Por: Federico Zertuche
Una gran obra de arte deviene como tal desde el momento mismo en que ha sido concluida por su creador, y así permanece no obstante el transcurso del tiempo, es más, éste discurrir temporal confirma tan singular y peculiar característica. Afortunadamente abundan ejemplos convertidos en paradigmas de esa categoría estética.
Probable autorretrato como personaje en El entierro |
Conocido, admirado y aclamado por multitudes desde su creación El entierro del conde de Orgaz, como se denomina, pues se sabe a ciencia cierta que el personaje central, don Gonzalo Ruiz de Toledo, era a su muerte (1323) señor de Orgaz, y que la villa de dicho nombre no fue condado sino hasta 1522. Hombre piadoso y benefactor de la parroquia de Santo Tomé, reedificada y ampliada el año 1300 a sus expensas, al morir había dejado la siguiente manda en su testamento a los vecinos de la villa de la que era señor: “páguese cada año para el cura, ministros y pobres de la parroquia 2 carneros, 8 pares de gallinas, 2 pellejos de vino, 2 cargas de leña, y 800 maravedís”.
Para tener una idea del monto legado, como sabemos, el maravedí fue una antigua moneda española utilizada entre los siglos XI y XIV, que también sirvió como unidad de cuenta hasta el siglo XIX. La acuñación de moneda en Castilla comenzó durante el reinado de Alfonso VI, después de la conquista de Toledo (1085), siendo su primer numerario el dinero y el óbolo de vellón, a semejanza de otros reinos españoles. Alfonso VIII de Castilla empezó a labrar el oro hacia el año 1172, y poco después lo hizo Fernando II de León en piezas llamadas maravedís o morabetís, con un peso aproximado de 3,8 gramos cada una.
En ese entonces, luego de la muerte del señor de Orgaz en 1323, surgió una leyenda piadosa y milagrosa que daba cuenta que en el momento de su entierro bajaron del cielo san Esteban y san Agustín para tomar su cadáver y depositarlo en la tumba, a causa de la devoción que Don Gonzalo les profesó en vida, mientras se escuchaba una voz que decía: "Tal galardón recibe quien a Dios y a sus santos sirve".
Párroco Andrés Nuñez, derecha, con capa pluvial, leyendo un libro en sus manos. |
Con tal cantidad, el párroco decidió invertirla de la siguiente forma: quiso perpetuar para las generaciones venideras al conde, señor de la villa de Orgaz encargando el epitafio en latín que se encuentra a los pies del cuadro, en la que además del pleito emprendido se narra el relato del suceso prodigioso que ocurrió durante el entierro del señor de Orgaz, dos siglos antes. Para presidir la capilla mortuoria encargó el trabajo a un pintor feligrés y parroquiano, que por entonces vivía, de alquiler, a pocos metros de allí, en las casas del Marqués de Villena.
El 15 de marzo de 1586 se firma el acuerdo entre el párroco, su mayordomo y El Greco en el que se fijaba de forma muy precisa la iconografía de la zona inferior del lienzo, que sería de grandes proporciones. Se puntualizaba de la siguiente manera: “en el lienzo se ha de pintar una procesión, (y) cómo el cura y los demás clérigos que estaban haciendo los oficios para enterrar a don Gonzalo Ruiz de Toledo señor de la Villa de Orgaz, y bajaron San Agustín y San Esteban a enterrar el cuerpo de este caballero, el uno teniéndolo de la cabeza y el otro de los pies, echándole en la sepultura, y fingiendo alrededor mucha gente que estaba mirando y encima de todo esto se ha de hacer un cielo abierto de gloria ...”.
El trabajo se alargó hasta finales de 1587 probablemente, para el aniversario del milagro y la fiesta de santo Tomás. Luego de algunas disputas sobre el precio, el Consejo Arzobispal resolvió que la parroquia le abonara a El Greco 1200 ducados, concertándose el 20 de junio ambas partes y saldándose la deuda en 1590.
