miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cloud Gate Dance Theatre of Taiwan


Puerta a las nubes: fusión de la danza moderna
(Post número 100)


Cloud Gate (Puerta a las nubes) es el nombre de la danza más antigua conocida de China: un baile ritual de hace unos 5,000 años. En 1973, Lin Hwai-min, el coreógrafo, fundador y director artístico de la compañía taiwanesa, adoptó ese nombre clásico para la institución. “Pero más que reproducirla o hacer una interpretación de ella creamos nuestra propia danza contemporánea”, señala Hwai-min.


Lin Hwai-min
Nacido en Taiwán, en 1947 - nieto de calígrafos provenientes de la alta burguesía, hijo de padres educados en universidades norteamericanas- es coreógrafo, bailarín, escritor, director artístico, estudioso de la ópera china y budista practicante. Estudió danza clásica en Japón y Corea y danza moderna en Nueva York con Martha Graham y Merce Cunningham, convirtiéndose en pionero de la danza contemporánea en Asia; la labor en su ámbito ha sido comparada con el trabajo de “deconstrucción” del ballet clásico efectuada por William Forsythe. Tras una primera época más apegada a la estética y la narrativa tradicionales (suntuosos trajes de seda, dramatismo de ópera china, adaptación de cuentos y novelas populares) Lin ha evolucionado hacia un lenguaje despojado, minimalista, espiritual, de gran belleza.

Lin, quien fuera un escritor de ficción exitoso antes de dedicarse a la danza moderna, gusta de explicar los aspectos teóricos de sus obras. Por ejemplo, Lin hace hincapié en que mientras las tradiciones culturales occidentales buscan elevarse hacia arriba, tal y como la arquitectura gótica; las tradiciones orientales, como la arquitectura de la Ciudad Prohibida en Pekín, se extienden horizontalmente a diversos niveles. En cuanto a los estilos de las presentaciones, muchos de los movimientos de las coreografías de Lin enfocan hacia abajo, con fuertes raíces en la tierra.


“Ya no me interesa contar historias y no creo que la danza pueda cambiar la sociedad. Con mis obras sólo busco crear un espacio de serenidad, de reflexión, apartado del ritmo de la vida cotidiana, de la telebasura, de la incomprensible guerra de Iraq y la rabia que ha generado”, explica Lin Hwai Min, que describe así su trabajo: “El ballet clásico occidental se proyecta a lo alto, como las iglesias católicas. Mi trabajo está conectado con las artes chinas. Dominan los movimientos hacia abajo, hacia la tierra, las raíces y los circulares. La respiración y el flujo de energía son las bases. Los bailarines no hacen una representación, sino que se remiten a su mundo interior. No proyectamos hacia una audiencia, sino que la traemos con nosotros al escenario. El público termina respirando a nuestro ritmo”.


El repertorio de Cloud Gate tiene sus raíces en los mitos, folclore y estética orientales, matizados por una perspectiva contemporánea y universal gracias a la combinación y aportación musical occidental y de la danza moderna.


La compañía está formada por veinticuatro bailarines cuya formación incluye conocimientos de Tai Chi Tao Yin (una antigua forma de Chi Kung), meditación, caligrafía china, artes marciales, ópera china, ballet y danza moderna.


La meditación, agrega el director artístico, provee una visión diferente del movimiento y del cuerpo. “Nuestro estilo se caracteriza en que, a diferencia del ballet clásico que tiene que ver con la elevación, nosotros nos adherimos al piso y extraemos la energía de él. En el movimiento de los bailarines de nuestra compañía todo es circular, como al escribir con una brocha”.


Para el coreógrafo taiwanés la meditación es concentración y respiración, “es hablar con uno mismo, conocer tu propia mente, ahondar en tus problemas y lograr trascenderlos”. Debido a esto, los integrantes de la compañía no se proyectan hacia el público sino hacia su interior e invitan a que los espectadores respiren y mediten junto a ellos”.


