Por: Federico Zertuche
Como en cualquier otro lugar, en Monterrey se dicen y reiteran hasta el cansancio durante varias generaciones una serie de aseveraciones gratuitas que se tienen como hechos históricos ciertos de tanto repetirse de boca en boca, cuando efectivamente no lo son, sino a lo mucho leyendas, si hemos de atenernos justamente a la Historia.
Desde mi niñez hasta nuestros días, escucho afirmar que la mayoría de los primeros pobladores de Monterrey, de quienes descendemos los oriundos de estas tierras, eran judíos conversos aunque practicantes en la intimidad, sefarditas cripto-judíos; y que de ahí derivan algunas costumbres, hábitos y actitudes característicos, como el trabajo emprendedor y habilidad empresarial, ser ahorrativos y no dispendiosos, el gusto por los panes llamados semitas y el cabrito al pastor, tener una higuera en casa y otras ocurrencias como aquella que el apellido Sada es judío, cuando se trata de un antiguo linaje español con escudo de armas, cristiano viejo, afincado en la villa de Sos, del reino de Aragón, documentado desde el siglo XII.
El caso de don Luis Carvajal y de la Cueva, primer gobernador del Nuevo Reino de León, y de su familia colateral –pues no tuvo hijos y su esposa había desaparecido antes de venir a Nueva España, en circunstancias poco claras-, es emblemático al respecto. De las “tres fundaciones” de Monterrey, Carvajal fue responsable de la segunda: la de la villa de San Luis Rey de Francia ocurrida en 1582, y que dicho sea de paso fue efímera, sin mayor trascendencia, con más pena que gloria terminó despoblada en 1587 como el resto del Nuevo Reino.
Efectivamente, Carvajal y varios miembros de su familia, de origen sefardita, fueron juzgados, sentenciados y condenados por el Santo Oficio de la Inquisición de la Nueva España, acusados de practicar el judaísmo, algunos de sus parientes fueron quemados vivos en el auto de fe del 8 de diciembre de 1596, mientras que el propio don Luis sólo fue sentenciado a destierro de las Indias “por tiempo y espacio de seis años precisos”, muriendo de enfermedad en la cárcel esperando su destierro, alrededor de octubre de 1590.
La especie difundida acerca de los judaizantes y el origen sefardita de los primeros pobladores del Nuevo Reino de León, surge efectivamente del hecho histórico de esa segunda fundación por Carvajal y de la Cueva, pero como se ha dicho la provincia quedó completamente despoblada y los “Carvajales”, es decir la familia colateral, la mayoría no llegó a vivir en esta provincia, otros fueron quemados por la Inquisición, y los demás desaparecieron completamente de la región para nunca más volver.
La “leyenda” proviene, más bien, de una manipulación histórica iniciada por don Vicente Rivapalacio a raíz de la publicación en el Libro Rojo de su artículo “La familia Carvajal”, además de referencias a la “judería” en el Nuevo Reino de León en México a través de los Siglos, donde dice que como consecuencia de las Capitulaciones para la conquista y colonización, el monarca español concedió a Carvajal el derecho de conducir a la provincia hasta cien pobladores que saldrían de España sin necesidad de probar que eran cristianos viejos y no de linaje de judíos o moros recién convertidos. Señala que éste sacó de España a muchas personas de su familia, casi todos judaizantes, que observaban las leyes de Moisés y practicaban los ritos y ceremonias de los judíos.
Luego, otros autores tomaron como ciertos esos datos, aumentándolos y exagerándolos, hasta que en 1933 el historiador coahuilense Vito Alessio Robles publicó un artículo sobre tales bases, en varios periódicos titulado “La judería en Monterrey”, que más que todo semeja una idílica y fantasiosa reconstrucción histórica sobre los orígenes sefarditas de Monterrey como si tuviese consecuencias decisivas hasta el presente.
A efecto de despejar confusiones y malos entendidos, es pertinente hacer un
recuento histórico de los episodios protagonizados por don Luis Carvajal y de la Cueva alrededor de y en el Nuevo Reino de León, del cual fue su primer gobernador, y así poder verificar y calibrar el asunto y los alcances de la llamada “ judería” en esta provincia. Para ello me apoyaré en el voluminoso, prolijo y excelentemente documentado libro del maestro don Eugenio del Hoyo Historia del Nuevo Reino de León 1577-1723 (1), considerado por historiadores profesionales como uno de los más profundos, sistemáticos, exactos y veraces estudios en su género.
