lunes, 9 de abril de 2012

Octavio Paz: estudio sobre el amor


La llama doble: indagaciones sobre el amor en Occidente




David, Jacques Louis, Cupido y Psiqué.
Octavio Paz,
La Llama doble –Amor y erotismo-
Seix Barral/Biblioteca Breve,
México 1994.


El amor es tema recurrente e inagotable en todas las creaciones y manifestaciones artísticas, quizá el más socorrido. Los poetas se han valido de historias y hechos amorosos desde Homero, erotismo y poética están entrelazados; los mitos se nutren de la pasión amorosa que encontramos casi siempre en medio de la trama y su desenlace; trovadores y juglares cantaron sus vicisitudes, proezas y tragedias; pintura y escultura lo recrean y rinden tributo, igual que la música y la danza; grandes novelas giran en torno a una historia amorosa; los filmes de amor son innumerables; en los relatos y chismes sociales abunda y prima dicha temática, el amor, pues, ocupa nuestras vidas, energías y trabajos de manera singular y excepcional.
Tales manifestaciones artísticas elaboradas a lo largo de la historia de Occidente han marcado una tradición que trae aparejadas una suerte de pautas, cánones, idealizaciones modélicas o paradigmas sentimentales, que vistas en conjunto podemos designar como un ars amandi o ars amatoria –un arte de amar- que se ha ido decantando y configurando en el tiempo como proceso cultural específico y característico. No es casual, por ello, que muchos hombres de letras se han ocupado de estudiarlo y reflexionar sobre esas representaciones y la pasión que les da sustento.

El poeta
Uno de los estudios más lúcidos, amenos, acuciosos, vívidos y eruditos que se han escrito al respecto es el que ahora reseñamos, La llama doble –amor y erotismo- de Octavio Paz. El título se vale de una feliz metáfora a partir de la figura de la llama, que el Diccionario de Autoridades designa como “la parte más sutil del fuego, que se eleva y levanta a lo alto en figura piramidal”; Paz la entrelaza para decir que: “El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida.”

De esta manera, Paz nos conduce a distinguir entre sexo, erotismo y amor, como dimensiones diferenciadas pero al mismo tiempo entrelazadas e indisolubles del ser humano, que a su vez, se elevan desde la más primitiva y animal, el sexo, a la erótica, sexualidad transfigurada: metáfora, y al amor considerado como sublimación poética y espiritual. No obstante, el amor desprovisto de erotismo y sexo no es tal. 

Ilustración del Roman de la Rose, Jardín del Amor
Aunque formalmente La llama doble es un ensayo en toda la extensión del término, es decir, un estudio riguroso tendiente a desentrañar, investigar, indagar, dilucidar y explicar un fenómeno, en este caso el amor, la sexualidad y el erotismo, género que, por cierto, manejó magistralmente nuestro autor, erudito universal como muy pocos de su época, a ello se añade el incomparable estilo literario del que en su calidad de poeta excepcional no puede prescindir, así, sus páginas están pobladas de prosa poética que enriquece nuestra experiencia cognitiva iluminándola poéticamente.

Valga un ejemplo: “El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo. Apenas abrazamos esa forma, dejamos de percibirla como presencia y la asimos como una materia concreta, palpable, que cabe en nuestros brazos y que, no obstante, es ilimitada.”

El libro está trazado de tal manera que el lector puede observar la carta de navegación y al mismo tiempo leer su bitácora hasta la conclusión del viaje: el capitán (autor) conduce su nave valido de mapas e instrumentos, de experiencias y vivencias, pero al mismo tiempo ávido de hallazgos, atento a lo imprevisto y curioso observador de la terra ignota.

