Gustav Mahler: poética sinfónica.
Por: Federico Zertuche
Cuando escucho el Adagietto de la Quinta Sinfonía de Mahler, experimento un raro placer que se prolonga y ensancha a lo largo de sus elegantes y sostenidas notas que al formar un lenguaje armónico indefectiblemente me transporta a mundos y paisajes sonoros de extraña e íntima coloratura, cuya intensidad y profundidad conforman un peculiar fraseo musical que se antoja poético.
Mahler ejerce sobre mí una especie de encantamiento por vía de la imaginación musical que despierta cada obra suya; una irrevocable seducción sonora atraída por la fortaleza de su propuesta sinfónica que va de la mano, casi siempre, de voces y coros, de hermosos lieder, no siempre alegres sino melancólicos, tristes o trágicos, en los que subyace una cosmovisión poblada de dilemas existenciales, espirituales, religiosos o metafísicos, como puede apreciarse en la exquisita Canción de la Tierra, ciclo de seis canciones sobre textos chinos.
La hermosísima Cuarta Sinfonía, quizá la más apacible, optimista y sencilla, concluye con un cuarto movimiento en el que destaca el solo de soprano con canciones que anuncian que el personaje encarnado ya está en el cielo gozando de delicias gastronómicas. Las estrofas del poema cantado están separadas por vivaces interludios orquestales basados en el tema que abre el primer movimiento.
Como excelente director de orquesta que fue durante años, Mahler logra en sus propias composiciones una maravillosa y singular atmósfera orquestal en la que sobresalen su manejo de los instrumentos de viento, alientos y de percusión tanto por la variedad como por el peculiar uso del contrapunto. Varios de esos instrumentos de viento y su utilización son poco comunes en otros compositores.
Mahler fue en vida un reconocido director, a grado tal que dirigió la Ópera de Budapest, la de Hamburgo, luego la de Viena y después, la Metropolitan Opera House de Nueva York y finalmente, la Filarmónica de Nueva York de 1910 a 1911. Sin embargo, como compositor no fue comprendido ni apreciado en su época y, como él mismo predijo, su música no sería conocida sino cincuenta años después de su muerte.
Durante el nazismo su música fue prohibida en Alemania, luego en Austria y demás países bajo dominación germánica, tanto por el origen judío de Mahler como porque la consideraban “música degenerada” quizá por las armonías disonantes, tan comunes en los compositores del siglo XX.
Aunque sus sinfonías terminan aparentemente con alegría, sobresale siempre al fondo un dejo de tristeza. En su obra, pletórica de marchas fúnebres, se plasma una obsesión por la muerte. Compone con dramatismo operístico y trasmite su particular forma de ver el mundo, de vivir las narraciones que lo inspiraron. Tal es el caso de Canciones de los niños muertos (Kindertotenlieder).
Gustav Mahler nació en el 7 de julio de 1860, en la población bohemia de Kalischt, en el otrora imperio austro-húngaro hoy República Checa, en el seno de una familia judía pobre. En casa de su abuelo había un piano, hecho que marcó su vida para siempre. Desde los cinco años se interesó por la música y a los siete compuso una canción y una polka. Aunque con su familia acudía a la sinagoga, formó parte del coro de una iglesia católica.
Su padre, hombre rudo y déspota, reconoció, sin embargo, el talento de su hijo y lo envió a estudiar a Praga y luego por méritos fue enviado al Conservatorio de Viena, donde destacó como un excelente alumno. Esperaba ganar un concurso para sostenerse, pero al no obtener el primer lugar tuvo que abandonar los estudios y dedicarse a trabajar.
Luego encontró trabajo como director en orquestas de pueblos pequeños hasta que, como ha quedado dicho, logró la titularidad de la Ópera de Budapest y de ahí hasta la Filarmónica de Nueva York a la que tuvo que renunciar por motivos de salud que le llevaron poco después a la muerte en Viena el 18 de mayo de 1911 sin haber cumplido los 51 años.