Don Luis Carvajal y de la Cueva nació en un pequeño pueblo llamado Mogadouro de la provincia de Trás-os-Montes del reino de Portugal, alrededor de 1539, siendo sus padres Gaspar de Carvajal y Catalina de León. Y según propio testimonio en su proceso inquisitorial: “…y allí se crió yendo a la escuela hasta edad de ocho años, que fue con su padre a Sahagún a ver al abad que era su deudo (1547) y también a Salamanca a servir a su padre que estaba enfermo, y luego murió su padre en Benavente (1548) y el dicho Duarte de León (su tío materno) que vino allí, lo llevó a Lisboa, de donde lo envió, luego de tres meses allí, a Cabo Verde (1549), en cuya isla estuvo trece años…y, a cabo de ellos (1562), vino a Lisboa, y de allí a Sevilla, donde se casó (1564) con la dicha doña Guiomar de Rivera, su mujer, con quien vivió casado como dos años y, habiéndose perdido en una contratación de trigo, vino a esta Nueva España" (1567).
Permaneció dos Luis diez años en la Nueva España, principalmente en Pánuco dedicado a la ganadería en una hacienda que compró. Luego, con recomendaciones del virrey don Martín Enríquez a quien sirvió en diversas encomiendas, parte a España donde luego de varios meses obtiene del rey las Capitulaciones por las que es nombrado gobernador y capitán general del Nuevo Reino de León por sus días y un heredero cual nombrase, el 31 de mayo de 1579.
Es importante destacar que el tío materno que lo recogió luego de la muerte de su padre, lo educó y dio formación, Duarte de León, se dedicaba a la “trata” de esclavos en Cabo Verde en la época en que Luis vivió ahí sus años formativos; y otro tío, Francisco Jorge de Andrada, hizo lo propio en Guinea, de tal manera que creció en este ambiente esclavista de su parientes cercanos, oficio que luego él mismo practicaría en la Nueva España.
Relata Eugenio del Hoyo, y sustenta documentalmente su dicho, que: “Era don Luis hombre de fuertes pasiones, arrebatado y violento en la ira y remiso en el perdón. En sus últimos años, tal vez frente al fracaso de su empresa, padecía delirio de persecución y delirio de grandeza. Don Luis fue un mitómano, que, (…) amplificaba en su imaginación todos los hechos, creaba espejismos y agrandaba los títulos, exaltando su persona; de un simple criado de su tío Duarte de León hacia ‘un tesorero y contador del rey de Portugal’, y de un obscuro mercader de vinos, hizo surgir un ‘almirante de las flotas del rey de las Españas’.” (2)
Es interesante y hasta divertido la manera en que el agudo y perspicaz historiador que es don Eugenio del Hoyo, contrasta múltiples testimonios de Carvajal con documentos fehacientes de la época y pone en evidencia multitud de mentiras, exageraciones, fanfarronadas, fantasías y engaños que inventaba Carvajal ya por egocentrismo o para ocultar sus desmanes y delitos.
Señala don Eugenio varias “transacciones” de esclavos realizadas por don Luis durante y después de su primera estadía en la Nueva España, tanto en Pánuco cuando fungía como alcalde ordinario de la villa de Tampico cuando compró como esclavos numerosos prisioneros cuachichiles (indígenas) que le vendió Juan Torres de Lagunas (1569). Luego en 1573, cuando conoció a Diego de Montemayor (quien luego fuera “tercer fundador” de Monterrey), en la minas de Mazapil, Carvajal hizo varios viajes ahí para vender esclavos para trabajar en las minas, obtenidos por “cacerías” de indios nómadas y hasta de un mercado encubierto con presencia de las autoridades, donde se vendían en pública subasta.
