jueves, 8 de julio de 2010

Beato de Liébana





Gran suceso editorial e iconográfico del siglo VIII
Por: Federico Zertuche

En el anno domini 711 un ejército comandado por Táriq ibn Ziyad cruza el estrecho llamado actualmente de Gibraltar iniciando así la dominación musulmana de la península Ibérica que duraría ochocientos años. Hasta entonces reinaba intermitentemente la dinastía visigoda convertida al cristianismo a partir de Teodosio el Grande en el año 380.

A través del estrecho llamado a partir de entonces Gibraltar, antes las columnas Melkart por los fenicios, las columnas de Heracles por los griegos, o columnas de Hércules, el nombre romano de Heracles, desde ahí los musulmanes ocupan y expanden rápidamente su dominación en virtud de la enorme debilidad interna debida a desgastantes guerras de sucesión entre los pretendientes visigodos, así como a epidemias y hambrunas que asolaron a la población, y a constantes incursiones de los francos. En sólo tres años la península fue ocupada con excepción de la Cordillera Cantábrica, donde se levantan los Picos de Europa.

Como consecuencia de la represión musulmana contra la práctica de los ritos y demás ceremonias cristianas, así como por la dominación política y militar ejercida en los territorios conquistados, muchos católicos buscan refugio en la región Cantábrica, donde un excepcional y carismático líder, don Pelayo, se hace nombrar jefe de los rebeldes. Luego de una famosa batalla ocurrida en Covadonga, en la que Pelayo extermina a un ejército de berberiscos y árabes enviado para acabar con la resistencia cristiana, nace el reino de Asturias con don Pelayo como primer soberano y adalid de la causa católica.


Monasterio de Liébana
Es en dicha región donde un monje del Monasterio de San Martín de Turiento, situado en las estribaciones de los Picos de Europa de la comarca de Liébana, en Cantabria, llamado Beato, e inmortalizado como Beato de Liébana, concluye en el 776 un libro que le hará célebre y tendrá una influencia decisiva por cerca de cinco siglos: Comentarios al Apocalipsis de San Juan.

Desde luego, el libro fue elaborado a la usanza de entonces, en el scriptorium del Monasterio: a mano, utilizando diversas tintas, plumas y pinceles con que imprimían estilizadas caligrafías sobre pergamino para relatar la historia, en este caso el Apocalipsis y los comentarios, que intercala con artísticas ilustraciones, dibujos y pinturas en miniatura a fin de recrear el relato; luego, los folios se encuadernaban y se empastaban con finas y resistentes pieles, dando como resultado una auténtica joya bibliográfica e iconográfica como efectivamente fue el caso del Beato de Liébana: una gran obra de arte.

Ahora bien, el libro adquirió inmediata fama y repercusión debido al contexto histórico en el que fue escrito y que brevemente hemos relatado. El Beato lo hizo con deliberado propósito no sólo religioso sino social y político, a fin de estimular la cohesión de los naturales en torno a los valores, principios y religión cristianos en su lucha contra el invasor infiel, enemigo de su religión y en una palabra de su Dios, identificándolo con la Bestia y el Anticristo apocalípticos; la Babilonia del Apocalipsis -La gran ramera- sería ahora Córdoba, y a los fieles se prometía el regreso de Cristo (la Parusía) quien derrotaría al enemigo, celebraría el Juicio Final e instaurará por siempre el reino de Cristo en la Tierra.


Como sabemos, en ese tiempo se identificó a Santiago (“matamoros”) como santo patrono de los cristianos ibéricos, a donde según la tradición entonces iniciada el Apóstol llegó, predicó y evangelizó a Hispania; incluso se identificó a Compostela (Campo de Estrella) como el sitito a donde se llevaron desde Mérida sus reliquias que desde entonces reposan en la Catedral de Santiago de Compostela. Santiago era hermano de San Juan, el autor del Apocalipsis, ambos hijos de Zebedeo.