Niño: retrato del hijo de El Greco |
El Greco lo pinta en plena madurez artística. Tiene rigor arquitectónico y una unidad extraordinaria a pesar de las dos partes en las que está dividido. En la obra están presentes elementos del lenguaje manierista del pintor: figuras alargadas, cuerpos vigorosos, escorzos inverosímiles, colores brillantes y ácidos, uso arbitrario de luces y sombras para marcar las distancias entre los diferentes planos, etc.
Cuando El Greco se instala en Toledo, alcanza esa madurez pictórica que arrastra a su paso por Italia y los talleres de los mejores pintores de la época. Es entonces cuando El Greco apunta nuevas formas donde los cuerpos se distorsionan, se llenan de arrebato místico: las posturas, las miradas.
El cuadro tiene influencias de la pintura italiana de los juicios finales, de los “Santos Entierros de Cristo” de Tiziano. Y también influencias de los pensamientos de la época sobre la construcción visionaria e idealizada de la gloria celeste desde lo alto.
El cuadro está dividido en dos grandes partes o espacios temáticos: 1) En la alta, donde el artista plasma una escena celestial, aparecen Jesucristo Resucitado y vestido con túnicas blancas al centro, más abajo la Virgen junto a Juan el Bautista, a la diestra de Cristo San Pedro con las llaves, entre otros santos y personajes fallecidos que ya pueblan el Paraíso; 2) En la parte inferior -la terrenal-, se representa el acto fúnebre con el entierro del señor de Orgaz, al centro ataviado de armadura, rodeado por personajes enlutados, unos eclesiásticos y otros civiles. Evidentemente, El Greco prefigura la inminencia del tránsito del conde de Orgaz de la Tierra donde reposarán sus restos carnales, hasta el Cielo donde viajarán su alma y espíritu.
El Greco incluye personajes en tamaño real en el cuadro, cuadros dentro del cuadro –el martirio de San Esteban y los santos de la capa pluviales del obispo y el párroco-. El alargamiento de las figuras es un recurso muy utilizado por el pintor en sus lienzos que lo caracterizará. Este recurso lo tomó de Miguel Ángel, Tintoretto y Parmigianino cuando viajó y vivió en Italia. El alargamiento busca una belleza mediante una estilización gótica.
El lienzo planteaba no pocos problemas, incluso a pesar de las medidas que finalmente tuvo y que no fueron escasas y que supusieron un desafío para su autor. El tamaño y las dificultades que comportaba la realización de semejante lienzo, así como la brillante manera que demostró el Greco a la hora de resolverlas, por no hablar del prestigio que poseía entonces.
El autor se ciñó literalmente a lo estipulado en el contrato y que le obligaba a representar un hecho descrito con detalle. Cumpliendo con eso (parte terrenal) el Greco representó con más libertad la parte celestial componiendo una escena muy personal. La parte superior no se ajusta a la realidad visible y los colores no responden a los de la propia naturaleza lo que proporciona al cuadro un interés añadido.
Existe un evidente anacronismo e inverosimilitud con la mezcla de personajes que en la realidad se llevaron más de 200 años de diferencia, puesto que en la parte "terrestre" aparecen San Esteban y San Agustín, con vestiduras eclesiásticas amarillas, cargando al señor de Orgaz para ser enterrado, sin incluir a los santos y personajes de la parte celestial.
San Esteban, el señor de Orgaz y san Agustín |
También llama la atención que, como consecuencia del manierismo, no existe profundidad en la escena, por lo que no observamos ni suelo, ni fondo, ni casi podemos afirmar que la escena se representa al aire libre o en el interior de una cripta. La luz existe casi exclusivamente en la parte superior. En la inferior, la luz proviene de las vestiduras.
Llama la atención, asímismo, que entre los asistentes al entierro no figure una sola mujer. Por otro lado, es notoria la fina disposición, elegantes maneras y elocuentes formas en que se han pintado las manos de varios personajes así como el lenguaje gestual que despliegan.
La iglesia de Santo Tomé aparece citada en el siglo XII, aunque su configuración actual fue acometida a principios del siglo XIV por el propio señor de Orgaz, que añadió el actual campanario cristiano al antiguo alminar musulmán.