Monumento alusivo a la fundación de Monterrey con estatua a don Diego de Montemayor. |
Al respecto puntualiza del Hoyo: “Siempre nos ha parecido misterioso el ‘casual’ encuentro de Carvajal y Montemayor en las minas de San Gregorio (luego Cerralvo, N.L.), así como la facilidad con que Carvajal logró convencer a Diego de Montemayor y a Alberto del Canto para que, traicionando al gobierno de la Nueva Vizcaya a quien servían, se pasasen a sus filas y le entregasen la jurisdicción.” (3)
Aparte de estas correrías como esclavista, don Luis desempeñó en la provincia de Pánuco varios cargos gubernamentales, como quedó dicho fue alcalde de Tampico, también corregidor de Huajutla y de Tamaolipa, capitán de la Huasteca y juez de comisión en Pánuco. Luego de lo cual pasó a la ciudad de México a dar cuenta de sus comisiones al virrey, don Martín de Enríquez, a quien envolvió “con su natural labia, con su extraordinaria facilidad de mentir y con su imaginación amplificadora, logró convencer al virrey de sus muchos méritos y servicios, de su gran ascendiente sobre los indios y, lo único cierto, de su conocimiento de la región situada al norte de la Huasteca. Sólo así se explica la elogiosa recomendación que hace de él don Martín Enríquez en las instrucciones que dejó a su sucesor el conde la Coruña en 1580. (…) ¡Muy pronto el conde de la Coruña iba a convencerse de lo inmerecido que era la recomendación del marqués de Villamanrique!”(4)
En febrero de 1578 Carvajal se embarca en Veracruz rumbo a España, pasó en Madrid diez meses tratando el negocio que le había llevado: “El 31 de mayo de 1579 firmó capitulaciones con la corona, como gobernador y capitán general del Nuevo Reino de León. Salió de España (…) en una urca de su propiedad, llamada Santa Catalina, en conserva de la flota del general Francisco de Luján, en la que vino también el Conde de la Coruña.” (5)
Aquí es oportuno aclarar que en el capítulo 9 de las Capitulaciones con la corona se estipula que: “Item, os obligais de llevar a aquella provincia, a vuestra costa, hasta cien hombres, los sesenta de ellos, labradores casados, con sus mujeres e hijos, y los demás soldados y oficiales (artesanos) para la dicha población…” Señala del Hoyo que Carvajal no cumplió con los requisitos establecidos por la Casa de Contratación de Sevilla y eludió las investigaciones sobre la limpieza de sangre de las personas que vinieron en su urca, de las que casi la totalidad eran judíos de origen portugués, entre ellos a muchos de sus parientes.
Y añade: “Carvajal aprovechó las circunstancias para lucrar: los supuestos colonos sólo fueron pasajeros que pagaron un alto precio por el pasaje ‘por ser de los prohibidos para pasar a las Indias’. Hacemos esta rotunda afirmación por constar en documentos fehacientes, que de las personas que vinieron en la urca de Carvajal, fueron muy pocas las que pasaron al Nuevo Reino y que ninguna pobló allí. Las más, después de una corta permanencia en Pánuco, se fueron metiendo por la Nueva España.” (6)
Así pues, la aseveración de Rivapalacio de que el monarca español le dispensó a Carvajal cumplir los requisitos sobre limpieza de sangre para los colonos que trajese es falsa. Asimismo, como ha quedado dicho, la mayoría de la gente que reclutó (sefarditas portugueses) y trajo en su urca, nunca llegó al Nuevo Reino para poblarlo y colonizarlo acorde a las capitulaciones, sino que fueron traídos como simples pasajeros que pagaron altas sumas por el traslado subrepticio a la Nueva España.
Adicionalmente, las Capitulaciones le comprometían a pacificar a su costa a los pueblos indígenas de Tampasquín, Tomotela, Tamapache y otros. En lugar de ello, Carvajal los redujo a esclavitud y los repartió entre sus soldados como botín o paga, contraviniendo lo pactado y lo ordenado por el virrey. Quebrando la palabra de paz dada a los indios, procedió de manera cruel y odiosa: “Apartó a los maridos de sus mujeres y a las mujeres de sus maridos, sin conmoverse por el amargo llanto que la separación les causaba; y aún más, quitó los hijos a las madres, oyendo impasible a unos y a otras llenar con sus alaridos de dolor el campo” (7)
En todo caso, su entrada al Nuevo Reino de León ya como gobernador debió haber ocurrido a mediados de 1582, ya para entonces tenía como subordinados a Alberto del Canto y a Diego de Montemayor quien se había ido a esconder a las minas de San Gregorio (Cerralvo), huyendo de la justicia por haber dado muerte a su mujer.