Por otra parte, el Beato de Liébana inicia una abierta polémica con el arzobispo de Toledo, Elipando, quien sostenía que Cristo no era hijo de Dios sino que fue adoptado, argumento conocido como la herejía adopcionista, y que resultaba favorable a los intereses políticos de los musulmanes pues así Cristo era rebajado a mero profeta. Por cierto, Elipando era tolerado y controlado por los jefes islámicos.

La polémica del Beato de Liébana con el arzobispo de Toledo tuvo gran repercusión en la época a grado tal que Alcuino de York y el emperador Carlomagno, así como el Papa, se pusieron al lado del Beato a quien respaldaron resueltamente. En el 791 el rey asturiano Alfonso II El Casto traslada la capital del reino a Oviedo y poco después se inicia la Reconquista. Se puede decir que es en tal contexto cuando surge el germen de la identidad española.

En todo caso, el libro del Beato sobre los Comentarios del Apocalipsis tuvo desde un principio esa impronta religiosa, social y política, además, desde luego, de un inmediato reconocimiento por su enorme valor estético, bibliográfico e iconográfico, a grado tal que al poco tiempo fue reformado redactándose una versión definitiva y a partir de entonces fue copiado en muchas ocasiones elaborándose nuevas versiones por diversos autores de otros monasterios en cuyos scriptorium editaron durante los siglos X y XI los otros Beatos, como se conocen a los ejemplares que toman como canon y modelo al de Liébana.


Uno de los más bellos códices sobre los Comentarios al Apocalipsis del Beato de Liébana es sin duda el Beato de Fernando I y Sancha, elaborado por el monje y amanuense Facundus quien lo terminara en el año 1047, por encargo del conde de Castilla y rey asturleonés Fernando I y de su esposa la reina Sancha. Esto acontecía justo alrededor del año mil, del Milenio y las prédicas milenaristas. Sobre éste códice, Umberto Eco afirma que “Sus fastuosas imágenes han dado lugar al mayor acontecimiento iconográfico de la historia de la humanidad”. Sin ninguna duda podemos afirmar que en gran medida el conocimiento y divulgación en la actualidad del Beato de Fernando I y Sancha, y de los "Beatos" en general, se lo debemos a don Manuel Moleiro y su fecunda labor a través de M. Molerio Editor. 

Notas iconográficas
Las ilustraciones que aparecen arriba, La Gran Teofanía (con los dos ángeles encima y el círculo en medio del cual aparece el cordero divino) y Siega, vendimia y lagar de la ira de Dios, corresponden al códice Beato de Fernando I y Sancha, elaborado por el amanuense Facundus y concluido en 1047, por encargo del conde de Castilla y rey asturleonés Fernando I y su esposa la reina Sancha. Imágenes tomadas de M. Molerio Editor.


Los cuatro jinetes del Apocalipsis

En la entrega anterior titulada Escatología, Apocalipsis y Milenarismo, se insertó la ilustración Los cuatro jinetes del apocalipsis, que corresponde a la misma obra.

Para ampliar y apreciar mejor las imágenes haga clic encima de ellas.

Sobre La Gran Teofanía se reproduce la siguiente Nota:

"La gran Teofanía se continúa con esta miniatura del Beato de Facundo (folio 117 reverso, formato 300 x 245 mm., diámetro del círculo 215 mm.) que une dos pasajes del texto en una única imagen (Apoc. IV 2 y 6b-8a, así como V 6a y 8) para constituir la visión del Cordero místico." Pero el ilustrador se toma libertades con el texto. Así los cuatro Seres del Tetramorfos, que simbolizan a los cuatro Evangelistas (llevan cada uno un libro) no lleva cada una seis alas, sino un solo par, cubierta de ojos; por otra parte, están encima de una especie de disco inspirado en las famosas ruedas del carro de Yahvé, en Ezequiel (I 15), según una fórmula muy antigua que es frecuente en la iconografía del Tetramorfos. En cuanto a los Veinticuatro Sabios, se reducen a doce solamente, que realizan las acciones descritas (Apoc. V 8): cuatro de ellos "se arrodillan", otros cuatro "tienen cítaras" (siempre de tipo árabe), y los cuatro últimos tienen en su mano "copas de oro llenas de perfumes". En el centro, finalmente el Cordero, portador de la cruz asturiana está en posesión de un relicario que simboliza el Arca de la Alianza. Sobre el círculo figura la puerta abierta al cielo, un arco en herradura contiene el trono divino (Apoc. IV 2) "con el Que se sienta sobre este trono"La síntesis de los pasajes IV-4 y V-2 del Apocalipsis es muy frecuente. Se la encuentra incluso en a los folios 121v y 122 del Beatus de Saint Sever. Tomado de M. Moleiro Editor.

