domingo, 10 de abril de 2011

Escultura en MARCO

Ron Mueck: Hiper realismo


Por: Federico Zertuche

Del 18 de marzo al 31 de julio de este año se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Monterrey, una exposición del escultor australiano Ron Mueck (1958), quien en poco tiempo se ha posicionado como uno de los artistas más célebres y controvertidos en su género.


Como resultado de una muy depurada y elaborada técnica que utiliza siliconas y fibra de vidrio, entre otros materiales, Mueck, dotado de gran talento artesanal y visión artística, logra construir en diversas escalas esculturas de cuerpos o partes del cuerpo humano -desde recién nacidos, niños, adolescentes, adultos hasta ancianos-, en diversas posturas y representaciones con una meticulosidad tan perfecta y minuciosa que respeta el más mínimo detalle anatómico, lo que confiere a sus obras un poder tal que permite exhibir ante el espectador no sólo sus rasgos o partes íntimas corporales, sino que a través de ellos penetramos el alma, nos adentramos a la psique y sondeamos el espíritu del personaje recreado de una manera casi indiscreta, hasta hacernos sentir ruborizados.

Mueck se inició en el cine como utilero, creador de objetos escenográficos para efectos especiales, de ahí saltó a la escultura gracias a su suegra la gran pintora portuguesa Paula Rego (de quien por cierto recién se expuso en MARCO una estupenda retrospectiva), la que le invitó a elaborar unos muñecos de Pinocho para una muestra suya en Londres. Ella le presentó a Charles Saatchi quien de inmediato quedó sorprendido con el trabajo de Mueck y comenzó a coleccionar y solicitar sus trabajos.


Dead Dad
Al poco tiempo realiza la escultura titulada “Dead Dad” (Papá muerto), una escalofriante e hiperrealista escultura a base de silicona, que representa el cadáver de su propio padre, reducido a dos tercios de su tamaño natural. En ella usó su propio pelo para trasplantarlo a la obra.


Como se ha señalado, las esculturas de Mueck reproducen fielmente los detalles del cuerpo humano, pero juega con la escala para crear imágenes que sacuden al espectador.


En la exposición de MARCO se exhiben once obras, prácticamente una por sala, muy bien distribuidas, dispuestas e iluminadas, lo que permite al visitante acercarse física y estéticamente desde varios ángulos y perspectivas.


Abre la muestra parte de una cabeza y cara, con la figura del propio escultor. Acostada sobre su lado derecho, con un corte longitudinal que la reduce a tres cuartos, va de la coronilla al mentón. La escala es enorme y nos permite esa visión de detalle, cuya proximidad produce cierto escalofrío y rubor.


Igualmente sorprendente es la monumental mujer recostada en una cama, tapada con sábanas y edredón blanco apoyada en almohada de igual color y textura. La mirada introspectiva y el gesto ensimismado del personaje tendido en la intimidad de su cama y privacidad de su recámara, produce en el espectador la rara sensación de estar fisgando.


Un adolescente negro erguido y delgado, reproducido en una escala muy menor que las indicadas, al levantantar un poco su camiseta (T shirt) observa una herida que sangra; más abajo se ve el elástico que sujeta sus calzoncillos cubiertos por unos blue jeans que concluyen en los empeines de sus desnudos y juveniles pies morenos; constituye una pequeña obra maestra.


Una bebé recién nacida construida a gran escala, con el cordón umbilical todavía colgando y cubierta aún de sangre y otros líquidos amnióticos, con sus uñas un poco crecidas, irradia una fuerza vital primitiva y primigenia e impacta por su temprana figura de rasgos todavía fetales.


La anciana acurrucada en su cama y tapada más arriba del cuello, rumiando el sueño de la vejez y del deterioro corporal, nos anuncia con piedad y condescendencia el ocaso de nuestra propia vida.


El resto de obras son igualmente notables y dignas de admiración, como la mujer que carga un haz de ramas secas para la hoguera; o el hombre solitario, absorto y desnudo de la barcaza, cuyo rumbo y derrotero constituyen un misterio ya que en vez de remar lleva los brazos cruzados. En todo caso, se trata de una exposición cuyas obras nos dejan una fuerte impresión, nos conmueven de manera profunda, impactan nuestra sensibilidad y despiertan una peculiar experiencia estética.


Muy recomendable ir a verla. ¡No se la pierdan!



1 comentario:

Anónimo dijo...

Desde el inicio de la vida hasta la puerta de la muerte nos lleva la obra de Mueck.
Una especie de viaje a través de situaciones que podemos vivir o no, pero que nunca lograrán estar demasiado lejos de nuestro mundo. El hiperealismo logrado con diferentes texturas, deja pasmado al espectador y sin embargo... nos deja asombrados porque somos capaces de identificarnos con cada una de estas figuras.
Nuestro mundo globalizado, por desgracias ya nos ha enseñado a ser parte de lo que vemos, por muy lejano que esté y en este caso, vernos allí, al lado de una de estas esculturas; nos convierte en cómplices de su visión, su cordura y al mismo tiempo de su locura por la vida.
Thelma Sandler