Poco se ha escrito sobre su vida personal, sin embargo llama la atención la siguiente anécdota: el 24 febrero de 1901, sintiéndose mal, dirigió la Orquesta Filarmónica de Viena con la Quinta Sinfonía de su gran amigo Bruckner, y en la noche, dirigió la ópera La flauta mágica. Al terminar lo llevaron al hospital donde lo intervinieron por una severa hemorragia intestinal que lo obligó a una larga convalecencia ¿Cómo logró dirigir dos obras en esa tarde-noche con hemorragia interna? Sólo lo explica su alto sentido de responsabilidad. Empleó el «descanso» en componer canciones, terminar la Cuarta Sinfonía e iniciar la Quinta.
Alma Mahler |
Alma Mahler fue un personaje muy singular por el que vale la pena detenernos un poco: creció en un entorno privilegiado que frecuentaban grandes artistas. Después de la muerte de su padre, su madre, Anna, se volvió a casar con uno de los últimos discípulos de su marido. Entre los amigos de su padrastro estaba Gustav Klimt, que le dio su "primer beso". Siendo joven, Alma tuvo una serie de flirteos, entre ellos uno con Klimt, otro con el director teatral Max Burckhard y también con el compositor Alexander von Zemlinsky.
El 9 de marzo de 1902 se casó con Gustav Mahler, quien amó profundamente a Alma; del famoso Adagietto de la Sinfonía nº 5, del segundo tema de la Sexta y de pasajes similares en la Octava, se dice que son retratos musicales de Alma.
En el verano de 1910 Alma fue a reposar a un balneario en Tobelbad, en Austria mientras Mahler se instalaba en su residencia de verano en Toblach para componer. En este tiempo, Alma se enamoró del joven arquitecto Walter Gropius, que años más tarde fundaría la Bauhaus. Mahler descubrió la infidelidad por una carta de Gropius y sufrió amargamente por ello; le pidió que se quedase con él. Súbitamente, recuperó el interés por las composiciones de su mujer, pero ya era tarde. Tuvo una consulta médica (una sesión del entonces novedoso psicoanálisis) con Sigmund Freud para indagar en las causas de su estado de ánimo y plasmó su situación emocional en la obra que componía por entonces, la Sinfonía número 10. Mahler murió en 1911 pocos meses después de estos acontecimientos.
Alma tuvo un affaire con el pintor Oskar Kokoschka, que la retrató varias veces y que en su Der Windsbraut (La esposa del viento) representó su amor por ella. Kokoschka se mandó hacer una muñeca de tamaño real para recordar a Alma con todos sus detalles. Los rumores dicen haberlo visto en un teatro local llevando la muñeca como si se tratara de su compañera.
Temerosa de la pasión de Kokoschka, Alma volvió a Gropius, con quien se casó en 1915. Tuvieron una hija, Manon, que moriría de poliomielitis a los 18 años. El compositor Alban Berg, gran amigo suyo, y que sentía gran cariño por la niña, escribió su famoso Concierto para violín y orquesta "A la memoria de un ángel".
El matrimonio con Gropius no funcionó. Alma le fue infiel con el poeta y novelista Franz Werfel, y quedó embarazada. El niño nació prematuramente y murió a los diez meses. Alma se divorció de Gropius y luego se casó con Werfel. En 1938, Alma y Werfel, para escapar del Anschluss (la anexión a Alemania), dejaron Austria y viajaron a Francia. Tras la invasión alemana y la ocupación de Francia durante la Segunda Guerra Mundial y ante una posible deportación de los judíos a los campos de concentración nazis (Werfel también era judío), abandonaron Francia. Con la ayuda de un periodista, escaparon del régimen nazi en un singular viaje por los Pirineos hasta España y de ahí a Portugal y Nueva York. Se establecieron eventualmente en Los Ángeles, donde Werfel logró un singular éxito con su novela La Canción de Bernadette que fue convertida en una película en 1943 con Jennifer Jones como protagonista. Después de la muerte de Werfel en 1945, Alma se instaló en Nueva York donde era un personaje cultural destacado, y publicó parte de las cartas de Mahler y sus propias memorias Mein Leben (traducido al inglés And the Bridge is Love - Y el puente es el amor). Su figura sigue siendo el centro de una gran polémica.
Como director de orquesta Mahler fue particularmente exigente. Despedía a todo músico que no considerara con suficiente capacidad. Exigía silencio total en la sala durante la ejecución y no permitía que nadie ingresara una vez iniciada. Hoy es lo normal en la mayor parte de teatros del mundo, pero en la Viena de principios del siglo XX, los asistentes se sentían con derecho a llegar a la hora que querían y a platicar durante el concierto. Todo esto le valía críticas de la prensa. Hoy se le celebra esa exigencia.
