que amaba a los indios. Y no dejaba de admirar el pulido papel de los antiguos indígenas antes de serles conocida la cultura europea. En cuanto a aquellas inscripciones jeroglíficas, siempre las retuvo en su memoria y nunca cesó de entregarse a admirables esfuerzos con el fin de comprenderlas''. (4)

En 1764 le trasladan a Valladolid (hoy Morelia) para hacerse cargo de la
Antiguo Seminario Mayor, hoy Centro Cultural Clavijero, Morelia, Michoacán. 
asignatura de filosofía en el seminario mayor de la localidad, en donde, a decir de Mariano Cuevas, “tuvo entre sus discípulos al jovencito Miguel Hidalgo y Costilla”. (4) La buena labor desarrollada le valió para ser enviado a Guadalajara una población más importante, donde también le fue encargada la cátedra de filosofía. Es allí en donde redactó y concluyó su tratado de ''Physica Particularis'' que junto con ''Cursus Philosophicus'' revelan su pensamiento filosófico-científico, a tono con la Ilustración de la época.

Vale la pena destacar la curiosidad de Clavijero en la iconografía de los antiguos mexicanos que despertara en su juventud cuando tuvo acceso a la colección de pinturas, manuscritos, códices y textos de sabios nativos, reunida y heredada luego a los jesuitas por el ilustre matemático e historiador don Carlos Sigüenza y Góngora, a quien Clavijero describe así: “Este grande hombre es uno de los más beneméritos de la historia de México, porque formó a grandes expensas una copiosa y selecta colección de manuscritos y de pinturas antiguas, y se empleó con la mayor diligencia y tesón en ilustrar las antigüedades de aquel reino” [...] “Este doctísimo mexicano, como aficionado al estudio de la antigüedad, reunió un gran número de pinturas antiguas parte compradas a grande precio y parte que le dejó en su testamento el nobilísimo indio don Juan de Alva Ixtlixóchitl, el cual las había heredado de los reyes de Texcoco sus ascendientes.” (5)

Asimismo Clavijero conoció y estudió otra famosa colección, la formada por don Lorenzo Boturini, a la que se refiere así: “Esta preciosa colección de antigüedades mexicanas, secuestrada por el suspicaz gobierno de México a su erudito y laborioso dueño, se conservaba en gran parte en el archivo del virrey. Yo vi algunas de estas pinturas, que contenían algunos hechos de la conquista y algunos bellos retratos de los reyes de México.” (6)

Otra que estudió “con diligencia y me ha sido útil para mi historia”, fue La Colección de Mendoza, 63 pinturas hechas para el primer virrey de México don Antonio de Mendoza, a la que se añadieron explicaciones en lengua mexicana y española para mandarlas al emperador Carlos V. Sin embargo nunca llegaron a su destinatario pues el navío en que se enviaron fue apresado por corsarios franceses y conducido a Francia. Las pinturas tuvieron diversos destinos, aunque fueron publicadas en 1692 en París.

Pero volvamos a la vida de nuestro personaje, hacia 1767, siendo profesor en el Colegio de Guadalajara, lo sorprende el decreto de Carlos III por el cual se ordenaba la expulsión de los jesuitas de todos los dominios españoles.

Según relata Cuevas: “sin más equipaje que una muda de ropa y su breviario, fue embarcado el 25 de octubre de 1767 en el paquebot llamado Nuestra Señora del Rosario. Entre mil sufrimientos y un naufragio, del que se salvó invocando Nuestra Señora de Guadalupe, llegó a Italia y allá fue destinado por sus superiores a Ferrara; mas luego, cuando ya concibió su idea de escribir su historia de México, trasladóse a Bolonia, donde el ambiente literario y la cercanía de bibliotecas y archivos tanto le habían de ayudar para llevar a feliz término su empresa.” (7)

En Italia se dedica a sus investigaciones históricas y aún cuando le faltaban los

códices, libros de consulta y de los primeros cronistas españoles que había estudiado, guardaba en su memoria la información necesaria como para escribir la obra que siempre había acariciado, La Historia Antigua de México. Por esos días llegó a sus manos un libro titulado Investigaciones filosóficas sobre los americanos escrito por un autor prusiano llamado Cornelius Paw. Ese libro le reveló a Clavijero la ignorancia que tenían en Europa sobre la naturaleza y cultura americana y lo animó a iniciar su obra para mostrar la verdad de la historia de los mexicanos y desmentir argumentada y puntualmente los despropósitos de Paw.

