Centenario y bicentenario
Por: Federico Zertuche
En la antigua Roma se llamaba fasto al día en que era lícito administrar justicia; de ahí derivó designar fastos a los días o años venturosos. También aplicaban ésta última voz a calendarios en que se notaban ciertas fiestas y ceremonias y las cosas memorables de la república. Su antónimo es nefasto, y se aplica al día, mes o año desgraciado, funesto.
Como sabemos, este año México conmemora el bicentenario de su Independencia y el centenario de la Revolución. A decir verdad, a mi me tienen sin cuidado ambos por varias razones. Primero, porque anticipa la primer efeméride ya que la Independencia se logró hasta 1821.
Respecto a la revolución mexicana, pues la veo así, con minúsculas. Se trató de una cruenta guerra civil, una más y espero que la última, cuyo desenlace deja mucho que desear luego de tanta destrucción y muerte. Su principal secuela fue el surgimiento del régimen autoritario PRI-Gobierno que se prolongara setenta y un años hasta que se colapsó por implosión múltiple.
Actualmente nuestro país atraviesa por una etapa francamente ominosa. No acierta a vivir plenamente en democracia y acorde a la modernidad siempre anhelada pero nunca alcanzada; tampoco a liberarse de ataduras y lastres pre modernos y atávicos que lo jalan hacia un pasado nefasto. Por otra parte, la amenaza y el desafío del crimen organizado y la violencia generalizada que lo lacera son sumamente preocupantes.
En tal sentido, sinceramente prefiero celebrar el centenario del poeta Miguel Hernández, el bicentenario del nacimiento del gran Frédéric Chopin, o los cincuenta años del fallecimiento de Albert Camus. El medio siglo de La dolce vita de Fellini. Cualquiera de estos acontecimientos se me antoja más digno de conmemorarse, me alegra, me participa más vitalidad y energía creativa.
Valga pues este comentario para unirme gozoso a las múltiples celebraciones que en muchos países, en especial en su patria, Polonia, le tributan al genial músico y sublime compositor del romanticismo pleno, que en su género, el piano, ha despuntado por encima de todos los grandes músicos de la ilustre, añeja y dilatada tradición Occidental sin ser superado hasta ahora.
Como es conocido, Chopin murió de tuberculosis a la temprana edad de 39 años luego de una intensa vida llena de éxitos profesionales, de fama y de gloria en un París que por ser la capital del arte y la cultura en esa época congregaba a grandes artistas y escritores, muchos de los cuales fueron sus amigos y admiradores como Franz Liszt, Héctor Berlioz, Víctor Hugo, Heinrich Heine, Honoré de Balzac, Félix Mendelssohn, Eugene Delacroix, Vincenzo Bellini, Robert Schumann quien al reseñar sus Variaciones Op. 2, exclamara: “Quitaos el sombrero, señores: un genio”. Y, desde luego, la escritora George Sand, con quien tuviera un tórrido y legendario amorío.
Chopin representa un caso peculiar entre los grandes compositores, pues la mayor parte de sus obras son para piano solo. Su música de cámara y vocal es escasa y la orquestal comprende unas cuantas obras concertantes. En todas ellas, siempre hay un piano. Cuando el conde de Perthuis le sugirió escribir un melodrama, el músico respondió: Dejad que sea lo que debo ser, nada más que un compositor de piano, porque esto es lo único que sé hacer.
El piano alcanzó en el siglo XIX su máxima popularidad. Había dejado completamente de lado al clavicémbalo y se adecuó perfectamente a la expresión individual del sentimiento, característica del Romanticismo. El piano, apócope derivado del italiano pianoforte fue inventado por Bartolomeo Cristofori en 1700, cuyos antecedentes fueron el clavicordio y el clavecín a los que superó y sustituyó a partir de entonces convirtiéndose en el príncipe de los instrumentos. Los fabricantes lo fueron perfeccionando mejorando su variedad de matices, la pureza y riqueza del timbre y sus posibilidades sonoras.
Los primeros testimonios acerca del estilo de tocar de Chopin provienen de su primera gira, en Viena, en que se admiró la extraordinaria delicadeza de su pulsación, una indescriptible perfección técnica, su completa gama de matices, fiel reflejo todo ello del más profundo sentimiento.