Es hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial y gracias a la decidida labor de directores como Bruno Walter, Otto Klemperer y, más tarde, Bernard Haitink o Leonard Bernstein, cuando su música empezó a interpretarse con más frecuencia en el repertorio de las grandes orquestas, a grabarse y adquirir merecida fama y aclamación del público.
Eduardo Mata |
A continuación se transcribe una relación comentada de sus lieder y sinfonías por la musicóloga Mireille Méjan.
ALEGRÍA Y TRAGEDIA EN SUS CANCIONES
Las canciones de Un camarada errante (Lieder eines fahrenden Gesellen). Basadas en poemas anónimos alemanes, con letra y música de Mahler, narran primero la desolación de un joven y después su alegría ante un bonito día y termina trágicamente con su muerte. La Primera Sinfonía transcribe melodías de estas canciones. Un barítono interpreta lamentos como éste: Cuando mi amada tenga su alegre día de bodas ¡yo tendré mi día de pesares!
El muchacho del cuerno mágico (Des Knaben Wunderhorn). Colección de doce cuentos anónimos alemanes, recopilados a principios del siglo XIX, a los que pone música. Incluye fragmentos en la Segunda, Tercera y Cuarta Sinfonías.
Canciones sobre poemas de Rückert (Lieder nach Gedichten von Friedrich Rückert). Son cinco canciones inspiradas en composiciones del poeta. Particularmente interesante es: A medianoche (Um Mitternacht).
Canciones de los niños muertos (Kindertotenlieder). Canciones sobre poemas de Rückert1, interpretadas por barítono. Al parecer en memoria de sus hermanos fallecidos. Mahler fue el segundo de quince hijos, pero nueve de sus hermanos murieron siendo niños. Al fallecer su hija modificó la tercera canción para dedicársela. Poéticas y tristes, cito un texto: Protegidos de la mano de Dios descansan como si estuvieran en casa. Cuando tu madre entra giro para verla, pero no veo su rostro, sino el umbral donde estaría tu amada carita si hubieras entrado como solías hacer, hijita.
NUEVE SINFONÍAS Y UN POEMA INCONCLUSO
Escribió nueve sinfonías y el poema sinfónico. Con dos movimientos y composiciones inconclusas, Deryck Cooke armó la décima sinfonía pero nunca logró la aceptación de los admiradores de Mahler.
Primera Sinfonía. Conocida como Titán, la estrenó siendo director de la opera en Budapest. Utiliza algunos acordes de las Canciones de un camarada errante. Generó opiniones encontradas, es difícil entender el tercer movimiento que combina una marcha fúnebre con una popular canción de niños Frère Jacques (conocida en castellano como Martinillo). Mahler lo justifica diciendo que en el mundo se yuxtaponen la crueldad, la jovialidad y la trivialidad.
Segunda Sinfonía. Se conoce como Resurrección, estrenada en 1895 en Berlín, sufrió varias modificaciones hasta su versión final. La llaman Sinfonía-oratorio, porque en ella plasma su angustia cósmico-religiosa. Gira en torno al sentido de la vida y la muerte. El cuarto movimiento presenta una canción de Des Knaben Wunderhorn interpretada por contralto; en el quinto (con textos inspirados en el poema Resurrección de Klopstock), participan soprano, contralto y coro. Casi al final, contralto y coro cantan: cesa de temblar, prepárate a vivir, haciendo referencia a la resurrección y el coro con un gong (quizá debería haber utilizado un shofar)2, fuera del escenario, concluirá: moriré para vivir, resucitar, sí mi corazón, vas a resucitar, en un instante, lo que has vencido te llevará a Dios.
Tercera Sinfonía. Una pastoral. Requiere un coro femenino y otro de niños y como solista una contralto. En el cuarto movimiento incluye ¡Oh hombre! (O Mensch!), un pequeño fragmento de Así hablaba Zarathustra de Friedrich Nietzsche. El quinto movimiento requiere a la solista y a los dos coros para cantar un fragmento de Des Knaben Wunderhorn. Podría titularse: Sobre la naturaleza, al parecer él pensó titularla: Sueño de una mañana de verano.