Octavio Paz, fotografía de Manuel Álvarez Bravo
Así, uno de los primeros asuntos de los que se ocupa es la relación que existe entre poesía y erotismo: “Fusión de ver y creer. En la conjunción de estas dos palabras está el secreto de la poesía y el de sus testimonios: aquello que nos muestra el poema no lo vemos con nuestros ojos de carne sino con los del espíritu. La poesía nos hace tocar lo impalpable y escuchar la marea del silencio cubriendo un paisaje devastado por el insomnio.  El testimonio poético nos revela otro mundo, el mundo otro que es este mundo. Los sentidos, sin perder sus poderes, se convierten en servidores dela imaginación y nos hacen oír lo inaudito y ver lo imperceptible. ¿No es esto, por lo demás, lo que ocurre en el sueño y en el encuentro erótico? (…) Hay una pregunta que se hacen todos los enamorados y en ella se condensa el misterio erótico: ¿quién eres? Pregunta sin respuesta… Los sentidos son y no son de este mundo. Por ello, la poesía traza un puente entre el ver y el creer. Por ese puente la imaginación cobra cuerpo y los cuerpos se vuelven imágenes.”

Con el fin de delimitar las fronteras que dividen sexo, erotismo y amor, Paz recurre a la ciencia: (…) las células se multiplican por gemación, esporulación y otras modalidades, o sea por partenogénesis o autodivisión, salvo en un islote en el que la reproducción se realiza por la unión de células de distinto sexo (gametos).Este islote es el de la sexualidad y su dominio, más bien reducido, abarca al reino animal y a ciertas especies del reino vegetal. El género humano comparte con los animales y con ciertas plantas la necesidad de reproducirse por el método del acoplamiento y no por el más simple de la autodivisión.”
Dicho lo anterior, el autor empieza a trazar una línea divisoria: “Ante todo, el erotismo es exclusivamente humano: es sexualidad socializada y transfigurada por la imaginación y la voluntad de los hombres. La primera nota que diferencia al erotismo de la sexualidad es la infinita variedad de formas en que se manifiesta, en todas las épocas y en todas las tierras. El erotismo es invención, variación incesante; es sexo es siempre el mismo. (…) En todo encuentro erótico, hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación, el deseo. En el acto erótico intervienen siempre dos o más, nunca uno. (…) las ceremonias y juegos eróticos son innumerables y cambian continuamente por la acción constante del deseo, padre de la fantasía. (…) Los animales se acoplan siempre da la misma manera; los hombres se miran en el espejo de la universal copulación animal; al imitarla, la transforman y transforman su propia sexualidad.”

Mas adelante Paz se ocupa de dilucidar sobre la necesidad de las sociedades para establecer reglas que canalicen el instinto sexual y protegerla de sus desbordamientos. En todos los grupos sociales se establecen prohibiciones y tabúes destinados a regular el instinto sexual; sin esas reglas la familia se desintegraría y con ella la sociedad entera. El tabú del incesto, el contrato matrimonial, la castidad en algunos grupos especialmente religiosos, legislación sobre burdeles o prostitución, prohibición de la violación o estupro, etc. También repasa el libertinaje y la abstención sexual, por ejemplo durante la cuaresma o en los carnavales.

Francois Gerard, Eros y Psiquis
Durante los siguientes capítulos se dedica a hacer un repaso analítico sobre las distintas representaciones que culturalmente se han dado en Occidente sobre el amor y a partir de las mismas adentrarnos en los rasgos característicos, elementos y circunstancias espirituales y culturales de la pasión amorosa. Parte desde los mitos de la Grecia y Roma clásicas. Así, se detiene en el mito de Eros y Psiquis, que relata el enamoramiento de un dios por una mortal, las peripecias y vicisitudes que les ocurren y el trasfondo que encontramos en tal representación mítica.

De tal manera, entresaco algunas reflexiones: “(…) No, no es lo mismo con éste o con aquél. Y esta es la línea que señala la frontera entre el amor y el erotismo. El amor es una atracción hacia una persona única: a un cuerpo y a una alma. El amor es elección; el erotismo, aceptación. Sin erotismo –sin forma visible que entra por los sentidos- no hay amor pero el amor traspasa al cuerpo deseado y busca al alma en el cuerpo y, en el alma, al cuerpo. A la persona entera. (…) La idea del encuentro exige, a su vez, dos condiciones contradictorias: la atracción que experimentan los amantes es involuntaria, nace de un magnetismo secreto y todopoderoso; al mismo tiempo, es una elección. (…) El territorio del amor es un espacio imantado por el encuentro de dos personas.”