Desde entonces, hasta 1584, Carvajal simulaba hacer fundaciones para dar cumplimiento a las Capitulaciones, así levantaba cuatro o cinco casas de palos y palmas, a las que les ponía nombre de villa, hacía nombramientos de justicia y regidores, estaba quince o veinte días en cada sitio, lo desamparaba para luego ir a otro y hacer lo propio, cuando en realidad lo que si se dedicaba era traficar con esclavos para incrementar su fortuna.
Ya para entonces, la real Audiencia de México estaba enterada de sus desmanes y hacia 1583 el fiscal había iniciado un proceso en su contra por las crueldades en la guerra de Tamapache y, sobre todo, por dedicarse al tráfico de esclavos faltando a las Capitulaciones y contraviniendo la prohibición expresa del virrey. En realidad éstos fueron los principales motivos del enjuiciamiento y caída en desgracia de Carvajal, no tanto la cuestión judía que vino luego y fue superviniente.
En efecto, un incidente ocurrido con su sobrina, doña Isabel Rodríguez de Andrada, fue la causa que originó el involucramiento del Santo Oficio de la Inquisición, las investigaciones, el proceso inquisitorial y el posterior auto de fe contra los parientes condenados.
Según ello, doña Guiomar de Rivera, esposa de Carvajal, le había encargado encarecidamente a su sobrina Isabel, para que persuadiese a su esposo de guardar la “la ley vieja de Moisén”, y que no se lo dijese sino hasta después de haber llegado a las Indias, “y le dijo que ella (doña Guiomar) no osaba decirle nada de aquella porque temía que la matara, y que aguardase oportunidad de desgracia, o suceso malo para decírselo, y que como ella (doña Isabel) lo vio andar aflijido con necesidades y en desgracia del virrey, (…), parecióle buena coyuntura; que a solas lo llamó una tarde, y lo metió en un aposento, diciéndole… que le quería pedir una merced muy grande…y le fue diciendo lo que le había dicho doña Guiomar… que al oírlo… él se alborotó demasiado tirándose las barbas, y jurando a Dios que la matara allí luego y le metiera una espada por el cuerpo, si no pensara quemarla en vivas llamas de fuego… (…) se puso como un león de bravo, estaba echo un moro de enojo, la echó el dicho gobernador de allí con mucha furia, estaba hecho un demonio, que él propio la había de matar con un bocado.” (8)
Ese incidente fue la causa para que cinco años más tarde don Luis y sus parientes fuesen procesados por la Inquisición, aunque es importante destacar que ya para entonces Carvajal estaba en la mira de las autoridades civiles por todos los atropellos y delitos por éste cometidos contra las Capitulaciones, las leyes y contravenciones a las recomendaciones virreinales, por eso se iniciaron los procesos civiles en su contra.
A fines de 1586 Carvajal fue a México llamado por el virrey quien le señaló la ciudad por cárcel mientras se llevaba a cabo el proceso. Mientras tanto, don Luis había dejado a su sobrino, Luis de Carvajal el Mozo, como lugarteniente, pues se había dictado una suspensión contra Diego de Montemayor. Luego que unos indios robaran un caballo en una ranchería, Carvajal el Mozo procedió a castigarlos matando a algunos y esclavizando a otros, lo que provocó un alzamiento de los indios de la comarca. Éste logró escapar yéndose a México, y al poco tiempo se despoblaron la ciudad de León, las villa de la Cueva y de San Luis, quedando el Nuevo Reino totalmente despoblado hacia marzo de 1587.
Al enterarse por su sobrino de las malas noticias del Nuevo Reino, Luis Carvajal abandonó secretamente la ciudad de México, desobedeciendo las órdenes del virrey y salió en franca huída hacia su gobernación. Una de las últimas tropelías de Carvajal consistió en haber enviado a la villa de los Valles a Cristóbal de Heredia para vender ahí a cien indios que había sacado de tierra adentro, y para que se apoderase en su nombre de dicha villa que no estaba en su jurisdicción. Esta fue la gota de agua que colmó la paciencia del virrey marqués de Villamanrique, quien ordenó su persecución y arresto.