Iglesia de Santo Tomé, Toledo |
En el interior del templo, un retablo del siglo XVI, plateresco, y dos barrocos, una pila bautismal de mármol del siglo XVI, una bellísima imagen de la virgen en mármol del siglo XIII, tres interesantes lienzos de Tristán, alumno de El Greco y dos preciosas esculturas de la escuela de Alonso Cano.
Transcribo en seguida un artículo de Ramon Gonzalvo Mourelo tomado de: http://verdadyverdades.blogspot.com/
Historia del Arte, lunes 14 de febrero de 2011
Nombre: El Entierro del Conde Orgaz
Autor: El Greco (Domenikos Theotokopoulos)
Estilo: Manierista
Fecha: 1586-1588
Localización: Iglesia de santo Tomé (Toledo)
Datos técnicos: Óleo sobre tela, 4,80 x 3,60 m
DESCRIPCIÓN:
El cuadro está dividido en dos grandes zonas:
1.- En la parte alta una zona celestial en donde aparecen Cristo, la Virgen, ángeles, santos y otros personajes ya fallecidos.
2.- En la parte inferior, la terrenal, se representa un entierro rodeado de personajes, unos eclesiásticos y otros civiles.
Andrés Nuñez de Madrid (Párroco de Santo Tomé) lo encargó al El Greco en 1586 para que este lienzo fuera situado en una capilla lateral de la citada iglesia parroquial.
El cuadro tenía que representar el milagro que en 1323 ocurrió en aquella iglesia cuando se iba a enterrar a Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz: En ese momento bajan del cielo San Agustín y San Esteban y lo entierran ellos mismos con sus propias manos.
ANÁLISIS FORMAL DE LA OBRA:
Presenta características que la sitúan dentro del estilo Manierista de la pintura:
Luces de apariencia artificial: indica artificiosidad e intelectualidad.
La parte celestial tiene una luz diáfana que no emana de una fuente definida, la parte terrenal presenta el cuerpo del señor de Orgaz y los santos más iluminados que el resto así como las caras de los personajes representados. Las antorchas que portan algunos individuos hubiesen modificado la luminosidad del cuadro creando unos contrastes entre luces y sombras.Este recurso de una forma artificial atrae la mirada hacia unas partes determinadas.
Alargamiento de las figuras: recurso ampliamente utilizado por el pintor en todos sus lienzos y que caracterizarán su obra. Este recurso lo toma de Miguel Ángel, tras su paso por Roma, y de Tintoretto y Parmigianino (escuela Veneciana).
El alargamiento de las formas busca una belleza mediante la estilización de inspiración goticista y que cuestiona las reglas y modelos dominantes del Alto Renacimiento y que ya, en el siglo XVI, se consideran caducas. Hade ser el ojo y no las reglas las que marquen la composición de una figura.
Figuras cortadas: otro de los recursos manieristas en la pintura, impensable en el Renacimiento de la armonía, el equilibrio y la composición; el Manierismo al romper con las normas busca efectos mayores en el cuadro.
Figuras serpentinatas: figuras retorcidas que buscan extraños escorzos (la figura del ángel que conduce el alma del señor de Orgaz al cielo y en menor medida en la posición de otros ángeles de la escena celestial).
Estudio anatómico de los cuerpos: se observa en los desnudos que aparecen en la parte celestial de la obra.
Predominio del color en la composición frente a la línea: observable en los colores vistosos y llamativos que se utilizan y que llaman la atención (las casullas de los santos, las caras recortadas en fondo negro de los personajes, la utilización de los blancos y en general el colorido de la parte celestial).
El predominio del color alcanzará su impronta más alta en la representación del alma del difunto, en donde ésta queda resumida en unas pinceladas de color en donde ha desaparecido totalmente la línea.
Supone el triunfo del color sobre la línea (El Greco, Miguel Ángel, Tiziano y la escuela manierista Veneciana).
Un cierto “Horror vacui” en la composición: otra de las características del Manierismo, que trata de llenar todo el espacio pictórico (visible, por ejemplo, en la parte celestial en donde aparecen un sin fin de personajes que llenan por completo la escena).
El movimiento.