La idea del amor adoptada por la sociedad Occidental –que no el sentimiento que es universal- nace o surge del amor cortés practicado en Provenza entre los siglos XI y XII. Pues como dice Paz, “… a veces la reflexión sobre el amor se convierte en la ideología de una sociedad; entonces estamos frente a un modo de vida, un arte de vivir y morir. Ante una ética, una estética, una etiqueta: una cortesía, para emplear el término medieval.”

Trovadores
En efecto, el llamado amor cortés surgió en el sur de Francia, en la región cultural más que política genéricamente conocida como Occitania, que entonces (s. XI al XIII) no formaba parte de ésta nación sino que eran principados, ducados y condados con lengua y cultura propios, y hasta antagónicos con el reino de Francia, vinculados más bien, tanto entre sí Occitania y Provenza, ducado de Aquitania,como con el condado de Barcelona, el reino de Aragón y la Liguria italiana, con quienes mantenían estrechos vínculos culturales y alianzas dinásticas y políticas.

De hecho, el condado de Provenza estuvo bajo soberanía catalana a raíz del matrimonio de Dulce de Provenza con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, y luego bajo dominio de la corona de Aragón por semejantes lazos dinásticos. Mientras que en Occitania se hablaba la lengua de oc, en Francia, la de oïl. El nombre del idioma viene de la palabra òc que en occitano medieval y actual significa 'sí', en contraste con el francés del norte o lengua de oïl (pronunciado , ancestro del francés moderno oui).

En todo caso, en esas regiones, incluyendo a España, Portugal y Rumanía, se gestaron en la Alta Edad Media las llamadas lenguas romances surgidas del latín vulgar tras la caída del Imperio romano. De ahí surgieron el español actual, el catalán, el portugués, el francés, el provenzal o lengua de Oc, el italiano y sus dialectos, el sardo, así como el rumano. En las cortes provenzales donde surgió el amor cortés se hablaba la lengua de Oc o provenzal. Por ese entonces y en el mismo entorno (las cortes feudales de Occitania) también nació y floreció la tradición trovadoresca, de la mano del amor cortés. Los trovadores -poetas y cantantes (cantautores)- empleaban la lengua de Oc.

Leonor de Aquitania y su corte
El primer trovador del que se tiene noticia fue Guillermo IX, duque de Aquitania (1071-1126), abuelo de la incomparable Leonor de Aquitania (1122-1204), duquesa y reina consorte de Francia e Inglaterra. En la corte de Leonor, establecida principalmente en Poitiers, tuvo gran auge la lírica caballeresca, siendo mecenas de numerosos trovadores, al tiempo que florecía el amor cortés. Poseía y era soberana del inmenso ducado de Aquitania, que se extendía desde el Loira hasta los Pirineos y era mayor que los dominios directos del rey de Francia. El 4 de julio de 1137 contrajo matrimonio a los 15 años de edad en Burdeos, con el futuro Rey de Francia, Luis VII, en 1145 nace su primera hija, María, futura condesa de Champaña. En 1151 el Papa anula el matrimonio del rey de Francia con Leonor, y ese mismo año ésta contrajo matrimonio con el que pronto sería Enrique II de Inglaterra, uniendo sus vastos dominios en Francia a los que ya poseía el heredero al trono inglés (dueño de Anjou, Maine y Normandía, aparte de Reino de Inglaterra y Gales). Así, se formó el llamado Imperio Angevino, en el cual los reyes de Inglaterra, aun siendo vasallos del rey de Francia, controlaban un territorio ocho veces superior al dominado por Luis VII. De este matrimonio nacieron ocho hijos, cinco varones y tres mujeres. La existencia de una amante de Enrique II provocó el enfrentamiento entre Leonor y el rey, y a partir de 1173 Leonor promovió la rebelión de tres hijos del rey contra su padre, entre ellos Ricardo (Corazón de León, futuro rey de Inglaterra). Tras reprimir la rebelión, el rey encarceló a Leonor permaneciendo bajo arresto hasta la muerte del rey Enrique en 1189. En 1200, y contando con casi 80 años, da muestras de una fortaleza impresionante cuando decide viajar hasta Castilla, cruzando los Pirineos, para escoger entre sus nietas, las infantas de Castilla -hijas de su hija Leonor y de Alfonso VIII de Castilla- a la que se convertiría en la esposa del hijo de Felipe II Augusto, el futuro Luis VIII. La escogida sería Blanca, una de las reinas de Francia más célebres, regente del reino en tres ocasiones, modelo de virtud y habilidad política. Madre del futuro rey Luis IX, San Luis.  Murió el 1 de abril de 1204 en la Abadía de Fontevrault, a los 82 años de edad, siendo sepultada allí mismo junto a su esposo Enrique y su hijo Ricardo.
La cortesía –advierte Paz- no está al alcance de todos: “es un saber y una práctica. Es el privilegio de lo que podría llamarse una aristocracia del corazón. (…) el adepto debe cultivar su mente y sus sentidos, aprender a sentir, hablar y, en ciertos momentos, a callar. La cortesía es una escuela de sensibilidad y desinterés. (…) El amor cortés se aprende: es un saber de los sentidos iluminados por la luz del alma, una atracción sensual refinada por la cortesía.” De esta manera Paz regresa a la imagen de los círculos concéntricos: “el sexo es la raíz, el erotismo es el tallo y el amor la flor. ¿Y el fruto? Los frutos del amor son intangibles. Este es uno de sus enigmas.”