Cuarta Sinfonía. Podría titularse Pastoral. Incluye en el cuarto movimiento una de las canciones de Des Knaben Wunderhorn, interpretada por mezzosoprano. Es quizá la más tranquila y poco rebuscada. Poco entendida en su tiempo, poco apreciada hoy, ¡qué cosas de la vida!
Quinta Sinfonía. Es muy conocido el Adagietto, utilizado por Luchino Visconti en la película Muerte en Venecia (1971), e incluido por Karajan en su primera colección de Adagios.
Sexta Sinfonía. Se ha dicho que la Trágica, estrenada en Essen en 1906, es la menos postromántica, que es casi romántica por su estructura aunque curiosamente, la menos conocida. Clásica dicotomía mahleriana alegría-tristeza, la lucha entre el amor y la muerte en la que triunfa la última. Cabe señalar que no deja sensación de tristeza.
Séptima Sinfonía. Canto o Música de la noche (Nachtmusik) se estrenó en Praga en 1908. Poco conocida, elegante, sobria, nos lleva a través de bosques y sonidos nocturnos hacia el exterior en un día soleado. De la oscuridad a la luz en final festivo, no muy usual en Mahler.
Octava Sinfonía. Se titula De los mil porque la interpretan 858 cantantes y 171 instrumentistas. La estrenó en Munich en 1910 y constituyó su máximo triunfo en vida. En la primera puso música al canto medieval propio de Pentecostés: Veni, Creator Spiritus. La segunda es la escena final del Fausto II de Goethe. Requiere tres coros, uno infantil y la participación de tres sopranos, dos contraltos, un tenor, un barítono y un bajo, lo que la hace muy difícil de presentar. Constituye su gran éxito: la perfecta mezcla de coros, voces e instrumentos. Aunque aparentemente la temática es cristiana, es una religión muy estilo Goethe y Mahler, que distan mucho de ser cristianos convencidos. Eso sí, es una gran sinfonía coral.
Novena Sinfonía. Última que escribió antes de morir y no pudo estrenar. Personalmente me parece una despedida. Inicia en un andante melancólico y culmina en un hermoso adagio, que nunca perdonaré a Karajan no haber incluido en sus colecciones de adagios. Al final se percibe, casi apagada, la música de la canción A veces pienso que nos abandonaron, en clara alusión a la muerte, pero tranquila, sin angustia. Una serena despedida.
El Poema Sinfónico. La canción de la Tierra es un ciclo de seis canciones escritas sobre textos chinos, cuatro de Li Tai Po y dos de Mong Kao-Yen y Wang Wei,3 de exquisita belleza, cada una constituye un movimiento. La sexta canción, La despedida, deja tranquilidad: Mi corazón está tranquilo y espera su hora. ¡La querida tierra florece por todas partes en primavera y se llena de verdor nuevamente! ¡Por todas partes y eternamente resplandece de azul la lejanía eternamente… ¿Encontraría al final la paz que buscaba?
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1 Poeta alemán (1788-1866) Kindertotenlieder es una colección de 425 poemas inspirados en la muerte de siete de sus diez hijos. Al parecer Mahler convirtió cinco de ellos en canciones en recuerdo de sus hermanos fallecidos.
2 Shofar es el cuerno utilizado en el Medio Oriente y presente en ciertas ceremonias judías.
3 Famosos poetas del siglo VIII, durante la dinastía Tang.
3 comentarios:
Feliz año para ti querido Fede, disfruto mucho tu blog! Escribes precioso y los temas que escoges son fenomenales. Como dicen los poetas: "Buenos días a los seres que son como un país y ya verlos es viajar a otra parte. La memoria nos cambia de lugares sin movernos de nuestro sitio."
Te mando un fuerte abrazo con mi cariño,
Mayra
Querido Federico:
Ya te extrañaba, felíz año y no dejes de escribir. Adoro leer tus artículos porque es un continuo aprendizaje. Con todo aprecio y cariño,
Susana Ávila
Querido Federico:
Leí tu interesantísimo ensayo sobre este genio que fue Mahler y Alma, su increíble esposa, al mismo tiempo que escuchaba el Adagietto, fue una delicia leerlo mientras escuchaba esa maravilla.
Que sigas escribiendo prolíficamente este año para deleite de muchos. Un abrazo,
Irma
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