Hacia enero de 1589, Carvajal ya estaba preso en la cárcel de la corte, permaneciendo ahí hasta abril, en que fue trasladado a las cárceles secretas de la Inquisición, bajo el cargo de judaizante.
Dice el historiador don Eugenio del Hoyo que “Las causas de la caída de Carvajal resultan mucho muy claras. En primer lugar, su constante desobediencia a las disposiciones que prohibían hacer esclavos a los indios; segundo, el no haber cumplido, en diez años, con ninguno de los puntos de sus ‘Capitulaciones’; tercero, la mañosa interpretación que dio a éstos invadiendo, en forma violenta, jurisdicciones de los otros reinos; y, en último término, su actitud de reto constante a la autoridad del virrey impidiéndole llevar a cabo, en forma total, su política pacificadora y de libertad del indio. Por otra parte, la empresa estaba completamente fracasada. El Nuevo Reino quedó despoblado totalmente.” (9)
Así pues, ha quedado despejado el asunto de la judería en el Nuevo Reino de
Don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, V conde de Monterrey y virrey de Nueva España. |
Es de suponer, que luego de los dramáticos sucesos ocurridos, tanto las autoridades virreinales como Diego de Montemayor se cuidaron en extremo para evitar que se afincara en el Nuevo Reino de León nadie sobre quien se pudiese tener la mínima sospecha de ser sefardita o converso.
Notas bibliográficas
(1) del Hoyo, Eugenio, Historia del Nuevo Reino de León 1577-1723, Fondo Editorial Nuevo León, Tecnológico de Monterrey, Monterrey, N.L, 2005.
(2) del Hoyo, Eugenio, Ibidem, pág. 104.
(3) Opus Cit., pág. 109.
(4) Opus Cit., pág. 110.
(5) Ibidem, pág. 111.
(6) Opus Cit., pág. 115.
(7) Ibidem, pág. 116.
(8) Opus Cit., págs. 121 y 122.
(9) Ibidem, pág. 133.
4 comentarios:
Me ha parecido muy interesante el tema sobre todo por mi reciente visita, aunque relámpago, a la ciudad de Monterrey. Precisamente había yo preguntado por esa estatua ecuestre.
Algo de llamar la atención en lo escrito es aquello de la "limpieza de sangre" tan anhelada, tan mitificada en aquellos tiempos y aún en estos. Los españoles de aquellos tiempos sólo tenían sangre de celtas, fenicios, cartagineses, griegos, visigodos, romanos, moros, sefaradís. Para esas fechas algunos hasta americana, uno de los Martín Cortés es un ejemplo.
De los actuales españoles según estudios recientes de su ADN muestran que tienen un 11% de norteafricanos, 20% de judíos y 69% de españoles. No indican, sobre este 69% su, yo diría, "subADN" que inevitablemente nos debe llevar a la "limpieza de sangre" de celtas, fenicios, cartagineces... Tampoco se dice nada de la "limpieza de sangre" de los norteafricanos ni de los judíos que participaron en la formación de su código genético.
Un saludo.
Estimado Federico:
Descubro que te interesó este tema. Me gustaría proporcionarte material para contrarrestar tu fijación y creencia en el maestro del Hoyo. Brillante Don Eugenio pero con la intención del descrédito, de Don Luis, de los Portugueses, del Nuevo Reino y de Monterrey.
Por la exaltación de Zacatecas.
Búscame fmgarzam at yahoo.es
Los números de Martha son interesantes, aquí la concentración era mayor. De hecho yo me sorprendí de lo tan evidentemente Judaico del pasado de los Garza. No tanto en lo genético, a lo que algo le sé, sino de la misma familia en el sur de Andalucía, Canarias y Portugal.
F
Muy bueno. que bien que se sustenta todo en evidencias documentales, ya estamos hartos de las patrañadas de los masones o de los seudo cientificos que inventan la leyenda de los judíos.
Dificil de convencer a las personas que niegan que la cultura Judia ha dejado huella en Nuevo Leo, este espacio no es el indicado para convencerlos o demostrar que existen muchas costumbres. Busquen en el internet foros de la Matzah Ashira, sus ingredientes y comparenla con la tortilla de harina y sus ingredientes. Saludos
Raul Montemayor Aldrete
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