Alberto Durero, Adán y Eva
Hay otro rasgo característico que destaca Paz: “(…) en Occidente, desde el principio, la filosofía del amor fue concebida y pensada fuera de la religión y, a veces, frente a ella. (…) El caso más elocuente es el del ‘amor cortés’, que fue visto por la Iglesia no sólo con inquietud sino con reprobación. (…) La concepción occidental de destino y su reverso y complemento: la libertad, es substancialmente diferente de la concepción oriental. Esta diferencia incluye otras dos, íntimamente asociadas: la responsabilidad de cada uno por nuestros actos y la existencia del alma. (…) en occidente el amor es un destino libremente escogido. (…) para que el destino se cumpla es necesaria la complicidad de los amantes. El amor es un nudo en el que se atan, indisolublemente, destino y libertad."

Y de esta forma Paz conduce al lector por un recorrido desde la antigüedad grecorromana a fin de ir desentrañando los misterios del amor y sus resortes íntimos, recurre a labores de arqueólogo de la pasión amorosa al evocar un discurso de Aristófanes: “Para explicar el misterio de la atracción universal que unos sienten hacia otros, acude al mito del andrógino original. Antes había tres sexos: el masculino, el femenino y el andrógino, compuesto por seres dobles. Estos últimos eran fuertes, inteligentes y amenazaban a los dioses. Para someterlos, Zeus decidió dividirlos. Desde entonces, las mitades separadas andan en busca de su mitad complementaria. El mito del andrógino no sólo es profundo sino que despierta en nosotros resonancias también profundas: somos seres incompletos y el deseo amoroso es perpetua sed de ‘completud’. Sin el otro o la otra no seré yo mismo. Este mito y el de Eva que nace de la costilla de Adán son metáforas poéticas que, sin explicar realmente nada, dicen todo lo que hay que decir sobre el amor.”


Diotimia de Manitea
Destaca el discurso de Sócrates en El Banquete de Platón, en el que filósofo relata una conversación que tuvo con una sabia sacerdotisa extranjera, Diotimia de Manitea, quien comienza diciendo que Eros no es un dios ni un hombre: es un demonio, un espíritu que vive entre los dioses y los mortales. (…) Su misión es comunicar y unir a los seres vivos. (…) Es hijo de Pobreza y Abundancia y esto explica su naturaleza de intermediario: comunica a la luz con la sombra, al mundo sensible con las ideas. Como hijo de Pobreza, busca la riqueza; como hijo de Abundancia, reparte bienes. Es el deseante que pide, el deseado que da. Amor no es hermoso: desea la hermosura. Todos los hombres desean. (…) ¿Y qué desea el amante? Busca la belleza, la hermosura humana. El amor nace a la vista de la persona hermosa. Así pues, aunque el deseo es universal y aguijonea a todos, cada uno desea algo distinto: unos desean esto y otros aquello. (…) El amor es algo más que atracción por la belleza humana, sujeta al tiempo, la muerte y la corrupción. Diotima prosigue: todos los hombres desean lo mejor, comenzando por lo que no tienen. (…) ¿Y qué provecho obtenemos cuando alcanzamos aquello que deseamos? La índole del provecho varía en cada caso pero el resultado es el mismo: nos sentimos felices. Los hombres aspiran a la felicidad y la quieren para siempre. El deseo de belleza, propio del amor, es también deseo de felicidad; y no de felicidad instantánea y perecedera sino perenne.”