Varios han sido grandes intérpretes de Chopin durante el siglo XX, bástenos mencionar algunos, en primerísimo lugar a Vladimir Horowitz, a Arthur Rubinstein, Claudio Arrau, Alfred Brendel, Nikita Magaloff, Vladimir Ashkenazy, Murray Perahia, Maurizio Pollini, Stanislav Blinin y María Joao Pires. Amable lector: le ruego deje en los comentarios el nombre de su intérprete favorito. Disfrutemos, pues, al más grande maestro del piano de la mejor manera: escuchándolo.
En seguida se transcribe una lista de las Obras de Chopin:
61 Mazurcas: Op. 6 (4), Op. 7 (5), Op. 17 (4), Op. 24 (4), Op. 30 (4), Op. 33 (4), Op. 41 (4), Op. 50 (3), Op. 56 (3), Op. 59 (3), Op. 63 (3), Op. 67 (4), Op. 68 (4), Op. 70 y 11 sin opus.
26 Preludios: Op. 28 (24), Op. 45 y 1 sin número.
26 Valses: Op. 34 (3), Op. 42, Op. 64 (3), Op. 69 (2), Op. 70 (3), Op. 72, 10 sin numerar y 3 perdidos.
27 Estudios: Op. 10 (12), Op. 25 (12) y Trois nouvelles études (3, sin número de Opus).
20 Polonesas: Op. 3, Op. 26 (2), Op. 40 (2), Op. 44, Op. 53, Op. 71 (3), 7 sin número y 3 perdidas.
21 Nocturnos: Op. 9 (3), Op. 15 (3), Op. 27 (2), Op. 32 (2), Op. 37 (2), Op. 48 (2), Op.55 (2), Op. 62 (2) y Op.72 (1) dos sin número de opus.
18 Canciones: Op. 74 (16) y 2 sin opus.
11 Variaciones: Op. 2, Op. 12, 6 sin número de opus y 3 perdidas.
4 Rondós: Op. 1, Op. 5, Op. 16 y Op.73.
3 Sonatas: Op. 4, Op. 35 y Op. 58.
1 Sonata para piano y violonchelo: Op. 65.
4 Scherzos: Op. 20, Op. 31, Op. 39 y Op. 54.
4 Baladas: Op. 23, Op. 38, Op. 47 y Op. 52.
4 Impromptus: Op. 29, Op. 36, Op. 51 y Op.66.
2 Conciertos para piano y orquesta: el Concierto para piano y orquesta n.º 1 Op. 11 en mi menor y el Concierto para piano y orquesta n.º 2 Op. 21 en fa menor.
2 Introducciones: Op. 3 y 1 sin númerar.
2 Marchas Fúnebres: Op. 35 y Op. 72.
2 Escocesas: Op. 72 y 1 perdida.
2 Bourrées: sin número.
1 Trío para cello y piano: Op. 8.
1 Gran dúo para chelo y piano: sin número.
1 Krakowiak: Op. 14.
1 Fantasía sobre aires polacos: Op. 13.
1 Polonesa brillante para chelo y piano: Op. 3.
1 Polonesa-fantasía: Op. 61.
1 Impromptu-Fantasía: Op. 66.
1 Fantasía: Op. 49.
1 Largo: sin opus.
1 Andante Dolente: perdido.
1 Andante spianato y gran polonesa para piano y orquesta: Op. 22.
1 Moderato: sin numerar.
1 Andantino: Op. 74.
1 Feuille d'Album para piano.
1 Wiosna (canción).
1 Allegro de Concierto: Op. 46.
1 Bolero: Op. 19.
1 Tarantela: Op. 43.
1 Berceuse: Op. 57.
1 Barcarola: Op. 60.
1 Contradanza: sin número de opus.
1 Arreglo para piano: sin numerar.
1 Cantabile: sin número de opus.
1 Canon: sin numerar.
1 Fuga: sin número de opus.
1 Marcha Militar: perdida.
1 Veni Creator: perdido.
Por: Federico Zertuche
En la antigua Roma se llamaba fasto al día en que era lícito administrar justicia; de ahí derivó designar fastos a los días o años venturosos. También aplicaban ésta última voz a calendarios en que se notaban ciertas fiestas y ceremonias y las cosas memorables de la república. Su antónimo es nefasto, y se aplica al día, mes o año desgraciado, funesto.
Como sabemos, este año México conmemora el bicentenario de su Independencia y el centenario de la Revolución. A decir verdad, a mi me tienen sin cuidado ambos por varias razones. Primero, porque anticipa la primer efeméride ya que la Independencia se logró hasta 1821.