Hwai-min señala: "El movimiento empieza desde dentro hacia fuera y desde abajo, arranca en el perineo". "Si el bailarín occidental es como un Ícaro que va siempre hacia arriba, que se eleva como las iglesias católicas, nosotros vamos pegados a tierra, en horizontal, como la Gran Muralla, obteniendo de la tierra, la fuerza. Las rodillas siempre flexionadas y un movimiento no vertical, sino con la energía fluyendo en forma de ocho, creando espirales, como en la caligrafía pero sin trazos directos, con un gran énfasis en la respiración."


El tiempo y el ritmo de sus coreografías están íntimamente relacionados con el de la meditación, es una ceremonia que aquieta el espíritu.



En 1998 nace la Escuela de Danza Cloud Gate que ofrece clases a bailarines de todas las edades y en 1999 ve la luz Cloud Gate 2, una compañía complementaria que ha servido para incrementar las giras y la difusión de este grupo de creación calificado por el periódico The Times de Londres como “la compañía líder en danza contemporánea de Asia”.


La coreografía Moon Water ha sido presentada en diferentes escenarios del mundo desde su estreno en 1998. Es una metáfora lírica sobre un proverbio budista, según el cual, las flores en un espejo y la luna sobre el agua son ilusorias. Moon Water (Agua de Luna) tiene como banda sonora fragmentos de las Suites para chelo solo de Bach, en grabación de Misha Maisky.


Es una pieza muy solicitada en todo el mundo porque "proporciona un espacio para respirar, es tranquila; el mundo está loco, y la música, el agua y el movimiento de los bailarines hacen que el público se sienta maravillosamente, incluso han llegado a llorar, aunque no se cuenta una historia", explica este artista de menuda complexión física, de singular y atrayente personalidad. La crítica internacional elogia que muestre un lenguaje nuevo. "Trato de hacer algo diferente, algo nuestro. No pienso en Oriente u Occidente, sólo me expreso; a veces me preguntan por qué utilizo la música de Bach, y yo contesto, es parte de mi vida", insiste el director de la compañía.


Para los chinos, el agua lunar es una metáfora de dos cosas. La primera hace referencia al proverbio budista “las flores en un espejo y la luna sobre el agua son ilusorias”. La segunda describe el estado ideal de los practicantes del taichi, sintetizado en la frase “la energía fluye como el agua, el espíritu brilla como la luna”.


El prestigioso coreógrafo Lin Hwai-min se inspira en la lírica sugerente de estas metáforas para crear una poética evocación de la filosofía taoísta. Con Moon Water (Agua lunar), el escenario resplandece con brillos acuáticos, reflejados en superficies blancas y negras. Los bailarines, dueños de una belleza de movimientos serena y precisa, recrean con sus cuerpos un estudio de lo real y lo irreal, de la alteración y la quietud, del yin y el yang. En definitiva, una disquisición espiritual sobre el paso del tiempo. Sobre el escenario, agua y espejos crean un juego de imágenes reflejadas, de piedras negras y sedas blancas.


Los cuerpos empapados de los bailarines muestran cómo realidad y apariencia se fusionan inseparables en una coreografía ondulante que escapa a las leyes de la gravedad y conduce a una purificación del cuerpo y el alma. La fluidez absoluta del taichi, transformado por Hwai-min, queda convertida en un expresivo y lírico vocabulario dancístico. Mientras, la música de Johann Sebastian Bach cruza el aire y los cuerpos hallan su referente sonoro. Oriente y Occidente se encuentran sobre el escenario. Desde su estreno en el Teatro Nacional de Taipei en noviembre de 1998, Moon Water se ha presentado en festivales y teatros de todo el mundo. En 2003 fue aclamada por la crítica de danza del New York Times, Anna Kisselgoff, como una de las mejores coreografías del año.