De la otra ilustración, Siega, vendimia y lagar de la ira de Dios, reproduzco esta nota de M. Molerio Editor, que bien vale la pena leer a fin de adentrarnos mejor a este maravilloso universo iconográfico de hace mil años:

"Cualquiera que lea el texto del Apocalipsis ve claro que anuncia alegóricamente un enorme castigo divino. De hecho, es un anuncio previo del Juicio Final. Pero, quien vea la miniatura a que da lugar, se lleva una sorpresa, porque en ningún momento se tiene tal tensa sensación, sino, por el contrario, creemos que estamos ante escenas de la vida cotidiana rural, controladas o protegidas desde lo alto. Quienes siegan la mies, cortan los racimos de la vid y prensan las uvas son personas comunes, campesinos, con la ayuda, en el último trabajo, de algún animal.


Realmente se nos presentan ciertas faenas del campo similares a las que se ven en los mensarios contemporáneos, en manuscritos y, poco después, portadas esculpidas. Es tan claro el sentido del texto que ni aun Beato, tan dado a la especulación espiritual, intenta otra exégesis. La nube blanca es la Iglesia que refulge en la claridad de su paciencia. El hijo del hombre es Cristo, señor de su iglesia. Su corona son los ancianos y la hoz, el poder de su maldición. El ángel que grita anuncia la predicación. La Iglesia desea el día del Juicio y lo recuerda a Dios. En la siega y vendimia se alude al pueblo que, por no haber hecho penitencia, será arrojado a la gehenna. El vendimiador será el propio Jesucristo. Si se dice que el lagar ha de estar fuera de la ciudad es porque ésta es la Iglesia. En el día del Juicio la sangre alcanzará a todos, llegará a las cuatro partes del mundo.

En la imagen destaca la capacidad de ordenar la superficie que poseen los miniaturistas tanto como la sensibilidad cromática que les lleva a combinar los colores de un modo inédito en la zona superios, donde se manifiestan todos los ángeles y Jesucristo. La nube es casi completamente blanca y cándida, y el ángel va tocado con una corona sin precedentes. Porta la mayor hoz de las varias que se ven. En el piso intermedio se desarrollan las labores de siega y vendimia, como trabajos rurales cotidianos, siendo en cada caso dos personajes los que llevan a cabo las faenas rurales, armados de las correspondientes hoces."

-En seguida reproduzco una relación de los Beatos que se conservan actualmente tomada de Arteguías.com


Los Beatos "Mozárabes" del siglo X
Los beatos conservados son 27 y de ellos 24 conservan miniaturas. Son libros que van del siglo X al XIII. Los más antiguos se consideran prerrománicos por haberse realizado en los siglos X y XI y posteriormente su estilo evoluciona al románico pleno (siglos XII y XIII).
Concretamente hay:· Ocho del siglo X· Seis del XI· Nueve del XII· Dos del XIII· Una hoja suelta de Silos. Siglo IX· Una en la colección Ryland (Mánchester) S XIII

Antes de seguir, hemos de aclarar que respetamos la denominación "mozárabe" por tradición y porque así se encuentra en la mayoría de las fuentes, pero como indica el Profesor Yarza es completamente falso que los beatos fueran obras de artistas mozárabes, sino que están realizados en los monasterios del reino leonés (León, Zamora, Palencia...) eso sí, en el periodo del arte prerrománico que se suele denominar mozárabe (siglos X y XI hasta la llegada del románico) desde que apareciera tal denominación artística en los estudios y publicaciones de Manuel Gómez Moreno.