Durante varios años trabajó en su Historia, consultando las bibliotecas italianas que tenían libros sobre el tema, enviando correspondencia a sus amistades en México para que consultaran las obras allí guardadas y le enviaran notas sobre tal o cual libro o códice. Finalmente pudo comunicar que había concluido la obra que narra la realidad cultural del México de antes y durante la conquista española.

Originalmente la obra fue escrita en español, sin embargo Clavijero la tradujo al italiano con ayuda de hablantes nativos para pulir el lenguaje antes de imprenta, así fue como en 1780 salió a la luz y rápidamente fue recibida por estudiosos de la época con gran satisfacción al grado que no pasó mucho tiempo antes que fuera traducida al inglés y al alemán. A decir de eruditos, la Storia antica del Messico pasaría a ser la primera y más leída obra en la Europa del Siglo de las Luces que diera a conocer las culturas indígenas. Habrían de pasar muchos años antes que fuese publicada en el idioma original, ¡hasta 1945!, gracias justamente a don Mariano Cuevas.

La edición en español, editada y prologada por el padre Cuevas, publicada por esa benemérita casa que es Editorial Porrúa, consta de cuatro tomos, el primero incluye una descripción natural: tierra, clima, montes, ríos y lagos, minerales, plantas animales y hombres, que da cuenta del acucioso empeño y oficio naturalista e incluso etnográfico de Clavijero, que luego Alexander von Humboldt reconociera y admirara. Relata, asimismo, la historia de los toltecas, chichimecas, olmecas y demás naciones que ocuparon el Anáhuac antes que los aztecas. Narra la fundación de México-Tenochtitlán, los sucesos ocurridos y sus primeros monarcas hasta la muerte del rey Ahuízotl. Incluye también el relato de los tiranos de Acolhuacán, Tezozomoc y Maxtlaton, y la restitución del rey Nezahualcóyotl al reino cuya capital era Texcoco, gracias a su alianza con los aztecas y los tepanecas, la famosa triple alianza.

El tomo II se ocupa de los sucesos del rey Moctezuma Xocoyotzin, noveno rey de México hasta el año 1519. Hace un elogio del rey Nezahualpili, hijo y sucesor de Nezahualcóyotl. Luego se ocupa de la religión de los aztecas, de sus dioses, templos, sacerdotes, sacrificios y obligaciones, ayunos y austeridades; de su cronología, calendario y fiestas, de los rituales alrededor del nacimiento, matrimonio y funerales. Un estudio etnográfico, cuando ésta disciplina aún no era reconocida como tal. Trata del gobierno político, militar y económico, de los juicios, leyes y penas, de la agricultura, caza, pesca y comercio, de sus juegos, trajes, alimentos y utensilios; de su lenguaje, poesía, música y danzas, medicina, pintura, escultura, arquitectura y otras artes.

El Tomo III cubre desde la llegada de los españoles, y de los sucesos ocurridos hasta la caída de Tenochtitlán, pasando por la muerte de Moctezuma, de Cuiltahuác y Cuauhtémoc, las batallas, alianzas y demás hechos militares hasta el fin del imperio. Incluye cuadros de la descendencia de Cortés y de Moctezuma II. El Tomo IV contiene nueve disertaciones sobre temas específicos que Clavijero consideró apropiado tratar por separado para mayor abundamiento de su Historia, así como dos catálogos, el de escritores y el de gramáticos de lenguas indígenas.

Como puede observarse por la sola descripción estructural y temática, tratase de una obra monumental, integral, de visión y enfoque multidisciplinarios. Bien señala don Luis González Obregón: “Una obra que con excelente método, aceptable crítica y selecta erudición, limpia de fastidiosos textos y en estilo elegante, trazara el cuadro de la civilización indígena y de la conquista hispánica no la tuvimos hasta la aparición de la Storia antica del Messico.”