Marie José Tramini de Paz y el poeta, quienes lucen encantados: enamorados. 
Comenta Paz el discurso de Diotima: “El deseo de lo mejor se alía al deseo tenerlo para siempre y de gozarlo para siempre, todos los seres vivos y no sólo los humanos participan de este deseo: todos quieren perpetuarse. El deseo de reproducción es otro de los elementos o componentes del amor. Hay dos maneras de generación: la corporal y la del alma. Los hombres y las mujeres, enamorados de su belleza, unen sus cuerpos para reproducirse. La generación, dice Platón, es cosa divina lo mismo entre los animales que entre los humanos. En cuanto al otro modo de generación: es el más alto pues el alma engendra en otra alma ideas y sentimientos imperecederos. (…) Un amante así puede engendrar en el alma del amado el saber, la virtud y la veneración por lo bello, lo justo y lo bueno. (…) Diotimia ve al amor como una escala: abajo, el amor a un cuerpo hermoso; en seguida a la hermosura de muchos cuerpos; después a la hermosura misma; más tarde al alma virtuosa; al fin, a la belleza incorpórea. (…) La belleza, la verdad y el bien son tres y son uno; son caras o aspectos de la misma realidad, la única realidad realmente real. Diotimia concluye: ‘aquel que ha seguido el camino de la iniciación amorosa en el orden correcto, al llegar al fin percibirá súbitamente una hermosura maravillosa, causa final de todos nuestros esfuerzos… Una hermosura eterna, no engendrada, incorruptible y que no crece ni decrece.’ El amor, concluye Paz la evocación de Diotimia por boca de Sócrates, es el camino, el ascenso, hacia esa hermosura: va del amor a un cuerpo solo al de dos o más; después, al de todas las formas hermosas y de ellas a las acciones virtuosas; de las acciones a las ideas y de las ideas a la absoluta hermosura.”


Filemón y Baucis reciben a Júpiter y Mercurio, Jean Restout
Quiero rescatar para el lector este bello pasaje de la antigüedad latina que ofrece Paz: “Si el amor es tiempo, no puede ser eterno. Está condenado a extinguirse o a transformarse en otro sentimiento. La historia de Filemón y Baucis, contada por Ovidio en el libro VIII de Las metamorfosis, es un ejemplo encantador. Júpiter y Mercurio recorren Frigia pero no encuentran hospitalidad en ninguna de las casas donde piden albergue, hasta que llegan a la choza del viejo, pobre y piadoso Filemón y de su anciana esposa, Baucis. La pareja los acoge con generosidad, les ofrece un lecho rústico de algas y una cena frugal, rociada con un vino nuevo que beben en vasos de madera. Poco a poco los viejos descubren la naturaleza divina de sus huéspedes y se prosternan ante ellos. Los dioses revelan su identidad y ordenan a la pareja que suba con ellos a la colina. Entonces, con un signo, hacen que las aguas cubran la tierra de los frigios impíos y conviertan en pantano sus casas y campos. Desde lo alto, Baucis y Filemón ven con miedo y lástima la destrucción de sus vecinos;  después, maravillados, presencian como su choza se transforma en un templo de mármol y techo dorado. Entonces Júpiter les pide que digan su deseo. Filemón cruza unas cuantas palabras con Baucis y ruega a los dioses que los dejen ser, mientras duren sus vidas, guardianes y sacerdotes del santuario. Y añade: puesto que hemos vivido juntos desde nuestra juventud, queremos morir unidos y a la misma hora: “que yo no vea la pira de Baucis ni que ella me sepulte”. Y así fue: muchos años guardaron el templo hasta que, gastados por el tiempo, Baucis vio a Filemón cubrirse de follajes y Filemón vio como el follaje cubría a Baucis. Juntos dijeron: “Adiós, esposo” y la corteza ocultó sus bocas. Filemón y Baucis se convirtieron en dos árboles: una encina y un tilo. No vencieron al tiempo, se abandonaron a su curso y así lo transformaron y se transformaron.”