Las miniaturas de todos los beatos hacen referencia al propio Apocalipsis, no a los Comentarios, por lo que se cree que se copiaron en los beatos a partir de un libro visigodo del texto juanino. Éste sería el prototipo de los que los demás descienden. Después son varias las ramas estilísticas, pero no iconográficas, en que ese primer prototipo se halla diversificado.

Aunque en cada copia de beato se manifiesta la genialidad de su artífice y las modas de cada época, su iconografía permanece rígidamente invariable. Esta repetición hubiera sido imposible sin la sujeción a un solo prototipo. En frase de J. Camón Aznar:Estas ilustraciones nos describen momentos únicos caprichosamente compuestos, uniendo temas que no están juntos en el texto y que a veces sólo por aventuradas y vagas referencias es posible unirlos en la misma ilustración. Y, sin embargo, los miniaturistas no se permiten ninguna alteración ni ninguna libertad que modifique la iconografía inconmovible.
Esa unidad iconográfica permite afirmar que, en el siglo X, ninguno de los Beatos que conocemos -frente a la tesis de Gómez Moreno, que coloca como inicial al de Magius- pudo ser utilizado como prototipo. Es difícil determinar la época del original. Desde luego puede afirmarse que es cercano al siglo VIII, o al IX, y quizá formado por iconografías procedentes de diversas fuentes.


La peculiar y misteriosa estética de estas miniaturas mozárabes siempre ha magnetizado a quienes las han visualizado. Lo fundamental de estas miniaturas es la expresividad del dibujo mediante una alineación firme, con rayas que llevan en sí una intención expresiva. Su desarrollo es plano, hierático, carente de claroscuros y perspectivas espaciales, de intenso color, etc. Todo ello colabora en generar una gran expresividad y dramatismo.

Las figuras se colocan escalonadamente. La figura humana queda supeditada a los ropajes y son resaltados (como ocurrirá en el románico) los ojos y manos para intensificar la tensión espiritual.

Los fondos son de gran intensidad cromática representando paisajes idílicos o dividido en varias fajas de diferentes colores, fuertes y llameantes.

Algunas de las escenas que recogen los diferentes beatos son: el Arca de Noé, Noé con su familia y la paloma que le trae la rama de olivo, las siete Iglesias de Asia, la aparición del Cordero a los Justos, escenas de los Apóstoles, el Cordero rodeado por el Tetramorfos y la Jerusalén celestial con sus 12 puertas de arcos de herradura.


El Beato Magio o de San Miguel de Escalada o Morgan El Beato Magio o Morgan es el más antiguo conocido pues data del año 926 (para Camón Aznar: 958) y lo realizó el monje Magio o Magius en el monasterio mozárabe leonés de San Miguel de Escalada, de ahí que se conozca como el "Beato Magio".Este Beato se encuentra actualmente en la Biblioteca Morgan de Nueva York.

El Beato Primero de la Biblioteca NacionalBeato escrito en el Monasterio de San Millán en la primera mitad del siglo X. Conserva tan solo 27 miniaturas con fuerte influencia musulmana.

El Beato de El Escorial se encuentra en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Se cree escrito en el Monasterio de San Millán.Fue realizado en la segunda mitad del siglo X. Conserva 52 ilustraciones.

El Beato de Tábara (año 970) es un códice de 168 folios y sólo nueve miniaturas del centenar que poseía. Actualmente se encuentra en el Archivo Nacional de Madrid.Se cree que se le añadieron dos folios procedentes de otro Beato: el del Monasterio de San Salvador de Tábara de donde toma su nombre.Destaca el dibujo de la Torre de Tábara en la que están representados el scriptorium del Monasterio de San Salvador, los calígrafos y los miniaturistas (Senior, Emeterio y un ayudante).Comenzó la obra el maestro Magius, pero al fallecer éste, se hizo cargo de ella su discípulo Emeterio y la monja Eude.