Otra de sus coreografías, Song of the Wanderers trata el tema de la peregrinación. Inspirada en numerosos rituales esotéricos de diversas religiones, desde los baños en el Ganges de los hindús hasta los derviches giróvagos de Turquía. La música que acompaña gran parte del ballet es una serie de canciones tradicionales y religiosas de Georgia, en las que se entremezclan las influencias ortodoxas e islámicas. La propia escenografía responde a esta exigencia ritual, el escenario está cubierto por toneladas de arroz, en una esquina un monje tibetano permanece inmóvil mientras el arroz llueve sobre él y en un plano posterior, un labrador remueve sin cesar el arroz con la azada: cuando termina el ballet, el escenario se ha convertido en la reproducción de un jardín zen japonés. Los movimientos básicos de los bailarines están basados en la técnica de relajación y meditación denominada Tai-chi, combinados con elementos característicos de la técnica Graham. Pero poco o nada de lo que hemos contado hasta ahora interesa a los espectadores, a los que basta con la singular belleza de este ballet. Pocas veces en la danza contemporánea se le otorga al espectador la función que le es propia: mirar.


Wild Cursive, obra de 2005 es la parte final de una trilogía integrada por Cursive II y Cursive I. Sin embargo, Wild Cursive tiene una coherencia que la constituye en una obra en sí misma. Esta danza, inspirada en la caligrafía china (más específicamente la llamada Kuang Chao, "cursiva” o “caligrafía silvestre o salvaje") mantiene una particular coherencia estética donde se combinan a la perfección el movimiento, la escenografía y el sonido.



El sonido electroacústico incluye desde el sonido de las olas en la rompiente hasta la sutileza de una gota de agua que cae. Un perfecto diseño musical o sonoro, si se quiere, realizado con sutileza e inteligencia por Jim Shum y Liang Chun-mei, quienes permiten que el sonido marque momentos, secuencias, climas y texturas que se traducen en movimiento como un perfecto engranaje en pos de la belleza más sublime. Con otros códigos y otros parámetros, Lin Hwai retoma un lenguaje que también expuso en la magnificente obra Moon Water una suerte de danza contemporánea en deliberada fusión con elementos del Tai Chi. La escenografía, que al igual que la música, determina secuencias, consiste en paneles color marfil que van descendiendo y determinando espacios a recorrer, donde los bailarines aparecen y desaparecen, proyectan sus sombras o, simplemente, se incorporan al paisaje escénico. Cada uno de esos paneles representa los rollos de papel de arroz donde se escribía durante el siglo II de la Nueva Era. A través de un ingenioso sistema de tubos o goteros, la tinta se va corriendo progresivamente sobre esos papeles (paneles) hasta semejar caracteres de escritura. En algunos, la tinta era negra, y en otros, rozaba los grises.


En esta magnífica realización, cada elemento forma parte de un todo absolutamente ensamblado. Los bailarines, que se desplazan con total dominio de cada parte de su cuerpo, se detienen en poses estáticas que luego se revierten en un dinamismo pleno y potente. Deslumbrante dominio del cuerpo y de la energía.


Cloud Gate Dance Theatre of Taiwan ha presentado sus trabajos en festivales de Europa, Asia, Australia, América, entre los que se encuentran el Festival Next Wave de Nueva York, la Bienal de la Danza de Lyon, el Festival de Berlín, el Festival de Danza de Madrid, así como en espacios relevantes como la Ópera de Berlín, el Teatro Nacional de Catalunya, y el Kennedy Center.


En 2003, la agrupación abrió el Festival Internacional de Melbourne con la obra Cursive II, en donde obtuvo los Age Critics Award y el Patrons Award, mientras que en Nueva York la compañía fue nombrada la mejor del año por el New York Times y en 2006 Cursive: A Trilogy fue seleccionada como la mejor coreografía del año como resultado de las críticas otorgadas por Ballet-Tanz y Theaterheute. Asimismo, ha merecido el premio Joyce Award de Chicago y el Ramon Magsaysay Award, conocido como el Premio Nobel de Asia.


La compañía Cloud Gate Dance Theatre of Taiwan en su gira por México en 2010, presentó Agua de Luna en el Auditorio Nacional, y luego participó como parte de las actividades del 38º Festival Internacional Cervantino en el Teatro Juárez de Guanajuato.












1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas felicidades por los primeros 100 post. ¡Adelante!
Javier Amarante Zertuche