Me he extendido en las citas textuales de Paz, más que reseñarlo o parafrasearlo, por razones obvias: es insuperable. Prefiero que el lector de este modesto trabajo beba directo de la fuente que surte el agua cristalina y pura. Ruego, por tanto, una disculpa por tal abuso.

Más adelante Paz se ocupa del amor cortés, surgido de los poetas reunidos en torno a las cortes de la nobleza feudal del mediodía de la antigua Galia que sucintamente hemos descrito antes: un conjunto de señoríos semindependientes, en un período de inestabilidad política pero de inmensa fecundidad espiritual. Dice Paz: “Fue un anuncio, una primavera. El siglo XII fue el siglo del nacimiento de Europa; en esa época surgen lo que serían después las grandes creaciones de nuestra civilización, entre ellas dos de las más notables: la poesía lírica y la idea del amor como forma de vida. Los poetas inventaron al ¡amor cortés’. Lo inventaron, claro, porque era una aspiración latente en aquella sociedad.”

“En menos de dos siglos, sigue nuestro autor, estos poetas crearon un código de amor, todavía vigente en muchos aspectos, y nos legaron las formas básicas de la lírica de Occidente. Tres notas de la poesía provenzal: la mayor parte de los poemas tiene por tema el amor; este amor es entre hombre y mujer; los poemas están escritos en lengua vulgar.” Muchos de ellos en al lengua de Oc. “Poemas no para ser leídos sino oídos, acompañados por la música, en el cour del castillo de un gran señor. Esta feliz combinación entre la palabra hablada y la música sólo podría darse en una sociedad aristocrática amiga de los placeres refinados, compuesta por hombres y mujeres de la nobleza.” A quienes componían y cantaban tales poemas se les llamó trovadores, iniciándose así una rica tradición europea.


“La aparición de ‘amor cortés’ –sigue Paz- sería inexplicable sin la evolución de la condición femenina. Este cambio afectó sobre todo a las mujeres de la nobleza, que gozaron de mayor libertad que sus abuelas de los siglos obscuros. (…) Entre las mujeres de este período destacó la figura de Leonor de Aquitania, esposa de dos reyes, madre de Ricardo Corazón de León y patrona de poetas. Varias damas de la aristocracia fueron también trovadoras, (…) la condesa de Dia, famosa trobairitz. Las mujeres disfrutaron de las libertades en el período feudal que perdieron más tarde por la acción combinada de la Iglesia y la monarquía absoluta. (…) La historia del amor es inseparable de la historia de la libertad de la mujer.” No es ocioso afirmar que tal libertad de las mujeres en Occidente contrasta con el sometimiento a los hombres que aún sufren las mujeres de países islámicos y en otros del Lejano Oriente.

Otro rasgo característico que destaca Paz del “amor cortés”, consiste en que aunque éste nació en una sociedad profundamente cristiana, en muchos puntos esenciales se aparta de las enseñanzas de la Iglesia y aun se opone a ellas. Esta independencia no pasó inadvertida para las autoridades eclesiásticas, que siempre reprobaron al “amor cortés”, en donde el amor es un asunto humano, exclusivamente humano.