El famosísimo Beato de Gerona (970) fue realizado por el monje Emeterio y la monja Eude en el siglo X. Tiene 568 folios escritos a dos columnas y 114 miniaturas (algunas de ellas a toda una página e incluso doble página).Por tanto, es el beato con más ilustraciones conservado.Fue donado a la Catedral de Gerona en 1078. Se cree que su origen es leonés y que posiblemente se llevó a cabo en el Monasterio de Tábara, en la provincia de Zamora.

Beato de Valcavado. Beato conservado en la Biblioteca del Colegio de Santa Cruz de la Universidad de Valladolid. Fue compuesto, a instancia del abad Sempronio del monasterio de Santa María de Valcavado (Palencia), por un monje llamado Oveco en el año 970.El manuscrito consta en la actualidad de 230 folios (han desaparecido 14 folios y es muy probable que sean suyos los cinco folios con las genealogías conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid).La escritura es la redonda visigótica. En la actualidad consta de 87 miniaturas, algunas en doble folio y otras a folio completo. Pertenecen al estilo de la escuela leonesa iniciada por Magio.

Beato de Seo de Urgell. Beato guardado en Museo Diocesano de Urgell de origen leonés (Monasterio de San Salvador de Tábara).El códice está compuesto en la actualidad por 239 folios, siete folios numerados en romano y 232 en árabe, y miden 398 x 270 mm. La escritura que emplea es la llamada visigótica redonda en dos columnas. Es obra de Senior terminado en el año 975. Tiene 114 miniaturas, algunas ocupando dos folios.

Los Beatos "Mozárabes" del siglo XILa miniatura española del siglo XI se apega a la tradición prerrománica nacional o mozárabe del siglo anterior, llegando incluso a la plenitud de su expresionismo.Es a partir de la segunda mitad del siglo XI cuando comienza a combinarse la tradición castiza española con los nuevos aires románicos, produciéndose las miniaturas de más intensa expresividad del románico europeo.



Beato de Fernando I o "Segundo de la Biblioteca Nacional "El más bello y completo de todos los beatos. Es obra del mitad del siglo XI (1047) y fue escrito y miniado por Facundo.Cuenta con 624 páginas a 2 columnas y 35 líneas de escritura visigótica. Sus dimensiones son 380x295 mm. Está encuadernado en piel.Lo más importante es que cuenta con 98 excelentes miniaturas que, aunque continua con la tradición de los beatos prerrománicos hispanos, empieza a apuntar ya mayores influencias europeas.Se conservó en la Colegiata de San Isidoro de León, hasta que Felipe V, en la Guerra de Sucesión, lo requisó y envió a la Biblioteca Real. Actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid.

El Beato de San Millán de la Cogolla, hoy en la Real Academia de la Historia tiene el gran interés de que intervinieron dos artistas de cronología y concepción artística diferente (se comenzó en la primera mitad del siglo XI y se terminó en la segunda mitad de esa centuria).El primer artista sigue apegado a la tradición mozárabe de los beatos del siglo X, mientras que el segundo crea sus miniaturas básicamente en estilo románico. En total tiene 49 ilustraciones.


Beato de Silos. El Beato del Monasterio de Santo Domingo de Silos fue copiado por los monjes Domingo y Munio e iluminado con 106 miniaturas por el prior Pedro entre 1091-1109. Se conserva en la British Library de Londres. Permanece en él la tradición mozárabe, aunque se considera que existe una yuxtaposición de estilos con el románico, representado en su famosa miniatura del Infierno y el Peso de las Almas de San Miguel.

-Reproducimos en seguida dos textos que aparecen en la edición facsimilar del Beato de Fernando I y Sancha, del prestigiado editor catalán M. Molerio, quien recientemente editó y publicó esta excepcional obra casi idéntica a la original.


Del editor al lector
El Año Jubilar Lebaniego de 2006 me ha brindado el pretexto perfecto para realizar una edición exquisita del Beato de Fernando I y Sancha, reyes de Castilla y León en los difíciles tiempos del año 1000. Una edición que siempre quise hacer pero que otros proyectos iban dejando postergada en el tiempo, una y otra vez, con el riesgo de quedarse en una ilusión, en uno de tantos proyectos interesantes que, por falta de tiempo, nacen y mueren en mi cerebro.

