martes, 27 de julio de 2010

La sociedad cortesana

Un diálogo entre la historia y la sociología
Por: Federico Zertuche



Norbert Elias,
La sociedad cortesana,
Fondo de Cultura Económica.


¿Qué interés podríamos tener los contemporáneos de principios del siglo XXI y tercer milenio por estudiar la sociedad cortesana?

Si nos atenemos a la portentosa investigación de Norbert Elias que se reseña, amén de adentrarnos a uno de los pensamientos sociológicos más originales, agudos y rigurosos de los últimos tiempos, que de paso ha enriquecido el conocimiento histórico, podremos vislumbrar sistemática y empíricamente la génesis y evolución de ese rico y complejo universo que precediera a la sociedad burguesa y marcara su impronta histórica durante siglos.

Si bien es ya de por sí sumamente interesante el análisis y la tan minuciosa como penetrante reconstrucción histórica de la sociedad cortesana que acomete Elias, de los siglos XVI al XVIII, particularmente en Francia, Alemania e Inglaterra, más revelador resulta para el lector adentrarse y familiarizarse a su innovadora metodología sociológica, cuyos aportes para el avance de esa ciencia le sitúan como uno de los sociólogos más destacados de todos los tiempos.

En efecto, las investigaciones de Elias sobresalen por mantener una cuidadosa y armoniosa relación entre teoría y empirismo, sin supeditar a una sobre el otro ni viceversa; tampoco mantiene posiciones dogmáticas, deterministas o monistas que empañan y predisponen el conocimiento. Se aleja, asimismo, de explicaciones historicistas y más bien contribuye a esclarecer el análisis histórico con la imprescindible aportación sociológica a dicha disciplina.

Otra de las aportaciones de Elias es la de despejar mitos o ideas míticas que se
Luis XIV y los miembros de la Academia Francesa de las Ciencias.
Obra de Charles Le Brun.
han dado por verdades en el trabajo científico.

“La idea según la cual la unicidad o irrepetibilidad de los acontecimientos son una nota característica y distintiva de la historia humana (…) va ordinariamente acompañada de otra idea, a tenor de la cual esta ‘irrepetibilidad’ está fundada en la naturaleza del objeto, esto es, en la realidad misma, independientemente de todas las valoraciones de las investigaciones. Sin embargo esto no es así en absoluto.”

Será siempre útil y necesario realizar un análisis suficiente con el fin de distinguir aspectos únicos e individuales de los que son socialmente repetibles en las relaciones históricas, si no queremos caer en simplificaciones o en visiones parciales y por tanto incompletas de la realidad histórica y social que nos proponemos observar y estudiar.

Lo mismo ocurre con el falso dilema entre las dos concepciones que

consideran a la “sociedad” como algo extraindividual o al “individuo” como algo extrasocial. Ambas ideas son ficticias, sostiene Elias. El individuo es inconcebible fuera de cualquier configuración social, y la sociedad, por su parte, inimaginable sin la participación de los individuos. Persona individual y sociedad están indisolublemente imbricados en procesos dinámicos e interdependientes que les dan forma y contenido.

Por ello Elias utiliza el concepto “configuración” para explicar esa situación de interrelación entre individuo y sociedad, en lugar del concepto de “sistema” que por lo general tiende a hacer abstracción de los individuos que lo conforman. Los hombres individuales constituyen conjuntamente configuraciones de diverso tipo, o dicho de otra manera, “las sociedades no son más que configuraciones de hombres interdependientes”.

Así pues, Elias aborda a la sociedad cortesana como la configuración específica que se desarrolló, evolucionó e influyó de forma determinante en Europa aproximadamente entre los siglos XVI y XVII, cuyo paradigma y representación culminante fue la corte francesa de Luis XIV.

A lo largo del libro nos adentramos a un mundo que hoy nos podría parecer
Adam Frans Van der Meulen: Paseo de Luis XIV y
María Teresa delante de Vincennes, 1669.
caprichoso y extravagante, pero que en su momento y circunstancias tenía pleno sentido y estaba perfectamente normado por estrictas reglas de etiqueta y ceremonial que no podían violarse impunemente.

Así, podemos observar
con lujo de detalles las estructuras habitacionales como reflejo exacto de las estructuras sociales, las peculiaridades del complejo entramado cortesano-aristocrático, la etiqueta y el ceremonial observados, las vinculaciones del rey por la etiqueta y las oportunidades de prestigio, la génesis del romanticismo aristocrático, así como otros interesantes aspectos de la sociedad cortesana que el autor aborda en distintos capítulos.

Entre las muchas reflexiones que endereza el autor a través de su extraordinaria obra, podemos rescatar por ahora aquella que refiere que más que las condiciones económicas, sociales o culturales, “…lo que mantiene unidos a los hombres unos con otros en una determinada figura, y lo que hace más duraderos los lazos de tal figura a través de varias generaciones –con ciertos cambios evolutivos-, son tipos específicos de dependencia recíproca de los individuos, o si lo expresamos con un término técnico, interdependencias específicas”.

También nos sorprendemos al constatar que el famoso Rey Sol, a quien se ha caracterizado como el monarca absoluto por excelencia, no era tan absoluto como generalmente se piensa. Y no lo era porque la rígida configuración a la que pertenecía –la sociedad cortesana-, lo tenía atado a una serie de estrictas y complejas reglas, normas y obligaciones que resultaba imposible incumplir. Es más, Luis XIV era el primer obligado a cumplirlas y poner el ejemplo a sus súbditos.

El estricto ceremonial y etiqueta a que estaba compelido el rey se iniciaba desde el momento mismo en que cotidianamente despertaba en sus aposentos: todo un séquito rigurosamente predeterminado conforme a títulos nobiliarios y parentesco con Su Majestad, tenía fijadas determinadas funciones para auxiliar al rey en el ritual de levantarse de la cama, acicalarse, desvestir y vestir y disponerse a iniciar la regia jornada.

Naturalmente, el resto de la enorme corte observaba puntual, atenta y celosamente las normas que según el rango, posición, jerarquía nobiliaria o función en la corte, les correspondían. No está de más señalar la manera en que unos a otros se vigilaban para ponerse en evidencia cuando transgredían el orden establecido. La coacción y la coerción eran instrumentos imprescindibles para mantener la cohesión de la configuración social.

Caer en desgracia del rey, y sufrir por tanto la pena máxima que representaba

ser excluido de la corte y dejar de representar el papel que a cada quien le correspondía, era visto y tenido como un deshonor y una ignominia mayores que la muerte misma.

Por otro lado, resulta interesante, y al mismo tiempo esclarecedor, observar y comparar la escala de valores que movían a los miembros de la sociedad cortesana, por cierto muy distintos de los valores que mueven y articulan la sociedad burguesa-industrial-capitalista de nuestra época.

En todo caso, la investigación de Elias representa una de las cumbres del estudio sociológico contemporáneo, quizá sólo superada por otra de sus obras: El proceso de la civilización que también recomendamos ampliamente, por el doble carácter teórico-empírico con que la acomete, por el fascinante diálogo entre historia y sociología, por la lucidez con que evita dogmatismos, ideas o teorías preconcebidas al abordar los hechos investigados, por su inmensa erudición en los temas tratados y el agudo análisis que prevalece a lo largo del libro.


Nota: Todas las citas entrecomilladas corresponden a la obra reseñada.

Ilustración: Retrato del Rey Sol, Luis XIV, rey de Francia y Navarra, conde de Barcelona, por Hyacinthe Rigaud, circa 1701.

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