Luego nos habla sobre otros rasgos característicos del amor cortés: “La imagen de la escala figura en casi todos los cultos. Contiene dos ideas: la del ascenso y la de iniciación. Por lo primero, el amor es una elevación, un cambio de estado: los amantes trascienden, por un momento al menos, su condición temporal y, literalmente, se transportan a otro mundo. Por lo segundo, conocen una realidad oculta. Se trata de un conocimiento no intelectual: el que contempla y conoce no es el ojo del intelecto, como en Platón, sino el del corazón. Hay que agregar otra nota, derivada no de la tradición religiosa ni de la filosofía sino de la realidad feudal: el ‘servicio’ del amante. Como el vasallo, el amante sirve a su amada. El ‘servicio’ tiene varias etapas: comienza con la contemplación del cuerpo y el rostro de la amada y sigue, conforme a un ritual, con el intercambio de signos, poemas, entrevistas. ¿Dónde y cuándo termina? Si se leen los textos, se comprueba que, (…) no había equívoco posible: la consumación del amor era el goce carnal.” Paz enumera los tres grados de “servicio” amoroso: pretendiente, suplicante y aceptado. “La dama, al aceptar al amante lo besaba y con eso terminaba su servicio. Pero había un cuarto grado: el del amante carnal.”


Tristán e Isolda, muerte de amor
Por esa época surgió en Europa una de tantas herejías que amenazaba a la Iglesia, la cátara, que por ahora no nos interesa adentrarnos, en todo caso constatar que tuvo mucho eco y adeptos en Occitania, donde el amor cortés y la tradición de los trovadores era también mal vista por la Iglesia, como una disidencia o transgresión, al igual que el catarismo, que en su gran crisis, arrastró en su caída a la civilización provenzal. Dice Paz que, vistos, “el país invadido por las tropas de Simón de Montfort y las conciencias violadas por los inquisidores, es comprensible que los poetas provenzales, como el resto de la población, hayan mostrado simpatías por la causa delos cátaros. No podía ser de otro modo: con el pretexto de extirpar una herejía, el rey francés, Luis VIII, en complicidad con el papa Inocencio III, que proclamó la cruzada contra los albigenses, extendió su dominación en el mediodía y acabó con Occitania. En aquellos días terribles todos los occitanos –católicos y cátaros, nobles y burgueses, pueblo y poetas- fueron víctimas de la soldadesca de Simón de Montfort y de los crueles inquisidores dominicanos.”

No obstante el trágico fin de Occitania, lo cierto es que el “amor cortés” y los trovadores provenzales con “esas canciones, frescas como el amanecer, iluminarían a la lírica europea, de los ruiseñores de Shakespeare a las alondras de Lope de Vega”, como señala Paz. Lo propio puede decirse de la elevación de la mujer, que de súbdita pasó a ser señora. El amor cortés otorgó a las damas el señorío más preciado: el de su cuerpo y el de su alma. Como indica Paz, fue un gran paso hacia la igualdad de los sexos.  


La reina Ginebra y Lanzarote
Dice Paz que “El fin del ‘amor cortés’ coincide con el fin de la civilización provenzal. Los últimos poetas se dispersaron; algunos se refugiaron en Cataluña y en España, otros en Sicilia y en el norte de Italia. Pero antes de morir la poesía provenzal fecundó al resto de Europa. Por su influencia las leyendas celtas del ciclo arturiano se transformaron y, gracias a su popularidad, la ‘cortesía’ se convirtió en un ideal de vida. Chrétien de Troyes fue el primero en insertar en la materia épica tradicional la nueva sensibilidad. Su novela en verso sobre los amores ilícitos de Lanzarote con la reina Ginebra fue muy imitada. Entre todos esos relatos destaca el de Tristán e Isolda, arquetipo hasta nuestros días de lo que se ha llamado amor-pasión. En la historia de Tristán hay elementos bárbaros y mágicos que le dan una grandeza sombría pero que le apartan del ideal de la ‘cortesía’.”

De tal manera sigue Paz el recorrido por la historia de la cultura en Occidente identificando la evolución de la idea que del amor se han hecho los poetas, artistas e intelectuales y las sociedades que conforman hasta nuestros días.