Refleja el Manierismo del Greco influenciado por Miguel Ángel y la escuela veneciana: funde todas estas tendencias llegando a crear aun estilo personal y propio que ha hecho que algunos estudiosos del tema no se atrevan a inscribir a El Greco en el Manierismo y consideren su estilo excesivamente personal y de difícil de clasificación.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO DE LA OBRA:
El pintor pinta el entierro tal y como se le ha mandado, pero también una visión divina del mundo celestial ha donde irá el alma del difunto.
Con la mano derecha señala hacia San Pedro (portador de las llaves del cielo tal y como lo atestigua su atributo pictórico), indicándole que ha de abrir las puertas para esta alma que sube.
Bajo la figura central aparece la Virgen María (vestida de rojo y azul como lo demanda la tradición; rojo porque es coopartícipe de la Pasión de Cristo y azul como color de la esperanza en el cielo).
María, está en disposición de acoger el alma que sube “ayudando” por medio de un gesto a que ese alma se eleve.
Esta posición de la Virgen como intercesora ante su Hijo, en el papel de Madre será uno de los argumentos contrareformistas más utilizados en el Barroco unos años después, ya que con el fin de contrarrestar las doctrinas protestantes, se hará hincapié en la función de quien recibe un culto de hiperdulía.
A la izquierda de Cristo (derecha del cuadro) aparecen toda una serie de personajes que miran adorantemente a Dios.
Entre ellos y reconocibles a través de sus atributos, a San Juan el Bautista (reconocible por su vestimenta de piel de camello), dos mártires San Pablo Apostol (con la espada de su martirio) y Santiago el Mayor patrono de España, con indumentaria que asemeja la de un peregrino y con la concha.
En segunda fila de este grupo aparece Santo Tomás (titular de la parroquia y reconocible por la escuadra de arquitecto) y el resto de los apóstoles al lado de Felipe II, lo cual no deja de ser un sorprendente lugar.
En último lugar aparecen una serie de santos sin identificar que forman el coro celestial alrededor de la Figura de Cristo. Bajo ellos, en la esquina derecha de la parte celestial de la composición, sí se pueden identificar a María Magdalena (cabellos despeinados) y a San Sebastián con las saetas de su martirio, ambos santos con una devoción particular en el lugar.
En la parte izquierda del cuadro aparecen diversas figuras del Antiguo Testamento como el rey David con su arpa, Moisés con las Tablas de la Ley o Noé al lado de su arca. En definitiva toda una serie de personajes importantes a quienes se presupone un lugar destacado en la otra vida.
En la parte terrenal de la pintura, aparece el cuerpo inerte del noble difunto que es recogido por San Agustín con su vestimenta de obispo y San Esteban, diacono de la Iglesia y primer mártir.
En las casullas y estolas de ambos personajes decora El Greco algunos personajes bíblicos y otras escenas; ropajes por demás contemporáneos al autor del cuadro, pero no así a los de la época de las dos figuras retratadas.
A este entierro asisten anacrónicamente el párroco que encarga el cuadro que preside las exequias leyendo el ritual de los oficios y otros clérigos de su entorno.
En la parte opuesta, un fraile franciscano, otro agustino y un fraile dominico.
En la fila del centro una serie de personajes contemporáneos de El Greco, y el mismo Greco que nos mira de frente, invitando a entrar al espectador en el misterio y milagro que está ocurriendo, de la misma manera que hace el niño del primer plano hijo de El Greco señalando con su dedo al personaje central.
Entre la parte terrenal y la celestial aparece el alma del difunto que es ascendida ayudada por un ángel, personajes que también aparecen por toda la composición distribuyéndose conforme a la disposición en jerarquías propuesta por el mismo San Agustín.
De esta forma los ángeles serían los más cercanos a los personajes vivos y por tanto más parecidos a los mortales, los serafines y querubines alrededor de los personajes espirituales, representados como pequeños amorcillos y finalmente tronos, potestades y poderes al lado de Cristo en Majestad, entidades sin forma, por lo que el pintor los detalla a base de colores difuminados que rodean la Figura de Jesús.
