viernes, 24 de junio de 2011

Man Ray

Surrealismo y fotografía


Uno de los fotógrafos más fascinantes y geniales que he tenido la fortuna de ver, disfrutar y conocer es Man Ray (1890-1976), a quien considero gran creador y artista nato, innovador y vanguardista pleno en el mejor sentido de ambos términos que encajan en el contexto de la época de ruptura y búsqueda que le tocó vivir a través del dadaísmo y el surrealismo de los que fue parte fundamental. Quiero compartir con los visitantes de este blog una muestra de su obra y reproducir un magnífico artículo de Víctor Sosa quien da magnífica cuenta del fotógrafo, pintor y escultor, así como de su propuesta creativa. (F.Z.)

 

Man Ray: la fotografía como pintura
Por: Víctor Sosa
(Revista de Cultura # 15 - Fortaleza, São Paulo, agosto de 2001)


"La Fotografía ha estado, está todavía, atormentada por el fantasma de la Pintura." dice Barthes en La cámara lúcida. Cierto. Tan cierto como que la pintura, durante siglos, estuvo atormentada por la mimesis, por el parecido entre la realidad y el arte. La fotografía, en sus inicios, intenta remedar el naturalismo pictórico del siglo XIX, sabiéndose a su vez, remedo, asumiéndose como artificio técnico no comparable con el sacro imperio del arte pictórico.


La priére, 1930
Entrado el siglo XX las cosas cambian. El advenimiento de las vanguardias artísticas y las rupturas de los tradicionales cánones estéticos dan pie a una refuncionalización de la fotografía en el espacio cultural de Occidente: de documento histórico, de mimesis de un estado de cosas -la realidad objetiva-, pasa a ser un objeto estético único en el mundo, una invención y no una mera representación de lo real. Este pasaje -acelerado por los movimientos de vanguardia- está todavía (como dice Barthes) en proceso de realización. La fotografía participa del estatuto artístico sin abandonar del todo su matriz, su funcionalidad, su pedestre condición de oficio utilitario.


Paradójicamente, fue un pintor quien hizo la mayor aportación para que la fotografía irrumpiera en el terreno del arte: Emanuel Radnitzsky, más conocido como Man Ray. Sin embargo, el aporte de Man Ray no puede estudiarse sin tener en cuenta el clima, la atmósfera cultural que se respiraba en Nueva York en la primeras décadas del siglo. En 1913 se presenta la primera gran exposición de arte moderno en los Estados Unidos -conocida como Armory Show- donde Duchamp presentó su "Desnudo descendiendo una escalera" -obra cubo-futurista de enorme importancia para el desarrollo del arte moderno. Dicha exposición y su posterior vínculo con la galería 291, que dirigía el fotógrafo Alfred Stieglitz -principal impulsor de la vanguardia en los Estados Unidos-, conectará a Man Ray con ese espíritu nuevo que ya venía gestándose en el viejo continente.


Ray jugando ajedrez con Duchamp
En 1914 el arribo de Marcel Duchamp a los Estados Unidos -quien ya había creado sus primeros ready mades- será decisivo para el artista norteamericano. A partir de una sólida amistad con Duchamp, Man Ray realizará una serie de objetos artísticos -llamados "Objetos de mi afecto"- que prefiguran sus posteriores trabajos dadaístas realizados en París después de 1921 -recordemos, de ese mismo año, el objeto "Cadeau", que consiste en una plancha de hierro la cual tiene una amenazadora hilera de clavos en su base, inutilizando, así, la específica función del objeto y abriéndolo a nuevas interpretaciones posibles.


Retour á la raison, 1923
Pero su labor fotográfica ya había comenzado en 1913, cuando el pintor compra una cámara con la intención de reproducir sus cuadros. Ese vínculo, ese pasaje inconsciente de la pintura a la fotografía no deja de ser interesante y sintomático: si Dadá pretendía abolir toda frontera entre las artes y, es más, abolir definitivamente el arte, el acto de Man Ray parece responder a una actitud absolutamente moderna (Rimbaud): abandonar la pintura y abrazar la fría técnica de la fotografía como compensación pulsional. Este pasaje se vuelve más nítido aún si tomamos en cuenta que Marcel Duchamp -su buen amigo- había abandonado la pintura ese mismo año -1913- y seguramente dicho abandono no dejó de influir en Man Ray. Lo cierto es que el norteamericano triunfa en París, no sólo por sus vínculos dadaístas, sino como fotógrafo de modas y retratista -trabaja para grandes diseñadores como Alix, Chanel, Schiaparelli, y publica sus fotos en Vanity Fair, Vogue y Hasper's Bazaar, lo cual nos habla de dos cosas: la evidente asimilación de la estética de vanguardia por parte de una de las industrias más significativas del establishment y el pragmatismo -muy norteamericano- de Ray a quien habrá que diferenciar de otros artistas dadaístas como Arthur Cravan, George Grosz o el dichosamente inclasificable Antonin Artaud, quienes cuestionaron, desde sus propias trincheras éticas, la época y la sociedad en que les tocó vivir.