Para concluir esta reseña me limitaré a citar lo que Paz llama “los elementos constitutivos de nuestra imagen del amor” y que enumera en cinco notas características. La primera es la exclusividad: “El amor es individual o, más exactamente, interpersonal: queremos únicamente a una persona y le pedimos a esa persona que nos quiera con el mismo afecto exclusivo. La exclusividad requiere la reciprocidad, el acuerdo del otro, su voluntad. Así pues, el amor único colinda con otro de los elementos constitutivos: la libertad.” El segundo elemento es de naturaleza polémica: el obstáculo y la transgresión. “El diálogo entre el obstáculo y el deseo se presenta en todos los amores y asume siempre la forma de un combate.” (…) “Todas las parejas, lo mismo las de los poemas y novelas que las del teatro y del cine, se enfrentan a esta o aquella prohibición y todas, con suerte desigual, a menudo trágica, la violan. En el pasado el obstáculo fue sobre todo de orden social.”


“El obstáculo y la transgresión están íntimamente asociados a otro elemento también doble: el dominio y la sumisión. (…) El amor ha sido y es la gran subversión  de Occidente. Como en el erotismo, el agente de la transformación es la imaginación. Sólo que, en el caso del amor, el cambio se despliega en relación contraria: no niega al otro ni lo reduce a sombra sino que es negación de la propia soberanía. Esta autonegación tiene una contrapartida: la aceptación del otro.” Este reconocimiento es voluntario, es un acto libre. “El reconocimiento aspira a la reciprocidad pero es independiente de ella. Es una puesta que nadie está seguro de ganar porque es una apuesta que depende de la libertad del otro. (…) el amor es la búsqueda de una reciprocidad libremente otorgada. (…) La cesión de la soberanía personal y la aceptación voluntaria de la servidumbre entrañan un verdadero cambio de naturaleza: por el puente del mutuo deseo el objeto se transforma en sujeto deseante y el sujeto en objeto deseado. Se representa al amor en forma de un nudo; hay que añadir que ese nudo está hecho de dos libertades enlazadas.”


Otro elemento es el compuesto entre fatalidad y libertad. “Aunque la idea de que el amor es un lazo mágico que literalmente cautiva la voluntad y el albedrío de los enamorados es muy antigua, es una idea todavía viva: el amor es un hechizo y la atracción que une a los amantes es un encantamiento. Lo extraordinario es que esta creencia coexiste con la opuesta: el amor nace de una decisión libre, es la aceptación voluntaria de una fatalidad.”

Dante, viendo pasar a Beatriz a un costado del Arno
“La quinta nota distintiva de nuestra idea del amor consiste, como en el caso de las otras, en la unión indisoluble de dos contrarios, el cuerpo y el alma. Nuestra tradición, desde Platón, ha exaltado al alma y ha menospreciado al cuerpo. Frente a ella y desde sus orígenes, el amor ha ennoblecido el cuerpo: sin atracción física, carnal, no hay amor. Ahora –nos alerta Paz- asistimos a una reversión radicalmente opuesta al platonismo: nuestra época niega al alma y reduce el espíritu humano a un reflejo de las funciones corporales. Así ha minado en su centro mismo a la noción de persona, doble herencia del cristianismo y de la filosofía griega. La noción de alma constituye a la persona y, sin persona, el amor regresa al mero erotismo. (…) Hay una conexión íntima y causal, necesaria, entre las nociones de alma, persona, derechos humanos y amor. Sin la creencia en un alma inmortal inseparable de un cuerpo mortal, no habría podido nacer el amor único ni su consecuencia: la transformación del objeto deseado en sujeto deseante. En suma, el amor exige como condición previa la noción de persona y ésta la de un alma encarnada en un cuerpo.”


Aquí dejo las reflexiones del gran Octavio Paz y la reseña de su hermoso y luminoso libro La llama doble, invitando al lector de estas líneas que aun no lo ha leído, a adentrarse en esta rica experiencia espiritual, estética, vivencial y cognitiva. Amén.    

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De: Carlota Eugenia Rodríguez

Me alegra recibir tu blog, ya lo estaba extrañando. Saludos,

Eugenia

Cuomo dijo...


Magistral! Que manejo de conceptos tan bellamente entretejidos. Paz estaría feliz de leer tu reseña. Saludos, Adriana