Respecto a la revolución mexicana, pues la veo así, con minúsculas. Se trató de una cruenta guerra civil, una más y espero que la última, cuyo desenlace deja mucho que desear luego de tanta destrucción y muerte. Su principal secuela fue el surgimiento del régimen autoritario PRI-Gobierno que se prolongara setenta y un años hasta que se colapsó por implosión múltiple.
Actualmente nuestro país atraviesa por una etapa francamente ominosa. No acierta a vivir plenamente en democracia y acorde a la modernidad siempre anhelada pero nunca alcanzada; tampoco a liberarse de ataduras y lastres pre modernos y atávicos que lo jalan hacia un pasado nefasto. Por otra parte, la amenaza y el desafío del crimen organizado y la violencia generalizada que lo lacera son sumamente preocupantes.
En tal sentido, sinceramente prefiero celebrar el centenario del poeta Miguel Hernández, el bicentenario del nacimiento del gran Frédéric Chopin, o los cincuenta años del fallecimiento de Albert Camus. El medio siglo de La dolce vita de Fellini. Cualquiera de estos acontecimientos se me antoja más digno de conmemorarse, me alegra, me participa más vitalidad y energía creativa.
Valga pues este comentario para unirme gozoso a las múltiples celebraciones que en muchos países, en especial en su patria, Polonia, le tributan al genial músico y sublime compositor del romanticismo pleno, que en su género, el piano, ha despuntado por encima de todos los grandes músicos de la ilustre, añeja y dilatada tradición Occidental sin ser superado hasta ahora.
Como es conocido, Chopin murió de tuberculosis a la temprana edad de 39 años luego de una intensa vida llena de éxitos profesionales, de fama y de gloria en un París que por ser la capital del arte y la cultura en esa época congregaba a grandes artistas y escritores, muchos de los cuales fueron sus amigos y admiradores como Franz Liszt, Héctor Berlioz, Víctor Hugo, Heinrich Heine, Honoré de Balzac, Félix Mendelssohn, Eugene Delacroix, Vincenzo Bellini, Robert Schumann quien al reseñar sus Variaciones Op. 2, exclamara: “Quitaos el sombrero, señores: un genio”. Y, desde luego, la escritora George Sand, con quien tuviera un tórrido y legendario amorío.
Chopin representa un caso peculiar entre los grandes compositores, pues la mayor parte de sus obras son para piano solo. Su música de cámara y vocal es escasa y la orquestal comprende unas cuantas obras concertantes. En todas ellas, siempre hay un piano. Cuando el conde de Perthuis le sugirió escribir un melodrama, el músico respondió: Dejad que sea lo que debo ser, nada más que un compositor de piano, porque esto es lo único que sé hacer.
El piano alcanzó en el siglo XIX su máxima popularidad. Había dejado completamente de lado al clavicémbalo y se adecuó perfectamente a la expresión individual del sentimiento, característica del Romanticismo. El piano, apócope derivado del italiano pianoforte fue inventado por Bartolomeo Cristofori en 1700, cuyos antecedentes fueron el clavicordio y el clavecín a los que superó y sustituyó a partir de entonces convirtiéndose en el príncipe de los instrumentos. Los fabricantes lo fueron perfeccionando mejorando su variedad de matices, la pureza y riqueza del timbre y sus posibilidades sonoras.
Los primeros testimonios acerca del estilo de tocar de Chopin provienen de su primera gira, en Viena, en que se admiró la extraordinaria delicadeza de su pulsación, una indescriptible perfección técnica, su completa gama de matices, fiel reflejo todo ello del más profundo sentimiento.
Varios han sido grandes intérpretes de Chopin durante el siglo XX, bástenos mencionar algunos, en primerísimo lugar a Vladimir Horowitz, a Arthur Rubinstein, Claudio Arrau, Alfred Brendel, Nikita Magaloff, Vladimir Ashkenazy, Murray Perahia, Maurizio Pollini, Stanislav Blinin y María Joao Pires. Amable lector: le ruego deje en los comentarios el nombre de su intérprete favorito. Disfrutemos, pues, al más grande maestro del piano de la mejor manera: escuchándolo.
En seguida se transcribe una lista de las Obras de Chopin:
61 Mazurcas: Op. 6 (4), Op. 7 (5), Op. 17 (4), Op. 24 (4), Op. 30 (4), Op. 33 (4), Op. 41 (4), Op. 50 (3), Op. 56 (3), Op. 59 (3), Op. 63 (3), Op. 67 (4), Op. 68 (4), Op. 70 y 11 sin opus.