En líneas generales podemos hablar de una composición en donde además de relatarnos un milagro, tal y como se le pide al pintor, éste, ayudado de las indicaciones de los clérigos, va más allá y nos presenta una visión beatífica del Cielo en todo su esplendor, dándonos así una lección teológica del mismo.
Esto es, que las almas al morir se desprenden del cuerpo y se dirigen a la otra vida.
Éstas serán juzgadas por Dios en la persona de su Hijo, determinando a quien se les abre el cielo o quienes son condenados para toda la eternidad.
De la misma manera la Virgen y los ángeles conforme a sus distintas jerarquías, sirven de intermediarios, “ayudando” al alma a elevarse y poder integrase en el Cielo al lado de todas aquellas personas que a lo largo de la Historia se han hecho merecedoras de Él.
Autor:
EL GRECO: Este autor tiene un espíritu religioso (y por eso su pintura sólo es un medio de representar la experiencia religiosa), pero también tiene un espíritu que le permite presentarlo con un lenguaje nuevo; por esto está demostrado que EL GRECO es uno de los testimonios más importantes al representar la religiosidad castellana de la época reflejada en sus obras
Género:
Es una pintura religiosa, figurativa, en la que se representa un enterramiento donde se pueden ver dos partes bien diferenciadas: en la parte inferior el autor se aproxima más a la representación de estilo romana, mientras que en la parte superior del cuadro se acerca más a su época, el Renacimiento; esta obra la podemos situar en la mitad de la evolución estilística del autor.
ANÁLISIS FORMAL Y ESTILÍSTICO:
La línea y el color: las dos partes del cuadro están claramente diferenciadas por un tratamiento del color muy diferente entre ambas; en la parte inferior del cuadro se encuentran los colores de: blanco, negro y dorado. Y en la parte superior hay grandes estridencias con colores como el gris, el blanco, el rojo y el azul.
El cuadro tiene mucha luz en el centro, y más sombras en los márgenes = esto ayuda a dar impresión y profundidad al cuadro.
Tiene una pincelada segura y rápida, sin detalles, haciendo esbozos más que dibujando = como se hace en el difuminado, es decir, que no hay una línea clara que separe a las figuras. Esta técnica el autor la consigue pasando la brocha seca sobre lo que acaba de pintar, para emborronarlo todo. La técnica se llama Sfumatto.
La composición: El cuadro se compone con tres escenas que se presentan al mismo momento: el enterramiento, la acción de los santos, y la gloria.
Y también se compone de dos partes: la terrenal (inferior) y la celestial (superior).
El cuadro recibe la luz de seis antorchas que llevan los nobles y un niño; sólo es con esta luz que se rompe toda la oscuridad de la escena.
Esta es una composición cerrada porque todos los componentes del cuadro están mirando hacia el centro de éste y porque las figuras y los cuerpos se inclinan hacia el interior del cuadro. Además también se podría apuntar que es una composición de líneas dinámicas, porque sus líneas son curvadas (en la zona superior, el cielo). En esta zona el pintor juega con los colores y luz para conseguir efectos de profundidad y sensación de movimiento (dinamismo).
Iconografía: es la representación del funeral del noble Gonzalo Ruiz, conde de Orgaz, muerto el año 1312. La escena se inspira en una leyenda toledana según la cual el cadáver del conde fue depositado en el sepulcro por los santos Agustín y Esteban, en reconocimiento de la generosidad que este noble había demostrado en vida hacia estos santos.
Iconología: esta obra muestra la fusión entre el mundo real y el mundo celestial, que son dos espacios que entre sí se complementan y se explican mutuamente. Son dos partes del cuadro que se separan estilísticamente porque la parte de arriba pertenece a la época del Renacimiento y la de abajo pertenece más a la época de lo romano, por eso se diferencian claramente entre ellas.
Esta obra pertenece al Renacimiento español, es una de sus obras más personales y la realizó cuando ya estaba en Toledo, habiendo aprendido antes el arte que en Florencia por esa época se cultivaba.
Esta obra es una fusión entre el mundo terrenal (real) y el del más allá (el cielo), dos espacios que mutuamente se complementan y se explican.
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