Facundo, el calígrafo de este códice, nos dice que terminó su trabajo en el año 1047. Diez años antes Fernando I había sido coronado imperator del reino de León. Quizás este fue el motivo que impulsó a Fernando y Sancha a patrocinar un códice tan espectacular, tan digno de un imperator. Un códice que ha perdurado a través de los siglos y que quizás sea la memoria más presente de un rey singular, navarro de nacimiento, castellano por adopción y leonés por devoción. Un rey que quiso ser enterrado en León antes que en Oña o Arlanza.

Este libro está concebido de forma que el texto del Apocalipsis, que sirvió de guión a los miniaturistas, se pueda leer al mismo tiempo que se ven las miniaturas. El placer de ver no está reñido con el de leer en beneficio de una mejor comprensión. Además podrá simultanear miniaturas y textos del Apocalipsis con la sabia opinión del profesor Joaquín Yarza Luaces. No hemos encontrado una forma mejor para facilitarles el disfrute de tanta belleza y sabiduría.

No quiero desaprovechar este momento para agradecer al profesor Yarza en nombre mío, de los miniaturistas, del escriba Facundo y de Beato de Liébana el que haya encontrado tiempo suficiente, en su apretada agenda, para que este libro sea una realidad.

El profesor John Williams, en su prólogo, nos guía hacia el camino correcto para entender mejor las razones que llevaron a Fernando I y Sancha a convertirse en patrocinadores del único Beato que, según nos consta, ha sido un encargo real y no monástico. Siempre he deseado que el profesor Williams escribiese en uno de nuestros estudios y le estoy muy agradecido por poder contar con su visión, breve pero reveladora. Nunca han hecho falta muchas palabras para decir grandes cosas.

El conocimiento, palmo a palmo, del territorio donde vivió Beato y las circunstancias que rodearon la vida y obra del polifacético presbítero y abad del monasterio de San Martín de Turieno, donde escribió su Comentario al Apocalipsis, hacen de don Joaquín González Echegaray el autor ideal, nadie sabe más de Beato, para contarnos su vida y su obra.
González Echegaray juntamente con A. del Campo Fernández han traducido al español todos los textos que escribió Beato. Creo que su texto es una aportación imprescindible porque nos amplía la visión, casi siempre parcial, que muchos autores tienen sobre la obra del más universal de todos los lebaniegos.

Creo que todos los que tenemos un sentimiento de admiración por Beato y su obra tenemos una deuda de gratitud con don Joaquín González Echegaray por alejar la figura del abad de San Martín de Turieno del estereotipo con que nos familiarizó el combativo arzobispo de Toledo, Elipando. Gracias, don Joaquín, en nombre propio y de Beato.

Manuel Sánchez Mariana ha sido, durante muchos años, el conservador del Beato de Fernando I y Sancha en la Biblioteca Nacional. No creo que pudiéramos encontrar a alguien más adecuado para escribir sobre las características físicas del códice. Muchas gracias, don Manuel, por su valiosa aportación para que este libro sea un referente imprescindible para todo aquel que quiera saber mucho sobre el Beato o los Beatos.

Todas las miniaturas están reproducidas a su tamaño natural y con sus colores reales, lo que permitirá al que las observa tener una visión certera de estas imágenes turbadoras y en algunos casos intimidatorias, pero siempre dotadas de una magia excepcional que hace que todo aquel que las ve no pueda olvidarlas. Para evitar cualquier contaminación las hemos silueteado en la mayoría de los casos, con la finalidad de concentrar la atención en la esencia de la miniatura.