Clavijero también escribió una notable Historia de la Antigua o Baja California en la que da pormenorizada cuenta de la colonización y civilización pacíficas de la península por parte de sus antiguos hermanos jesuitas, entre los que destacan el incomparable andariego y grande hombre de bien don Eusebio Francisco Kino, y los padres Salvatierra, Ugarte y Píccolo, sin olvidar al almirante don Isidro de Atondo y Antillón, quien comandara la primera expedición.

Como en su Historia Antigua de México, inicia la de California con un detallado estudio naturalista y etnográfico, para dar paso a la épica colonización iniciada por el padre Kino y continuada por sus colegas jesuitas, la fundación y establecimiento de misiones, vicisitudes, evangelización y civilización de los naturales, hasta la expulsión de los jesuitas por el decreto de Carlos III. Es pertinente recordar que mientras la Baja California fue colonizada por los jesuitas, la Alta California, partiendo de aquella península, lo fue por los franciscanos de igual manera pacífica y mediante el establecimiento de misiones, impulsada por don José de Gálvez, visitador general de la Nueva España, e iniciada por el venerable padre Fray Junípero Serra.

Sorprende que tan magnífica descripción y acuciosa historia -por muchos años la más ambiciosa y completa, muy reputada hasta el día de hoy- fue escrita por alguien que nunca puso sus pies en dicha tierra, sino atenido a informaciones, memorias y otros documentos dejados por los jesuitas, y al testimonio verbal de otros que pudo recabar directamente, elaboró tan docta como amena historia que pasara a la posteridad como modelo en su género, esto es, una obra clásica.

Clavijero escribió también un una gramática y un diccionario de la lengua náhuatl, hasta hoy inéditos, una advocación sobre la Virgen de Guadalupe, tres opúsculos que confirman la modernidad de su pensamiento: Proyectos útiles para adelantar el comercio de la Nueva España, los Frutos en que puede comerciar la Nueva España y su Breve descripción de la provincia de México. Antes de morir, dice Miguel León-Portilla, elaboraba un trabajo referente a la participación de los indígenas tlaxcaltecas en la colonización del norte novohispano.

En 1787, a la temprana edad de 55 años fallece Clavijero víctima de un total agotamiento que se tradujo en dolorosa infección vesicular. A decir del padre Mariano Cuevas, “Fue enterrado en la Iglesia de Santa Lucía, en la cripta de los jesuitas mexicanos. Dos veces, en 1924 y en 1927, al visitar nosotros esa cripta, tratamos de identificar los restos del ilustre veracruzano, pero es ya humanamente imposible y tenemos que contentarnos con la sola glorificación de su memoria.” (8)

Así sea, rindamos pues tributo a uno de los más insignes e ilustres hombres de letras, filólogo, políglota, historiador, teólogo, filósofo, humanista e indigenista mexicano de todos los tiempos.


Notas bibliográficas

(1) Cuevas, P. Mariano, Prólogo, Historia Antigua de México, de Francisco Javier Clavijero, Editorial Porrúa, México, 1958. Pág. IX.
(2) Maneiro, Juan Luis, Vida de Clavijero, incluida en Vidas de mexicanos ilustres del siglo XVIII, prólogo, selección, introducción y notas de Bernabé Navarro, México, Biblioteca del Estudiante Universitario, 1956.
(3) Maneiro, Juan Luis, Ibidem.
(4) Cuevas, P. Mariano, Opus Cit., Pág. X.
(5) Clavijero, Francisco Javier, Historia Antigua de México., Tomo I, páginas 21 y 31, Editorial Porrúa, Colección de Escritores Mexicanos, 2ª edición, México 1958.
(6) Clavijero, Ibidem., página 32.
(7) Cuevas, P. Mariano, Opus Cit., pág. XI.
(8) Cuevas, P. Mariano, Opus Cit., pagina XII.

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