Man Ray
Sin embargo -más allá de la moda- Man Ray mantuvo durante su larga trayectoria una imparable capacidad de invención, de juego, de goce ante la vida. En 1922 inventa los "rayogramas": composición fotográfica hecha sin cámara, exponiendo el papel -previamente intervenido por objetos varios- a la luz. Ante esta invención el artista afirma: "Me revelé contra mi cámara fotográfica y la tiré. Tomé cuanto me caía en la mano: la llave de la habitación del hotel, un pañuelo, lápices, una brocha, un pedazo de cuerda. No estaba obligado a bañarlos en el liquido. Los depositaba sobre papel seco y los exponía a la luz durante unos segundos como si fuesen negativos. Estaba muy excitado y me divertía muchísimo". Una selección de estos primeros "rayogramas" Man Ray los recoge en un álbum llamado "Les Champs délicieux" (Los campos deliciosos) con prólogo de Tristan Tzará.


Cadeau, objeto
Una vez agotada la experiencia dadaísta, Man Ray participa activamente en el naciente surrealismo. Colabora en la revista "La Révolution Surréaliste" e incrementa su actividad cinematográfica -ya tenía algunas realizaciones entre las que se cuentan "Regreso a la razón", que fue hecha a pedido de Tzará y presentada en la última velada dadaísta-, en 1926 dirige con Duchamp y Marc Allégret "Anemic Cinema", una pelicula con ciertas características cinéticas, más tarde el filme "Emak Bakia" que presenta en el Brooklyn Museum y en 1928 "L'Etoile de mer", basado en un poema del surrealista Robet Desnos. Su última pelicula -también de raigambre surrealista se tituló "Un coup de dés jamais n'abolira l’ hasard", en clara referencia mallarmeana. Habrá que ver con atención estos aportes -poco estudiados y lamentablemente nunca proyectados en México- ya que se trata de auténticas experimentaciones encaminadas a abolir el tradicional discurso cinematográfico proponiendo, mediante el celuloide, un discurso formal puro, abstracto, más cercano a las artes plásticas y a la música que a la literatura. Con relación a sus películas Man Ray dijo: "Todos los filmes que he hecho han sido improvisaciones. No escribía guiones. Era un cine automático. Trabajaba solo. Mi intención era la de dar movimiento a las composiciones que había hecho en fotografía."


El violín de Ingres, 1924
El vínculo con el surrealismo -movimiento enamorado de la mujer- le permite a Man Ray crear sus mejores fotos con modelos femeninas. "Le violón d'Ingres" de 1924, con Kiki de Montparnasse -quien fuera su amante- y la extraordinaria foto "Blanco y negro" -donde aparece el perfil de la modelo y el de una máscara africana en perfecto equilibrio compositivo- son ejemplos de la fetichización de la mujer y de la sublimación del deseo sexual a través del enigma del eterno femenino. En ese sentido, Man Ray fotografía como un pintor; enfatiza -a través de la solarización- el contorno de los cuerpos para darle un sentido de trazo manual a la composición. Su obra fotográfica sigue siendo deudora de la tradición pictórica pero ahora enriquecida por la mirada surrealista.


Coco Chanel, 1935
En 1940 -huyendo de la ocupación alemana- Man Ray regresa a los Estados Unidos y se instala en Hollywood donde retoma la pintura y el arte objeto. En 1951 retorna a Paris donde residirá hasta su muerte en 1976. En este último periodo las actividades surrealistas habían perdido su carga revulsiva y Breton y sus amigos se entregaban a inofensivos juegos de salón y a recordar las viejas hazañas del periodo heroico. Man Ray no fue ajeno a este agotamiento de la carga voltaica del surrealismo que en esos años cedía el territorio -muy a su pesar- a otras instancias espirituales -como el existencialismo, el cual ya se imponía en las conciencias de la posguerra francesa. Sin embargo, la obra de Man Ray sigue viva, justamente por haber sido parte integral y vital del proceso de transformación del arte en el siglo XX.


Venus restaurada, escultura
Víctor Sosa (Uruguay, 1956) poeta, crítico y pintor. En 1983 se naturalizó mexicano. Entre sus libros de poesía destacan Sujeto omitido (1983), Sunyata (1992) y Gerundio (1996). En su obra ensayística destaca La flecha y el bumerang (1997) y El impulso. Inflexiones sobre la creación (2000). Colaborador de publicaciones mexicanas como Vuelta y Semanario Cultural, crítico de literatura y artes plásticas de la Jornada Semanal.




Pablo Picasso, 1932



Man Ray, La Fortune, óleo sobre tela



Salvador Dalí y Man Ray




Frida Khalo

André Breton, 1930
Bailarina


Autorretrato, escultura







Noire et blanche




Monumento a Sade
Objeto-escultura



Nota: para ampliar las ilustraciones haz click sobre la superficie





1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué estudios extraordinarios realizas, Federico, te vulevo a felicitar.

Gerardo Saúl Palacios