M. Moleiro ha hecho un gran esfuerzo para que una obra de enorme calidad gráfica y con los mejores autores, aquellos que más podían decirnos sobre Beato, su obra y las fascinantes miniaturas que esconde el Beato de Fernando I y Sancha, pueda estar al alcance de todos. Este ha sido uno de los motivos que más me empujó a llevar a cabo esta obra: es un homenaje a Beato y a todos los lebaniegos.
Manuel Moleiro








Prólogo
Este es el único códice de los Comentarios al Apocalipsis de Beato del que existe constancia cierta de que debe su origen a un encargo real y no monástico. El patrocinio de Fernando, rey de León, y de su reina, Sancha, se hace notar en un acróstico en el folio 7: FREDENANDUS REX DEI GRA[TIA] M[EMO]R[I]A LIBER / SANCIA M[EMO]R[I]A L[I]BRI (Libros en memoria de Fernando, rey por la gracia de Dios, y de Sancha). El mecenazgo de la pareja real vuelve a ser conmemorado en un colofón que aparece en la conclusión del Comentario a Daniel (f. 316), donde además se identifica al amanuense, Facundo, y se registra la fecha de finalización del manuscrito: año 1047.
Esto sucedía diecisiete años después de que, Fernando, conde de Castilla e hijo de Sancho el Mayor de Navarra, se casase con Sancha, la hermana del finado rey asturleonés, Bermudo III. Con este matrimonio, Fernando se aseguraba la soberanía del reino más extenso de la España cristiana y, con él, una autoridad que, según la tradición, emanaba de los herederos del antiguo reino de los visigodos, anterior a la invasión de los árabes. Además, su título era el único que llevaba implícitas pretensiones imperiales. Emulando a su padre, Fernando puso en marcha una serie de iniciativas que ayudaron a catalizar la introducción de los estándares culturales y eclesiásticos europeos, y, de forma particular, los procedentes de Francia.


Gracias a sus exitosas campañas militares, que le permitieron convertir en sus tributarias a ciudades musulmanas como Sevilla o Toledo, Fernando pudo establecer una capital que exaltaba ostensiblemente la autoridad de sus monarcas, con un palacio y una nueva capilla palatina destinada a servir de repositorio de los huesos del erudito san Isidoro –cuya gran enciclopedia del saber antiguo se podía encontrar prácticamente en cualquier biblioteca europea que tuviese cierto renombre–, y con un tesoro real que incluía objetos extraordinariamente suntuosos que proclamaban la magnificencia y piedad de sus soberanos. Si bien es cierto que León era una de las ciudades más grandes que los peregrinos atravesaban en su camino hacia el gran santuario de Santiago de Compostela, y que las iglesias leonesas, incluida la capilla palatina de San Isidoro, reflejaban las novedades empleadas a lo largo de la ruta entre Toulouse y Santiago, los auténticos dinamizadores de la evolución de León como centro de mecenazgo artístico y de cambio fueron la iniciativa real y el deseo de establecer un complejo palatino que funcionase como un símbolo de autoridad. Sus resultados son visibles en las obras que coleccionaron o propagaron Fernando y sus descendientes en León y en las instituciones de su interés. El mecenazgo de Fernando y Sancha sembró el germen de la apertura del resto de la Península a las influencias del Norte de la propia Península, incluyendo un vocabulario artístico en el umbral del nuevo estilo románico que sustituiría al de tradición hispánica.

El códice de los Comentarios al Apocalipsis de Beato, objeto de la presente edición, fue una parte importante de ese tesoro real, reflejándose en la elegancia de los materiales, generosamente empleados en su confección, tales como el oro, la plata y la púrpura, y en la pulida técnica empleada en su escritura e iluminación que denota un gusto sublime digno de un encargo “imperial”. Su contenido, los Comentarios al Apocalipsis del monje asturiano Beato de Liébana, enaltece un aspecto venerable de la tradición literaria y devocional hispánica. En ningún lugar de la obra es tan evidente su gran ambición artística como en las imágenes preliminares: la gran Alfa a modo de frontispicio, con la imagen de Cristo en pie, la página con la cruz, el acróstico, las páginas dedicadas a los evangelistas, los árboles genealógicos y las elaboradas iniciales y título del folio 30. El detalle exquisito y la naturalidad con que son representados los ropajes en el ciclo de los evangelistas (ff. 7v-10), las voluminosas cabelleras, los pequeños puntos rojos en las mejillas y la ancha boca con el labio inferior bien perfilado, destacan estas miniaturas de las que, a continuación, ilustran el Apocalipsis.