26 Preludios: Op. 28 (24), Op. 45 y 1 sin número.
26 Valses: Op. 34 (3), Op. 42, Op. 64 (3), Op. 69 (2), Op. 70 (3), Op. 72, 10 sin numerar y 3 perdidos.
27 Estudios: Op. 10 (12), Op. 25 (12) y Trois nouvelles études (3, sin número de Opus).
20 Polonesas: Op. 3, Op. 26 (2), Op. 40 (2), Op. 44, Op. 53, Op. 71 (3), 7 sin número y 3 perdidas.
21 Nocturnos: Op. 9 (3), Op. 15 (3), Op. 27 (2), Op. 32 (2), Op. 37 (2), Op. 48 (2), Op.55 (2), Op. 62 (2) y Op.72 (1) dos sin número de opus.
18 Canciones: Op. 74 (16) y 2 sin opus.
11 Variaciones: Op. 2, Op. 12, 6 sin número de opus y 3 perdidas.
4 Rondós: Op. 1, Op. 5, Op. 16 y Op.73.
3 Sonatas: Op. 4, Op. 35 y Op. 58.
1 Sonata para piano y violonchelo: Op. 65.
4 Scherzos: Op. 20, Op. 31, Op. 39 y Op. 54.
4 Baladas: Op. 23, Op. 38, Op. 47 y Op. 52.
4 Impromptus: Op. 29, Op. 36, Op. 51 y Op.66.
2 Conciertos para piano y orquesta: el Concierto para piano y orquesta n.º 1 Op. 11 en mi menor y el Concierto para piano y orquesta n.º 2 Op. 21 en fa menor.
2 Introducciones: Op. 3 y 1 sin númerar.
2 Marchas Fúnebres: Op. 35 y Op. 72.
2 Escocesas: Op. 72 y 1 perdida.
2 Bourrées: sin número.
1 Trío para cello y piano: Op. 8.
1 Gran dúo para chelo y piano: sin número.
1 Krakowiak: Op. 14.
1 Fantasía sobre aires polacos: Op. 13.
1 Polonesa brillante para chelo y piano: Op. 3.
1 Polonesa-fantasía: Op. 61.
1 Impromptu-Fantasía: Op. 66.
1 Fantasía: Op. 49.
1 Largo: sin opus.
1 Andante Dolente: perdido.
1 Andante spianato y gran polonesa para piano y orquesta: Op. 22.
1 Moderato: sin numerar.
1 Andantino: Op. 74.
1 Feuille d'Album para piano.
1 Wiosna (canción).
1 Allegro de Concierto: Op. 46.
1 Bolero: Op. 19.
1 Tarantela: Op. 43.
1 Berceuse: Op. 57.
1 Barcarola: Op. 60.
1 Contradanza: sin número de opus.
1 Arreglo para piano: sin numerar.
1 Cantabile: sin número de opus.
1 Canon: sin numerar.
1 Fuga: sin número de opus.
1 Marcha Militar: perdida.
1 Veni Creator: perdido.
2 comentarios:
Felicidades por la opinión que certeramente dejas respecto al bicentenario. Nuestro país ncesita mil años para librarse de las derrotas de las guerras civiles no contadas por los libros de historia, o escondidas por los políticos.
Un hallazgo el festejar a Chopin.
Con cariño
Thelma Sandler
Completamente de acuerdo con lo de la revoluciòn. Èste es un perido de tiempo que sòlo trajo muerte y atraso al paìs; en el que no se confirma nuestra identidad como mexicanos sino que se tergiversa y parece como que dejamos de serlo para ser màs bien un engendro raro, "revolucionarios". Nada de ese perìodo me parece digno de celebrar, asì como se hizo; y lo que resultò, mucho menos. En cuanto a celebrar un siglo màs de independencia, lo acepto como algo simbòlico, pero creo que dibièramos estar conscientes precisamente de las fechas de inicio de la guerra y fin de èsta, de lo confundidos que estaban todos, del revanchismo de criollos contra españoles, de lo que gritaba Hidalgo para arengar a la gente a pelear, del contexto històrico. En fin estas fechas podrìan ayudar a desmitificar nuestra historia pero sigo escuchando mensajes como aquellos de que "cuando los españoles NOS conquistaron". Ojalà podamos algùn dìa dejar los calificativos de buenos y malos, ojalà pensemos màs en què hacer ahora para estar mejor en el futuro y no nos quedemos atorados en nuestra historia.
De Chopin la mejor intèrprete està en mis recuerdos infantiles con mi mamà al piano.
Felicidades Sr. Zertuche.
Rosa Martha
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