Este manuscrito constituye el primer encargo artístico conocido de Fernando y Sancha y también el más tradicional. Pertenece a la familia de Beatos cuyo ejemplar más antiguo que se conserva fue realizado por Magio a mediados del siglo X (Nueva York, Pierpont Morgan Library, M644). Sin embargo, el Beato de Fernando I y Sancha no es fruto de la copia de este Beato ni de ninguno de los que se conocen hoy en día. De hecho, el sistema ornamental, especialmente las iniciales, incluyendo la gran Alfa, difiere de la fórmula empleada por Magio y es más próximo a la propiciada en Castilla, principalmente en el monasterio de Valeránica, donde, durante la segunda mitad del siglo X, trabajó Florencio, el más destacado calígrafo de toda la Península. ¿Sirvió un Beato castellano de modelo del Beato de Fernando I y Sancha, o, por el contrario, éste adquirió sus rasgos castellanos a partir de otras fuentes? A pesar de que no ha sobrevivido ninguno, estamos bastante seguros de que Florencio realizó por lo menos una copia de los Comentarios al Apocalipsis.

El estilo de la escritura ha sido tildado de “arcaico” y, artísticamente, el Beato de Fernando I y Sancha es, con la excepción del caso especial que es el Beato de Silos (Londres, British Library, Add. Ms. 11695), de 1109, el último Beato cuyo estilo puede catalogarse como “mozárabe”. Al mismo tiempo, la articulación de la figura humana anticipa la nueva dirección que va a tomar el arte de la época. En el arte del siglo X, cuyas fórmulas en la aplicación el color y composición fueron todavía seguidas en este Beato, los pliegues de los ropajes, incluso en las versiones más sofisticadas tales como las de las figuras del Beato de Magio, eran representados siguiendo una técnica rutinaria que ignoraba o incluso contradecía la relación natural entre esos ropajes y las figuras que los vestían. Sin embargo, en el Beato de Fernando I y Sancha, especialmente en los frontispicios antes resaltados como cualitativamente singulares, se emplearon formas elípticas con el fin de señalar la presencia de los muslos en su posición correcta, y formas circulares para resaltar las rodillas. Este énfasis en la estructura orgánica de las figuras confirió una mayor coherencia axial a su composición. Las figuras del Beato de Fernando I y Sancha permanecen firmemente ancladas al plano horizontal, incluso en los casos en que no se pretende abrir el espacio a través de una ilusión tridimensional. Resulta especialmente destacable que estos pasos en aras de una representación artística más racional, propia del período románico, emerjan incluso antes de que se produzcan los contactos de Fernando con la gran abadía burgundia de Cluny, en la década de 1050. Como resultado, o al menos eso parece, de tener un conocimiento más amplio de lo que acontecía al norte de los Pirineos, el estilo del Libro de Horas de Fernando I y Sancha (Universidad de Santiago de Compostela, Ms. Res. 1), realizado en 1055, refleja todavía una mayor proximidad con el estilo románico. Esta “evolución” es especialmente visible en la página con la gran Alfa basada en el Beato de Fernando I y Sancha.

El Beato de Fernando I y Sancha es un testigo excepcional del papel galvanizante que tuvo el patrocinio de los monarcas de Castilla y León en el ensalzamiento de la tradición hispánica, a la vez que se establecían los fundamentos de una transformación cultural de dimensión europea.
John Williams
Pittsburg University

Para ver más ilustraciones y ampliar el conocimiento sobre el tema, se recomiendan estos enlaces:
www.moleiro.com y www.arteguias.com





1 comentario:

Mayra Ortiz dijo...

Qué hermoso escribes y qué lindas imágenes consigues y agregas para tus trabajos, cada vez que te leo, me llevas a sitios que despiertan mi imaginación y me llevan a sueños que nunca antes soñé.
Ya tienes suficiente material para un libro excepcional!
Mil gracias por compartir conmigo mi querido Fede,
Recibe un abrazo apretado de cariño,
Mayra